Moisés, Filomena y Manuel, en el bar Romero del barrio del Zaidín. Alfredo Aguilar

Bar Romero del Zaidín: 40 años de tapas desde el Mundial del Naranjito hasta el de Qatar

El establecimiento de la calle Primavera de Granada cumple 40 años tras dos generaciones y un nuevo dueño «que es como de la familia»

Miércoles, 7 de diciembre 2022, 00:01

El bar Romero en una esquina del barrio del Zaidín entre las calles Primavera y Bruselas es un jirón del alma de varias generaciones de ... granadinos. Entraron en el local a partir de aquél verano de 1982, cuando el Mundial de Fútbol de la España del Naranjito, a trasegar cañas que costaban treinta pesetas, 0.18 euros de los de ahorita. «Yuna caña bien tirada y en vaso grande, no en esos pequeñitos de ahora», tercia Manuel Romero, fundador del establecimiento y que desde sus noventa años de edad contempla con agrado que haya caído en buenas manos.

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Moisés , de 39 años, son esas 'buenas manos' a las que se refiere Manuel Romero. Entró a trabajar en el local hace ya nueve años, con el hijo del fundador, Manolo, y tras diversas vicisitudes, se hizo con las riendas del local hace ahora dieciocho meses. «El local tiene una gran clientela fruto del trabajo de toda la familia Romero, explica Moisés. «Por eso celebramos que ahora se han cumplido cuarenta años desde la apertura en 1982».

«Abrimos el bar en el verano de 1982, cuando una caña bien tirada con su tapa costaba treinta pesetas»

Manuel

Fundador y camarero

Cuatro décadas que han pasado en un pispás, desde aquella mascota del Naranjito en 1982 al actual Mundial de Catar. Cuatro décadas que han hecho que la caña con su tapa pase de las treinta pesetas de entonces a los actuales 2,20 euros, que suponen 366 pesetas. «Aquí es cuando te das cuenta lo que ha pasado el tiempo de verdad», comparten todos, acodados cómodamente en la amplia barra del local.

Aparece de pronto una caña de cerveza con su tapa. Es un 'romero', la tapa estrella del bar del mismo nombre. «Es un homenaje a esta familia, que siempre me ha puesto facilidades, por ejemplo en pandemia, con el tema de los alquileres», reconoce Moisés, que se siente «uno más de la familia». Es entonces, cuando al escuchar esta frase, Manuel y su mujer, Filomena, asienten con la cabeza.

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Manuel, Filomena y Moisés, comparten anécdotas y recuerdos en la barra del bar Romero. Tatiana, a los mandos de la cocina. Manuel degusta la tapa que lleva su apellido. Alfredo Aguilar

La tapa estrella

Es también entonces cuando este matrimonio, de Castillo de Tajarja, que emigró a Francia para trabajar, sacrificarse, ahorrar, volver a Granada, abrir un pequeño supermercado y luego el actual bar Romero, se encara con la tapa que lleva su nombre y en un santiamén da cuenta frugalmente de ella.«En un bollo de pan que lleva lomo, jamón serrano, anchoa, pimiento morrón, tomate, aceite y picada de ajo y perejil». Una delicia con más estrellas que una guía Michelin.

Desde la ventana de la cocina, Tatiana sigue tímidamente la escena. Es la que actualmente está a los mandos de la cocina del bar Romero. «Entró conmigo, explica ahora Filomena, la mujer de Manuel, también fundadora y cocinera durante largas jornadas de trabajo».

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«Hemos tratado de innovar y de ampliar la carta, porque los tiempos han cambiado, pero siempre se mantiene el espíritu original de la familia Romero»

Moisés

Responsable actual

Revela entonces Filomena el secreto del éxito de las tapas del bar Romero. «En aquellos años ochenta, al principio, para hacernos con la gran clientela que tenemos, poníamos de tapas arroz, carne en salsa, albóndigas, croquetas, caracoles. Y todo acompañado con patatas fritas de verdad». El sistema, el clásico. «Aquí era una primera, una segunda, una tercera y a la gente le gustaban también mucho los buñuelos de bacalao. Pero la que triunfaba era la carne en salsa , que se hacía a diario».

Eran buenos tiempos. «Se instalaba el mercadillo de la Marcha Verde los jueves y sábados, se metía muchísima gente. Llegamos a vender un día 50 litros de leche en cafelitos. De eso me recuerdo mucho. Y 50 kilos de patatas en tortilla. Una cantidad desmesurada para un local tan chiquitito», pero lleno de buena gente y de cuarenta años de historias.

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