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Pampaneira, un tranquilo deambular

En bermudas ·

De paseo entre la música y el arte por los rincones y las fuentes de uno de los pueblos más bonitos de España

jesús lens

Martes, 27 de agosto 2019, 01:28

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Si hace un par de semanas les recomendábamos pasear los tres barrios de Trevélez, hoy nos toca repetir consejo alpujarreño: déjense llevar por las calles de Pampaneira, a su aire, con total libertad.

–¡Luisito! ¡Luisito, a dónde vas! Papá, mamá, que el niño se va a perder –exclama un adolescente de habla fina.

–¡Anda ya! Aquí no se pierde nadie –le responde su padre, con total tranquilidad.

Efectivamente, perderse en Pampaneira, en el sentido habitual del término, es imposible. Perderse, de forma metafórica, íntima y sentimental, sí resulta mucho más fácil, incluso en estos días de Sulayr en que el pueblo presenta un llenazo espectacular.

Mi Alpujarra particular desborda los sentidos cuando leo eso de 'Viajero, quédate a vivir con nosotros' que nos saluda a la entrada del pueblo. Durante unos días, efectivamente, me siento del terruño, alpujarreño y pampanurrio. Y camino. Camino mucho. Me gusta caminar a mi aire, sin sentido alguno. Sin ningún objetivo concreto. Solo subir y bajar las cuestas, cruzar bajo los tinaos y, de vez en cuando, charlar con la gente.

También hago fotos. En una de ellas, sorprendo a un vecino por azar. Al llegar a su altura, me reprende cordialmente. No le gusta que la gente le fotografíe a traición. Y me cuenta que, hace años, en los tiempos de las cámaras analógicas, un hombre le 'disparó' sin pedir permiso y dos semanas después, paseando por Puerta Real, se encontró a sí mismo convertido en postal, en recuerdo foto-etnográfico de La Alpujarra, en blanco y negro.

–Y para colmo, la chica que vendía las postales no me quiso siquiera regalar una de las mías. ¡Me costó dos duros llevarme mi propio retrato! –recuerda entre risas.

Es lo que tiene vivir en uno de los pueblos más bonitos de España: todos los visitantes nos queremos llevar estampas para el recuerdo. De la calle del Agua, por ejemplo. De la fuente de la Chumpaneira. Del hermoso lavadero, tan bien cuidado, desde cuya terraza hay unas vistas extraordinarias de la parte baja del pueblo, las chimeneas, la iglesia y el barranco del Poqueira.

Se lo he contado alguna otra vez: el placer de beber agua fresca en las muchas fuentes de los pueblos alpujarreños. El gustazo de refrescarse la nuca y, llegado el caso, de sumergir la cabeza entera en el pilón. De forma voluntaria y de buenas maneras, que ya saben ustedes que hay otras formas de acabar 'empilonado' cuando eres forastero y das la tabarra.

Por ejemplo, la fuente situada al final del paseo Federico García Lorca, uno de los más especiales de Pampaneira, con su decoración en forma de chimeneas típicas alpujarreñas y algunas casas espectaculares, cuidadas hasta el mínimo detalle. Atención a los versos de Rafael Gómez Montero, impresos en la cerámica de la fuente:

'Puerta abierta de la Alpujarra alpina.

Balcón a la Granada marinera.

Hacia arriba, las nieves del Veleta,

al horizonte, el mar de Salobreña.

¡Viajero de la Ruta Alarconiana!

Caminante que buscas belleza,

el sol, la luz, el aire los castaños,

el agua cristalina del Poqueira.

Para ti, peregrino en sus praderas

levanta al cielo lanzas Pampaneira'.

Lo mejor de los paseos por lugares como Pampaneira es que, cuando se acaban sus calles, comienzan los caminos vecinales que comunican con los pueblos de al lado. Bubión y Capileira, tirando hacia arriba. O el camino del río, si sales hacia abajo. Las casas blancas dan paso a las huertas y los frutales y pasear adquiere todo su sentido más bucólico y natural.

Estos días, caminar por Pampaneira tenía una recompensa doble: encontrar los distintos tinaos en los que se celebran los conciertos acústicos que caracterizan al festival Sulayr. Músicas con raíces y apegadas a la tierra, pero muy distintas entre sí. Que le pregunten a 'Los gambones del castillo' y su encendido 'O sole mio', entonado con fervor en plena hora de la siesta. O la especial sensibilidad de Pilar Alonso y Habbiba Huachaui, una propuesta de flamenco y música árabe de lo más estimulante.

Imagen principal - Pampaneira, un tranquilo deambular
Imagen secundaria 1 - Pampaneira, un tranquilo deambular
Imagen secundaria 2 - Pampaneira, un tranquilo deambular

Y están los rincones tomados por los artistas que, participando en el concurso de pintura al aire libre, reproducen en sus cuadros y cuadernos las preciosas estampas que tienen frente a ellos, tratando de capturarlas con sus pinceles y dejarlas congeladas en el tiempo. A las vecinas les encanta salir y comprobar qué tal están quedando reflejadas en el lienzo sus casas, macetas y decoraciones. Alguna, hasta le aconseja a la artista qué incluir en su obra… y qué quitar, también.

Y están los bares y las tabernas que, con todo el gusto del mundo, se integran en el entorno, con sus acabados de madera y sus plantas, sus ventanas, forjas y cerámicas. Un vino de la tierra y un plato de jamón saben diferente cuando haces un alto en el camino de tu peregrinar por las calles de Pampaneira. Saben mejor. Hace una brisa tan agradable que no molesta pasear bajo el sol. Ni siquiera a mediodía. Se está bien. Muy bien.

Otro de los placeres pampanurrios es entrar en las cada vez más numerosas y habituales tiendas de productos naturales y ecológicos, producidos en la comarca. Mermeladas, mieles, jabones, caramelos, cervezas, vinos… el proceso artesanal convertido en obra de arte. Como el trabajo de los telares, con esas jarapas tan espectaculares. Y la cerámica. Aunque de la cerámica hablamos mañana. Y del chocolate.

Otra de las atracciones de Sulayr han sido las acciones fotográficas coordinadas por La Ampliadora, escuela social de fotografía. Sus miembros fueron haciendo retratos a las personas del pueblo –con su permiso y consentimiento– y después instalaron una mesa móvil en la que el público podría intervenir en las fotografías. Tirando de tijeras, cutter y rotuladores, las imágenes en blanco y negro cogían volumen, se convertían en tridimensionales y en technicolor.

Caminen. Caminen, paseen y deambulen por La Alpujarra. Por la Costa Tropical, la Zona Norte, el Temple, el Poniente y la Capital. Tenemos la inmensa fortuna de vivir en una provincia tan rica en paisajes que no recorrerla, despacio y con tranquilidad, debería ser considerado pecado mortal.

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