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Los mártires de la 'Cuesta de la Amargura'

Los mártires de la 'Cuesta de la Amargura'

Ocho seglares y más de 300 presos fueron martirizados en la 'Cuesta de la Amargura' cuando construían la carretera Turón-Murtas durante la Guerra Civil

RAFAEL VÍLCHEZ

TURÓN

Miércoles, 25 de octubre 2017, 08:36

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Ocho seglares de Almería fueron martirizados por un grupo de republicanos entre mayo y junio de 1938 en el la ‘Cuesta de la Amargura’ de Turón. En este mismo lugar, mientras construían los presos almerienses la carretera Turón-Murtas, fueron también asesinadas por el mismo bando más de 300 personas. Hace unos años el arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, y el obispo de Almería, Adolfo González, acompañados por cuarenta sacerdotes y familiares de los martirizados, se acercaron a Turón para celebrar la Primera fiesta de los mártires de la iglesia española en el siglo XX y recordar a los ocho seglares de Almería que fueron martirizados por los republicanos entre mayo y junio de 1938 en la ‘Cuesta de la Amargura’ de Turón.

Los seglares asesinados en Turón fueron: José Pérez Fernández (25 años); José Casinello Barroetea (41 años); Juan Moya Collado (19 años); Luciano Verdejo Acuña (52 años); Francisco Salinas Sánchez (24 años); Tomás Valera González (19 años); José Quintas Durán (23 años), y Rafael García Torres (34 años). Dos lápidas recuerdan a estos ocho mártires, una situada en el porche de la pequeña Ermita de las Ánimas, y otra instalada en la sacristía de la iglesia.

En una de las lápidas con los nombres de los ocho martirizados, se puede leer lo siguiente: “En estas duras y ásperas tierras, cuesta de amargura y campo de exterminio abrieron caminos desde Turón a Murtas, fueron sacrificados, por odio a Cristo, durante la gran persecución religiosa, los mártires siervos de Dios, fieles hijos de la iglesia de Almería que, como acto supremo de fe y amor, ofrecieron sus vidas a Dios”.

El arzobispo de Granada, Javier Martínez indicó hace unos años en Turón que “la diócesis de Almería, que tuvo muchos hombres y mujeres que dieron su vida por Cristo en la persecución religiosa en los años previos de la Guerra Civil y durante la Guerra Civil, celebra todos los años una jornada martirial. Entonces, van a algunos de los lugares donde ellos dieron la vida o murieron, y rezan y celebran la eucaristía. No en forma de culto a ellos, porque no están beatificados todavía, sino que simplemente rezan, diríamos, para pedir la fortaleza de la fe”.

El arzobispo de Granada también dijo que “los seglares martirizados son un tesoro de la iglesia, porque nos enseñaron dos cosas: primero que Jesucristo es el bien más precioso, que vale más que la vida, y en segundo lugar, que como Jesucristo, independientemente de cuales sean las circunstancias, pues uno puede amar a todos los hombres aunque sean tus enemigos y aunque te estén quitando la vida. Uno puede amar y perdonar. Y yo estoy convencido que el perdón y el amor son lo único que hace progresar a la historia. No los intereses ni las luchas de poder”.

A principios del verano de 1938 comenzaron a circular por los pueblos de la Alpujarra oriental unos rumores siniestros que después se dieron por ciertos. El autor del libro ‘Los Mártires de Turón’, Alfonso Zamora, asegura en su obra que en 1938 se decía que en la carretera de Turón se estaban cometiendo asesinatos. “Una ‘checa’ encargada de los presos políticos llevados a trabajar en la construcción de dicha carretera los iba ‘eliminando’ día tras día por los procedimientos más inicuos y feroces”, relata.

“Las gentes sensatas –según cuenta Zamora- rechazaron al principio tales rumores: “¡Eso no puede ser verdad!”, “¡Eso es absurdo!”, se contestaba a los portadores de dichas noticias, no ciertamente porque los hechos revelados en ellas fuesen plantas exóticas al clima moral de las hordas marxistas; se sabía ya mucho de lo que había pasado en Málaga, en Almería, en Motril, en Adra y en tantas otras partes sometidas al terror de los rojos, y no podía, por tanto, sorprender ningún nuevo crimen por monstruoso que fuera”.

Alfonso Zamora relata también en su libro que “centenares de presos de la zona de Almería fueron enviados a trabajar en la construcción de la carretera de Turón. La iglesia la habían convertido en cárcel. La persecución roja amontonó en las cárceles hombres de todas las profesiones y de todas las edades; muchachos y ancianos, varones ilustres y humildes braceros… Todos estos hombres, desde el sacerdote, el médico o el abogado hasta el más ruin pastor o labriego, vinieron por la vía dolorosa del martirio a constituir dentro de cada ergástula roja algo así como una hermandad de creyentes, como una especie de orden caballeresca con tácitos votos de sacrificio por Dios y por la Patria. De esta benemérita clase de ciudadanos fueron los hombres que los rojos enviaron desde la cárcel de Almería a los campos de trabajo de Turón”.

“El número de presos de la primera expedición que fue a parar a Turón fue de 301. En la segunda expedición fueron llevados 202 hombres”. Casi todos murieron. Un anciano de Turón manifestó que en aquel tiempo hubo que matar a los perros del pueblo porque aparecían en las calles trozos de cadáveres de los presos que iban asesinando cuando hacían la carretera a pico y pala con mucho sacrificio, muchas palizas y vejaciones y con poca comida”.

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