Talará suspende sus fiestas en honor a la Inmaculada y el Santo Cristo del Zapato por el coronavirus
Este pueblo es famoso por sus ventas, tahona, chacinería, gastronomía, naranjos, olivos, limoneros, comercios, talleres, artesanos de la madera, cultura y senderos
Rafael Vílchez
Miércoles, 18 de noviembre 2020, 17:50
Talará, capitalidad del municipio de Lecrín, ha suspendido sus fiestas patronales de diciembre en honor a la Inmaculada Concepción y el Santo Cristo del Zapato ... por el coronavirus. La imagen del Santo Cristo del Zapato es venerada en su ermita y la de la Inmaculada Concepción en la iglesia. Según algunos historiadores Talará no tuvo iglesia hasta el siglo XVII. Al principio hubo una ermita que después se amplió consagrándose en 1747 a Nuestra Señora de las Angustias. Y como el recinto religioso se quedó pequeño, en 1783 Ventura Rodríguez diseñó un nuevo templo. La ermita del Santo Cristo del Zapato se construyó en el espacio que ocupó la Rábita de Alcudiatey. En 1884 sufrió grandes daños a causa de un terremoto. La ermita posee un lienzo del Siglo XVII con la imagen del Cristo del Zapato. En la víspera de las fiestas esta imagen es llevada en procesión a la iglesia.
Talará, entre naranjos, olivos y limoneros, fue un municipio independiente hasta 1967, cuando se fusionó junto a Acequias, Chite, Mondújar y Murchas en un solo municipio llamado Lecrín. El Ayuntamiento, ahora presidido por Pedro Titos Martos, se encuentra en Talará. Seis años más tarde de la fusión se incorporó Béznar a Lecrín. En Talará existen desde hace muchos años dos ventas junto a la antigua carretera: la de Natalio y la de Garví. Este pueblo posee una antiquísima tahona que fabrica un pan como el de antes, buenísimo y duradero. Sus tortas de lata son fantásticas. También en este pueblo existen una fabulosa chacinería y unos bares con encanto, entre otras cosas. La Imprenta Lecrín, situada en Mondújar, viene encargándose, entre otras cosas, de la realización del programa de las fiestas de Talará y de otros municipios.
Entre los días más memorables de la historia de la Iglesia se señala el 8 de diciembre de 1854, en el que se declaró el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Acabado de cantar el Veni Creator Spiritus, el Papa Pío IX se levantó y comenzó a leer la Bula Ineffabilis Deus con acento grave y majestuoso. Después de haber invocado a la Santísima Trinidad y a los Santo Apóstoles Pedro y Pablo, declaró solemnemente el dogma más esperado por las generaciones. Dijo el Pontífice que la fe en este misterio, según el cual la Santísima Virgen nació libre del pecado original, fue en todos los siglos creencia católica. A la brillante corona que puso sobre la cabeza de Nuestra Señora la palabra del Vicario de Jesucristo, se añadió la corona de oro que el Papa colocó sobre la cabeza de la imagen de la Virgen que se venera en la capilla de los Canónigos, en el Vaticano.
Para perpetuar la memoria de esta definición dogmática dispuso el Papa que se erigiera en Roma un monumento. La nación española quiso que ese monumento se levantara en la Plaza de España de Madrid. Es una columna de mármol de Corinto, rematada por la estatua de la Santísima Virgen, en la base aparecen las imágenes de Moisés, David, Isaías y Ezequiel, los cuatro profetas que hablaron de manera especial de la Virgen Inmaculada. Aunque va desapareciendo esta tradición, todavía es habitual en algunos lugares cuando algunos mayores entran en una casa, decir: 'Ave María Purísima', y sus moradores responden: 'Sin pecado concebida'.
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