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La aldea orgiveña de Cerro Negro celebra sus fiestas patronales en honor a la Virgen de Fátima

La aldea orgiveña de Cerro Negro celebra sus fiestas patronales en honor a la Virgen de Fátima

El Mayordomo Francisco Pino ha sido el encargado este año de la organización de este evento religioso donde no faltan la música y la gastronomía completamente gratis

r. vílchez

Domingo, 14 de mayo 2017, 09:51

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Los habitantes de la preciosa y pintoresca aldea orgiveña de Cerro Negro, acompañados por vecinos de otros lugares de la Alpujarra, han celebrado en pleno campo y junto a la ermita construida en 1952, la festividad de la Virgen de Fátima. Este año le ha tocado ser el mayordomo de este festejo al ex alcalde de Órgiva y profesor Francisco Pino poseedor de un cortijo y un mimado viñedo ecológico en este lugar. La lanjaronense Olga Ramos, residente en El Ejido, ha sido la encargada de elaborar una paella para unas 300 personas. Su amiga Isabel le ayudó en estos menesteres gastronómicos.

A la Virgen de Fátima de Cerro Negro se le atribuyen muchos milagros, uno de ellos, quizás el más sonado, fue el que le sucedió hace años a un vecino llamado Ramón (fallecido hace unos años) que de la noche a la mañana sanó de una penosa y mortífera enfermedad que le duró un año, y que en agradecimiento dedicó un año de su larga vida para estar todos los días junto a la ermita y la imagen de la Virgen de Fátima.

El marido de Olga, el célebre músico de Lanjarón, Rafael Gálvez, no paró de cantar a las mil maravillas y tocar el acordeón con gran maestría. En esta fiesta suelen bailar mucho las parejas. Un ramillete de personas, entre ellas el ex diputado y ex alcalde de Nevada, José López, y el conocido orgiveño, Juan José Pino, se encargaron de que la fiesta saliera lo mejor posible y que a todos los asistentes no les faltara de gañote comida y bebida en abundancia antes y durante el almuerzo y en la merienda.

El conocido y famoso carpintero de Lanjarón, Miguel Mingorance, se acercó andando con parte de su familia para y haciendo un largo y casi doble recorrido (Lanjarón-Lanjarón y luego Lanjarón-Cáñar- Cerro Negro) cumplir con una manda. La liturgia fue celebrada por el entrañable sacerdote nacido en Dúrcal hace ocho décadas y residente en Órgiva, Manuel Vílchez. Después de la santa misa las hermanas María del Carmen y María Jesús Fernández, acompañadas de su madre Carmen Vílchez y esposos se encargaron de leer unos estupendos poemas dedicados a su madre y también a la Virgen de Fátima y al Santísimo Cristo de la Expiración de Órgiva.

La escritora y poeta nacida en Caratáunas y residente en Órgiva, Carmela Domíguez, presentó en este lugar su último libro titulado La Alpujarra y mis Coplas. También se pudo ver en esta fiesta a los conocidos lanjaronenses Rafael Pereira (hijo) y José Epifanio; a Pura la del bar de Torvizcón y a su hermana y cuñado que lo hacían por primera vez; al estupendo maestro albañil Cayetano y su señora, de Soportújar; a Emilio El Cabo de Pampaneira en compañía de Paca, su santa madre y sus hermanos; al presidente de los populares de Órgiva, Antonio Trujillo; al concejal orgiveños del Partido Popular, Ángel García y a su señora; al Loli la de la tienda de Órgiva (criada en estos parajes rurales) y a su marido Luis, que hace unos días resucitó en el hospital tras haberlo dado por muerto el cirujano que le operó; a Alberto Aragón, del municipio de La Taha

Lola Vílchez explicó que su padre Francisco (ya fallecido) fue el que echó la promesa de edificar la ermita en honor a la Virgen de Fátima por que había una sequía muy grande que duraba casi tres años y como cesó la construyó con la ayuda de todos los vecinos de Cerro Negro. Antes de la ermita había una hornacina de madera con una pequeña imagen de la Virgen de Fátima que pasaba de cortijo en cortijo por esta zona. Cada 13 de mayo se hacía la fiesta en su honor en un cortijo distinto. Y cuando le tocó estar la imagen en el cortijo de mis padres y celebrarse la fiesta en este lugar, mi padre le prometió a la Virgen de Fátima que si llovía pronto, él con la ayuda de todos los habitantes de Cerro Negro, le construiría una ermita, y como desapareció la seguía la construyeron y compraron la imagen actual que es venerada y procesionada cada año por los alrededores de la ermita.

Según Lola Vílchez el día de la bendición de la ermita acudieron también a Cerro Negro el obispo, seis curas y varias monjas. Yo era muy chica cuando aquello pasó pero recuerdo que acudió toda mi familia y centenares de personas de esta zona y de pueblos de la Alpujarra. También, acudió la banda de música de Pitres y una orquesta de Órgiva que siguieron viniendo después todos los años cuando se celebraban las fiestas que duraban tres días. La ermita, rodeada de flores, ha tenido que ser arreglada en varias ocasiones para que perdure y siga existiendo, terminó diciendo.

Otra alpujarreña, Isabel González, de 79 años, y residente en la aldea orgiveña de Tíjola, manifestó que antiguamente acudían muchas mujeres, más de 30, cada día durante el mes de mayo para rezarle el santo rosario a la Virgen de Fátima y llevarle flores. Algunas mujeres tenían que andar varios kilómetros por caminos muy empinados y trochas para acercarse a la ermita. Eran otros tiempos donde las familias trabajaban mucho, de sol a sol y a veces también por la noche, para ganarse el pan con mucho sudor y sacrificio. En esta zona trabajaba todo el mundo y el que no lo hacía es por que estaba enfermo, aseguró.

Un vecino criado cerca de Cerro Negro, Juan Díaz Carmona, de 79 años de edad, recordó que la ermita se edificó hace 64 años y todos los vecinos dimos peonadas gratis y dinero para levantarla. Todos ayudamos lo que pudimos. En un principio había en una hornacina de madera que iba de casa en casa una pequeña imagen de la Virgen de Fátima. Luego se pudo adquirir la actual imagen con el dinero aportado por todos los vecinos de esta zona y que por aquellos tiempos eran muchísimos. Recuerdo que cuando tocaba limpiar la acequia de Cerro Negro se juntaban 60 propietarios de fincas. También, funcionaron en esta zona donde discurre el camino real de herradura, cinco molinos de aceite movidos por tracción animal y unas escuelas donde el maestro daba clase hasta por la noche por que en este lugar los niños también trabajaban en el campo. Aquí había también muchos mulos y muchas vacas. Yo mismo, dedicado toda la vida al campo, tuve al principio tres vacas y primeramente araba con una burra y una vaca. Ahora, entre otras cosas, tengo un mulo que tiene 36 años y sigo pegado al terruño por que me encanta estar en la tierra que me vio nacer y crecer y desde hace unos años también me está viendo envejecer estupendamente por que me conservo muy bien gracias a Dios y a la Virgen de Fátima, terminó diciendo.

A la ermita de Cerro Negro se puede acceder incluso con vehículo por dos lugares: desde las dos ermitas consagradas al Padre Eterno (término municipal de Caratáunas) o desde la carreterilla de Tíjola. Algunos tramos no están bien señalizados y merecen ser mejorados por que por esta zona, salpicada de cortijos y fincas rurales viaja y transita mucha gente. El pueblo de la Alpujarra que mejor tiene sus pistas asfaltadas y bien acondicionadas es Albondón gracias al que fuera su alcalde Juan Castillo.

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