Salazones, garum y un acueducto sexi
Almuñécar es una de las ciudades costeras más turísticas y populares de nuestra provincia, repleta de secretos históricos y artísticos a la espera de que sean descubiertos por los viajeros más intrépidos y curiosos
JESÚS LENS
Lunes, 5 de agosto 2019, 01:21
Hay sitios a los que has ido infinidad de veces, pero que apenas conoces. A mí me pasa con los lugares a los que voy ... a hacer cosas: centrado en la actividad concreta, no le presto atención al entorno.
Me ocurrió, por ejemplo, con Gijón y la Semana Negra. Estuve yendo varios años al certamen negro-criminal por excelencia, siempre en el mes de julio. A la vuelta, les contaba a mis amigos acerca de lecturas, autores, libros, charlas y encuentros.
-¿Y Gijón, qué tal? ¿Es bonita? ¿Te ha gustado? ¿Qué nos recomendarías?
Y yo, como en el clásico de Manolo Tena, no sabía qué contestar. De ahí que un año me obligué a hacer turismo en una ciudad a la que había ido innumerables veces, pero de la que no sabía nada en realidad.
Con Almuñécar me ha pasado un poco eso. Voy, por ejemplo, al Jazz en la Costa, a escuchar música. Antes, cuando era mozuelo, también bajaba... a escuchar cantos de sirena. Pero ha sido ahora, frisando el medio siglo, que me he empeñado en conocerla un poco mejor.
Empezamos nuestro recorrido en un lugar donde he estado mil y una veces. Tantas como conciertos he escuchado allí. Y que, sin embargo, nunca he visitado con el detenimiento que se merece. Es el parque del Majuelo. La primera parada, el Bulevar del Jazz. Y es que la cabra tira para el monte de forma irremisible.
Cada año, el festival Jazz en la Costa premia a una personalidad incontestable del mundo de la música y, en julio, le plantan una placa en el suelo del parque del Majuelo. Esta edición, el agasajado fue Gonzalo Rubalcaba, por ejemplo. Personalmente, además de la de Chucho Valdés, me quedo con la del pianista gaditano Chano Domínguez, cuyos discos venimos oyendo estos días. De inmediato, nos pasamos al Camino Flamenco, pero como hoy no toca hablar de música, quedémonos con las grandes esculturas del parque, con la frondosidad de los árboles y con lo exótico de las mil y una especies que conforman un jardín botánico exquisito. Enormes árboles provenientes del Brasil, Madagascar, México o Bengala, sin querer ser prolijos.
Y todo ello en un enclave arquitectónico único, junto a la antigua factoría de salazones... de los fenicios. Y así entramos en la parte puramente sexi de Almuñécar: su pasado, rico y abundante.
Tartessos
Sexi, Secks, Sexs, Eks o Ex es, según la Wikipedia, como las antiguas fuentes griegas y romanas denominaban a la actual Almuñécar. Perteneciente al remoto reino de Tartessos -cuando los nacionalistas andaluces conceptualicen esa fantasía, los orígenes míticos y mitológicos de otros pueblos cercanos quedarán a la altura de las alpargatas-, Sexi fue una plaza fuerte de los fenicios, pueblo comerciante por naturaleza.
Las salazones de Sexi eran tan apreciadas en la antigüedad como lo es ahora nuestro aceite de oliva virgen extra, sin ir más lejos. O nuestras sardinas. O nuestros corderos segureños, espárragos de Huétor o aguacates subtropicales. ¡Toda una denominación de origen en los primeros albores de nuestra civilización europea!
Ahora debería hablarles del garum, una salsa de pescado preparada con vísceras fermentadas de pescado -gracias Wikipedia por estar siempre ahí para echarnos un capote 'cultista' en estas crónicas-, pero no toca. Básicamente, porque no lo he encontrado. Si mi memoria no me traiciona, en Almuñécar han puesto en el mercado una salsa con ese nombre, pero nuestras prospecciones gastronómicas nos condujeron al restaurante Gabazo, donde oficia Miguel Castilla, y su propuesta gastronómica es tan espectacular -atentos a las próximas entregas del suplemento Gourmet de IDEAL- que nos saciaron las ganas de encontrar nuevos descubrimientos culinarios.
Pero como no queremos abandonar la antigüedad clásica, y a los romanos les tenemos mucho aprecio -somos de los que sí tenemos claro qué hicieron los romanos por nosotros, más allá de ser vapuleados por Asterix y Obelix-, decidimos lanzarnos a la búsqueda del antiguo acueducto que aquellos locos dejaron en estas tierras del sur de la Península Ibérica.
Pongámonos en situación. Apuraba un gintonic en Gabazo. En las calles sexitanas caía la flama. Me encontraba espeso y no atinaba con el Google Maps. Habíamos aparcado en un lugar estupendo -gratis total- y no queríamos mover el coche para usar el GPS. ¿Qué hacer en esas circunstancias?
En ese preciso momento, me acordé de que, justo donde teníamos el coche, había una plaza llamada 'del Acueducto'. Y el sagaz aficionado al noir que llevo dentro activó todas las alertas: 'verás tu, verás tú...'. Efectivamente. Uno de los tramos conservados del acueducto que conducía las aguas del Ríos Verde a Sexi está enclavado en pleno casco urbano de Almuñécar, a cinco minutos de donde nos encontrábamos.
De todas las obras de la antigüedad, las conducciones de agua son de las que más me sugestionan. Acostumbrados a abrir los grifos y que salga agua, no les damos el valor que tienen. Por eso nos hace tanta gracia cuando nos cuentan que los niños saharauis que vienen de vacaciones de verano a Granada flipan con el agua del baño y la cocina, que mana casi de forma milagrosa para ellos.
Rastrear el pasado
Un acueducto romano, como las acequias de los tiempos de los árabes, son logros extraordinarios de una humanidad que, con el calentamiento global y el cambio climático, empieza a valorar el agua en su justa medida.
Si andan ustedes por la Costa Tropical, busquen un hueco entre espetos, cañas y chapuzones para rastrear el pasado milenario de algunas de nuestras localidades más alegres, festivas y bulliciosas. Es cierto que, cuando el cuerpo está en modo relax, con ansia por desconectar y relajarse, eso de hacer visitas culturales parece pesado, pero hagan un esfuerzo. Además de ir a los sitios, hay que tratar de verlos con detenimiento. De descubrirlos y conocerlos. Y para eso, hay que conectar el chip. No se agobien. No consume mucha energía y depara grandes alegrías.
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