Miguel y Mari Ángeles, en un carril limítrofe con su finca, con la circunvalación al fondo.

Los 'guardianes' de la Vega

La parcela de Miguel y Mari Ángeles se sitúa justo en el límite entre el gris del cemento y el verde de los cultivos de la Vega granadina

Jorge Pastor

Lunes, 16 de mayo 2016, 01:56

Hablar de la Vega de Granada se ha puesto de moda (afortunadamente). Este enorme espacio, que forma parte del patrimonio cultural, económico y emocional de ... los granadinos, se sitúa en el primer plano de la actualidad porque han hecho causa de ello asociaciones como Salvemos la Vega o Vega Educa, por citar un par de ejemplos, y también por la lucha de irreductibles como Miguel y Mari Ángeles, que han convertido su finca agrícola en un baluarte contra las dentelladas del 'ladrillo'. Y no será porque no los han tentado. «Prefiero un millón de veces mis nísperos que el mercedes o el apartamento en la playa que me podría haber comprado por el dinero que me han ofrecido», comenta sin ambages el bueno de Miguel, que a sus 73 años y una salud de hierro -lleva más de sesenta labrando esas tierras- tiene clarísimo que por allí desde luego 'no pasarán'. Y es que el campo de Miguel y Mari Ángeles, ubicado justo al pasar la autovía, marca el límite entre el gris del cemento y el verde de los cultivos, entre las prisas de la ciudad y los paseos sosegados por la ribera del Beiro, entre la Granada de ahora y la Granada de antes.

Publicidad

Miguel y Mari Ángeles son conscientes de que tienen un tesoro, «un oasis» a cinco minutos de grandes centros comerciales y edificios de más de ocho plantas. «Un día me esperaba a la salida un señor que fumaba un puro más grande que el coche que conducía; me dijo que 'esto valía muchos dineros' y me ofreció comprármelo», recuerda Miguel, quien también recuerda perfectamente qué le respondió: «Lo siento, no está a la venta». Aquello se quedó ahí. Pero ha habido muchas intentonas. Estos terrenos, donde ahora se siembran productos de temporada y crecen los frutales, estaban predestinados a convertirse en ferial. Fue en 2010. El proyecto, que afectaba a una superficie de 140.000 metros cuadrados, contemplaba la expropiación de diecisiete parcelas. Entre ellas, la de Miguel y Mari Ángeles. Un embate que fue contestado con movilización. Los afectados, con el apoyo de plataformas como Salvemos la Vega, colgaron pancartas y recabaron más de 20.000 firmas que entregaron a sus señorías en el Parlamento de Andalucía. «El riesgo no ha pasado; el expediente no se ha archivado», recalca Mari Ángeles. La presión le pasó factura. Cayó enferma. «Parece ser que por ahora el tema no se está moviendo, pero no sabemos si en un futuro, la idea se puede retomar», resume. La crisis, que tiene mil lecturas negativas, también tiene alguna positiva. La construcción no es una amenaza... por ahora. La inversión pública y la ejecución de infraestructuras, tampoco.

El plan de la Vega

  • -

  • Superficie

  • . El Plan Especial de la Vega de Granada abarca 15.993 hectáreas de 27 términos municipales.

  • -

  • Potencial agrícola

  • . A pesar de condicionantes naturales como la escasa pluviometría y las heladas, el suelo es de primera calidad. Se estima que sólo en el área del Plan especial se registra una oferta de 360.000 jornales anuales.

  • -

  • Protección

  • . La Junta trabaja ahora mismo en la elaboración de un Plan Especial que proteja este espacio.

Por eso, tanto Miguel y Mari Ángeles como todos los propietarios de esta zona tienen fundadas esperanzas en que el Plan Especial de la Vega, que promueve la Junta de Andalucía y que está en fase de redacción a partir de las aportaciones de colectivos interesados, blinde la Vega de actuaciones que la pongan en peligro. «No termino de verlo claro», refiere Mari Ángeles. Para ella, este documento no debería soslayar tres aspectos fundamentales. Primero, que no haya cortapisas para que los campesinos puedan sembrar lo que quieran. Segunda, que los políticos tengan muy claro que aquí está prohibida la especulación. Y tercera, que la Vega se convierta realmente en un referente para todos los ciudadanos de Granada, un lugar donde se compatibilicen las tareas agrícolas con el disfrute y el esparcimiento. Peticiones basadas en el sentido común y que ya aparecen recogidas en el preámbulo del Plan.

En este punto conviene recordar que el secretario general de Ordenación del Territorio y la Sostenibilidad Urbana, Rafael Márquez, anunció a principios de marzo que ya se había comenzado la tramitación administrativa para la declaración de impacto ambiental del Plan y «en breve» se dispondrá de ese estudio. El primer paso en firme de un larguísimo procedimiento, iniciado en noviembre de 2008 -cuando el Consejo de Gobierno de la Junta aprobó el Parque de la Vega-, que deberá culminar con el visto bueno a un Plan que, por sus dimensiones y características -abarca 15.993 hectáreas de 27 términos municipales-, se convertirá en un referente para el planeamiento en la comunidad autónoma andaluza. No hay fecha de finalización. Tampoco ningún compromiso en este sentido.

Uno de los grandes axiomas de este Plan es que el potencial de la Vega es enorme. Y lo es por su potencial agronómico. A pesar de condicionantes naturales como la escasa pluviometría y las heladas invernales, el suelo es de primera calidad. Se estima que sólo en el área del Plan especial se registra una oferta de 360.000 jornales anuales. Magnitudes que se quedarán cortas si, tal y como se indica en el Plan, se apuesta por plantaciones que garanticen la rentabilidad y, lo más importante, se encuentren los canales de comercialización más convenientes. Para que todas estas palabras se conviertan en hechos se habilitarán tres instrumentos: un programa de actuaciones para favorecer el reacoplamiento de la superficie agraria y la propia ciudad, un plan para promover el desarrollo económico y la conservación y mejora de los valores ecológicos y culturales, y la puesta en marcha de un órgano de gestión que se dedique fundamentalmente a planificación y gestión.

Publicidad

Paz y silencio

Mientras tanto, Mari Ángeles y Miguel seguirán disfrutando de dos bienes tan preciados como la paz y el silencio. La paz de unos caminos que ahora son transitados por andarines, runners y ciclistas. Y el silencio que, pese a la intensidad del tráfico a apenas cien metros de su casa, propicia la plantación de unos pinos que ejercen de pantalla vegetal contra el estruendo. Un sosiego que sólo 'interrumpe' -valga la expresión- el trinar de la decena de especies de pájaros que, según el propio naturalista Joaquín Araujo, pululan entre los árboles del cortijo de Miguel y Mari Ángeles. «Y es que la Vega no sólo es famosa por la fecundidad de su tierra, donde se siembran habas, berenjenas, maíz o tomates, sino también por su biodiversidad y por la belleza de un paisaje que atrae a propios y extraños», asegura Miguel. «La Vega nos aporta felicidad, salud y seguridad de que nunca nos faltará para comer», apostilla Mari Ángeles.

Miguel, embutido en su gorra de labriego, sigue levantándose temprano todas las mañanas para darle al azadón y tener su explotación, de más de 8.000 metros cuadrados, en perfectas condiciones. «Yo sigo luchando por esto todos los días porque, al igual que sucede con la Alhambra o con Sierra Nevada, sería imposible concebir Granada sin su Vega, que ha sido una despensa de alimentos desde tiempos inmemoriales», dice Miguel. Él se muestra confiado en el presente, pero también en el futuro «porque te das cuenta de que no estamos solos en la lucha, que cada vez hay más gente implicada y que también hay jóvenes que están dispuestos a coger la antorcha para seguir defendiendo esto».

Publicidad

Miguel es la cuarta generación de una familia de agricultores. Él cogió la azada hace sesenta años y desde entonces no la ha soltado. Seis décadas en las que ha visto cómo el casco urbano de Granada crecía y la Vega se empequeñecía. «Recuerdo aquellos tiempos en que los cultivos llegaban hasta el Carril del Picón», rememora.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad