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Vecinos de Sillar Baja buscan señal de telefonía móvil a la entrada del pueblo, donde a veces hay cobertura. Jorge Pastor

Un pueblo fuera de cobertura

En Sillar Baja nunca funcionaron los móviles, pero los vecinos están hartos de permanecer incomunicados | Tienen localizados cinco puntos, como en lo alto de uno de los bancos de la plaza, donde sí hallan una raya de cobertura «si no llueve o hace viento»

Jorge Pastor

Granada

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Martes, 17 de octubre 2017, 00:31

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Once la mañana en Sillar Baja. Rosa deambula como un zombie con el móvil en alto. De acá para allá. De allá para acá. No está haciendo fotos. Tampoco cazando 'pokemons'. Está buscando una rayita de cobertura, sólo una, para mandarle un 'sms' a su hermana. Liturgias de un pueblo fuera de cobertura. A sesenta kilómetros de Granada. El lugar ideal para estresados con necesidad de desconectar, pero un problema para las quince familias que viven todo el año en esta aldea de Diezma -y para quienes la visitan en vacaciones, fines de semana y fiestas de guardar-. «Esta situación te crea mucha sensación de inseguridad por temas de trabajo, porque surja cualquier emergencia o porque, como sucede todos los inviernos, caiga una copiosa nevada y nos quedemos incomunicados», comenta Rosa, quien explica que «al menos tenemos la salida de los veinticinco fijos», todo el cupo disponible para esta pequeña localidad enclavada en las estribaciones de la Sierra de Arana.

¿Soluciones? La primera se llama 'resignación'. Nunca ha habido telefonía móvil. La segunda se llama 'repetidor', una inversión que sólo pueden realizar las compañías. Y la tercera se llama 'paciencia' o dar una y mil vueltas, las que haga falta, hasta hallar ese misterioso emplazamiento en que sí funciona el Whatsapp o las redes sociales -aunque sea durante unos segundos- e incluso se puede recibir alguna llamada con la zozobra de que se puede cortar en cualquier momento. A base de dar muchos paseos, los silleros han descubierto cinco ubicaciones donde los celulares responden y donde es frecuente incluso encontrarse a dos o tres personas aguardando turno: la caseta del agua, junto al cartel de entrada a Sillar, en el campo de fútbol, en lo alto de la Loma y subidos a uno de los bancos de la plaza. Y también en sitios más inverosímiles. Como junto a un cuadro de cerámica que Encarna, de 84 años, tiene en su cocina. Allí, por arte de magia, salta la ansiada 'rayita' que la pone en contacto con el mundo. «Hay que tener mucho cuidado colocando el teléfono sobre el marco para que no se caiga», advierte la buena de Encarna, quien afortunadamente dispone de un fijo para conversar con sus hijas en Granada.

«Necesito estar conectado»

Enrique reside en la capital, donde regenta una peluquería canina, pero va con frecuencia a Síllar, donde tiene una vivienda. «Soy empresario y necesito estar conectado; no me queda otra que dejar el celular estático, en alguno de los puntos donde hay cobertura, seguir haciendo mis cosas y acudir de vez en cuando para comprobar si alguien me ha llamado o me han mandado algún correo electrónico», asegura Enrique. «El principal inconveniente es que no te puedan localizar», lamenta. El asunto ha sido trasladado en varias ocasiones al Ayuntamiento de Diezma, a fin de que tercie ante las empresas proveedoras para que instalen los ansiados postes en lo alto de la montaña que ahora mismo hace de parapeto.

Pilar, una almeriense que pasa las vacaciones en Síllar, es una asidua a la Loma. «Allí llegan los mensajes; al menos a mí», apunta. Y es que, según el operador o según el modelo de móvil, hay más probabilidades de que 'suene la campana'. Ésa es la teoría que defiende Geno. «Eso sí -aclara- cuando sopla el viento o está lloviendo, te puedes ir olvidando; misión imposible».

Francisco ya está jubilado. Le gusta mucho escaparse a Síllar. «Aquí hace fresquito por la noche; tienes que arroparte». «A veces resulta desesperante porque, por mucho que te mueves, no hay manera de que llegue la señal», refiere Francisco, quien entiende que este servicio debería tener la consideración de público en poblaciones que estén más escondidas o con un bajo número de usuarios que no hagan rentables las instalaciones de repetición.

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