El abrazo de Padul a dos hermanos huérfanos

Desde el pasado día 20 de noviembre, en la vida de Thais e Iván Sánchez se ha apagado una sonrisa. La que lucía su madre, Olga, antes de fallecer a los 56 años. Sus hijos dicen de ella que siempre fue una mujer muy alegre, pero que la vida le golpeó tanto que le deparó un trágico final que ahora la solidaridad trata de reparar en parte. Padul, el pueblo en el que viven, se ha volcado con estos hermanos para ayudarles al quedarse huérfanos en plena pandemia de la Covid-19. Su padre, Fernando, también falleció hace seis años.

Aunque no se le aprecia, porque la mascarilla lo impide, Iván parece haber heredado la alegría de su progenitora. Algo que le permite afrontar su pérdida con una entereza que sorprende, porque tiene 19 años recién cumplidos. A su edad, parece que haya vivido el doble, porque no pierde las fuerzas pese a que despidió a su madre hace solo dos semanas. Con su hermana en paro y él trabajando cuando puede de camarero mientras estudia una FP en Instalaciones de Producción de Calor, el fallecimiento de Olga, que trabajó como camarera de piso, les ha dejado sin apenas ingresos para afrontar los gastos que tienen.

Solos y sin familiares directos que les apoyen, Padul entero se ha volcado para ayudarlos. Emilio José Santiago, concejal de Izquierda Unida en el municipio y vecino del pueblo, fue el que pidió ayuda a través de las redes sociales y la respuesta de los lugareños ha resultado ser abrumadora. «Tengo el móvil que no para de sonar y no dejan de escribir personas prestando su ayuda». Así, una familia se ha ofrecido a pagar dos meses del alquiler del piso en el que viven Thais e Iván, en el mercado de abastos les han regalado carne, una frutera ha hecho lo propio con frutas y patatas y el resto de negocios de la localidad están recogiendo dinero con huchas solidarias.

Toda ayuda es poca para dos hermanos que tratan de salir adelante. «No queremos dinero, queremos un trabajo», explica Thais, de 31 años. Ella no quiere que su hermano tenga que dejar de estudiar y por eso su obsesión es encontrar un empleo. La pandemia no solo le ha golpeado al tener que despedir a su madre, sino que se quedó sin trabajo en Sierra Nevada por culpa del cierre prematuro de la estación. Por si fuera poco, como su cotización entonces era baja, no ha podido tener acceso a ninguna ayuda.

Iván, que estudia en Granada capital, va y viene todos los días desde Padul y trabaja en la cafetería Ágora del municipio cuando no está sacándose sus estudios. El joven está agradecido por el apoyo que ha recibido del pueblo al que se mudaron él y su familia en 2018. Naturales de Madrid, sus circunstancias familiares les obligaron a buscarse una vida más económica lejos de la capital de España. «Al segundo día ya hice amigos», confiesa. Gracias a uno de ellos y a la madre de este, puede moverse cuando no hay autobús porque aún se está sacando el carné de conducir.

El joven sueña con dedicarse a cualquier trabajo que tenga que ver con el deporte y especialmente de montaña. Pero de momento se centra en salir adelante y poder afrontar los más de 500 euros fijos de gastos mensuales que tienen y los 700 que surgen de la declaración de herederos y el impuesto de sucesiones por la muerte de su madre. Hoy en día solo ingresan los poco más de 200 euros que recibe por la pensión de orfandad que tiene Iván por la muerte de su padre en 2013 y que esperan que ascienda poco por el fallecimiento de su madre: «No creemos que llegue a 300 euros». No obstante, además de toda la ayuda recibida, el chico asegura que se han inscrito para la bolsa de empleo del Ayuntamiento de Padul, pero que no les daría trabajo hasta, por lo menos, febrero.

La ola de solidaridad que han recibido Iván y Thais no solo es bonita por el hecho en sí, sino porque poca gente conoce por lo que han pasado ambos hermanos. Olga, su madre, falleció el 20 de noviembre víctima de un cáncer de faringe con metástasis, pero ha estado durante toda la pandemia tratando de saber qué le pasaba. Aunque llevaba dos años con dolores, su estado físico había empeorado en este 2020, pero la crisis de la Covid-19 se cruzó en su camino.

«A mi madre le costaba andar y respirar, pero no sabíamos qué tenía», explica Iván. Aunque intentaron en varias ocasiones que un médico le viese, las citas que tuvo fueron todas telefónicas. El pasado verano, al empeorar su estado de salud, acudió a Urgencias del Hospital San Cecilio (PTS), pero allí solo acertaron a decirle que podía ser víctima del coronavirus, llegando a restarle importancia a un cáncer que nunca se estudió y que derivó en una neumonía y finalmente acabó con su vida.

«A mi madre le hicieron tres PCR y todas dieron negativo. Aun así, insistían en que tenía Covid», lamenta Iván. No fue hasta el 8 de noviembre cuando ya la exploraron y se quedó ingresada en el hospital, cuando ya era demasiado tarde. «Mi madre necesitaba que le miraran lo que tenía y le pusieran un tratamiento». Aunque se pregunta qué habría pasado si hubiesen podido atenderla en persona, se da por vencido: «Por mucho que demandemos, los médicos no estaban haciendo nada mal, sino lo que les decían que hicieran».

Iván asume que han sido «víctimas de las circunstancias». Sin embargo, mantiene la entereza y la mirada para asegurar que saldrán adelante él y su hermana. Que lo harán gracias a la ayuda de todo el pueblo de Padul. «La respuesta de la gente ha sido brutal», confiesa, emocionado. Y con la fuerza de toda una localidad apoyándole y con la sonrisa de su madre impregnada en su ser, Iván tiene claro cuál será el leitmotiv de su vida: «Lucharé para que, si algún día tengo un hijo, no tenga que pasar por lo que yo he pasado».