Fernando Pulido, tras la alambrada de trescientos metros que ha instalado en su finca para limitar la presencia de intrusos.

Los agricultores vallan sus fincas tras perder 50 millones por el robo de sus productos

Piden más respeto a los caminantes y advierten de otros hurtos mayores que alimentan un mercado irregular y peligroso

Jorge Pastor

Jueves, 30 de junio 2016, 00:30

Todos ustedes conocen aquel viejo adagio que dice 'no se puede poner puertas al campo'. Un refrán cuyo significado se asocia a la imposibilidad de ... lograr metas inabarcables. Pero más allá de significados literales o figurados, lo cierto es que, ante la recurrente presencia de amigos de lo ajeno, los dueños de explotaciones ubicadas en zonas como la Vega de Granada están tomando la decisión de vallarlas. No es la panacea, pero como refieren los propios damnificados, «al menos se lo ponemos más difícil a los intrusos». Y es que no hablamos de una contingencia menor. Según estimaciones que realizan organizaciones como la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), el año pasado las pérdidas alcanzaron los cincuenta millones de euros -aproximadamente el cinco por ciento del Producto Interior Bruto agrícola de Granada-, una cantidad donde se incluye el valor en sí de los hurtos y todas las medidas que se están adoptando para ponérselo complicado a los que sisan. A los que pasaban por allí y 'sucumben' ante la tentación de aproximarse al sembrado y llevarse esto y aquello y a los que roban a conciencia normalmente para comercializar a través de la venta callejera y soslayando todo tipo de control por parte de los ayuntamientos.

Publicidad

Pues eso, cincuenta millones de euros. Un quebranto mayúsculo para este sector, que se ha ido agravando durante los años de crisis. Y un palo en toda regla para profesionales del campo como Fernando Pulido, que cultiva alcachofas, espárragos y aceitunas en su finca situada entre las localidades de Valderrubio y Escóznar. «Es un tema muy preocupante; hay gente que va paseando por la orilla de la carretera, muy transitada por paseantes debido a que hay poco tráfico, que repiten un día, otro y otro, y no te queda más remedio que llamarles la atención», comenta Fernando Pulido, que se ha tenido que gastar 2.500 euros en la instalación de una alambrada de trescientos metros de largo. El año pasado le desaparecieron por completo unos seiscientos kilogramos de las alcachoferas más próximas al camino. Unos trescientos euros 'evaporados' como consecuencia de esta especie de menudeo. «No se trata de una cantidad enorme, pero éste es mi trabajo y mi esfuerzo, y nadie está legitimado para quitármelo», asegura Fernando mientras muestra una planta arrancada por alguien del que nada se supo. Tirón y si te he visto no me acuerdo. Nunca ha dado el paso de acercarse al cuartelillo y formular una denuncia, aunque reconoce que si todos los compañeros lo hicieran, quizá sí lograrían una presencia más constante de la patrulla. Según Fernando Pulido, él mismo ha constatado que los 'descuideros' que se dejan ver por sus plantaciones no arramblan con el género por necesidad y porque no tienen para comer. «Si alguien me lo pidiera por este motivo -refiere-, le permitiría que cogiera algo».

Pero este problema no acaba y termina en el menoscabo que sufren los campesinos por esas sustracciones 'ocasionales'. También hay muchos que acuden ex profeso, que aprovechan las ausencias del agricultor, muchas veces en horario nocturno, y que se apropian de cantidades realmente importantes.

Un problema que se ha agravado durante los años de crisis

  • El secretario general de UPA en Granada, Nicolás Chica, reconoce que resulta muy difícil controlar la actividad de los ladrones «ya que normalmente se trata de pequeños hurtos». «Estos productos alimentan muchas veces un mercado irregular y sería importante redoblar los esfuerzos para identificar a quienes están detrás», asegura Chica, quien también reclama una mayor presencia de la Guardia Civil.

  • Chica asegura que este problema ha ido a más durante los años de crisis y se han multiplicado los problemas económicos por parte de las familias. «Los agricultores ya soportan muchos costes y estos quebrantos generan un daño enorme».

El perjuicio es mucho mayor. Y es que la UPA ha comprobado que existe una relación directa entre la presencia más habitual de estos ladrones y los momentos en que los precios de determinados hortícolas, como el espárrago y los ajos, o ciertos frutales, como las peras o las manzanas, se incrementan. Saben que pueden pedir más y, al mismo tiempo, atraer a una mayor clientela al ofrecer la mercancía sensiblemente más barata que en los canales de distribución convencionales. Pero este asunto tiene, además, otras lecturas. Cuando usted acude a un supermercado, cuenta con todas las garantías de que lo se llevará a casa es plenamente apto para el consumo. Hay una etiqueta donde aparecen datos tan importantes como la fecha de envasado o la procedencia. También figuran unos códigos de trazabilidad. Es decir, en caso de que hubiera cualquier tipo de incidencia, se podría conocer de forma automática de qué partida se trata. Información imprescindible en caso de que se detecte cualquier intoxicación o alerta alimentaria. Según advierte la UPA, esta seguridad no existe en el caso de la fruta y la verdura que ha sido obtenida por procedimientos ilícitos. «Lo normal -explica el secretario de UPA en Granada, Nicolás Chica- es que este producto se ofrezca en puntos de venta no autorizados en los mercadillos de los pueblos y también en otros de barrios de la capital como la Chana o el Zaidín». Se les identifica porque no se trata de puestos al uso, con todas las licencias e inspecciones en regla, sino que montan su negocio en carrillos o mantones extendidos directamente en el suelo. UPA recuerda que las tareas de control competen a los consistorios.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad