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Un cartel anuncia la venta de todos los artículos que todavía almacena este veterano establecimiento.
Cierra el 'decano' de la Alpujarra

Cierra el 'decano' de la Alpujarra

El comercio más antiguo ha funcionado de forma continuada durante un siglo

RAFAEL VÍLCHEZ

Domingo, 23 de agosto 2015, 01:35

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Estas fechas son días de despedida en la 'Ferretería Victorino', de Órgiva; un comercio con encanto. Después de más de un siglo atendiendo a clientes de la Alpujarra y el Valle de Lecrín, echará el cierre definitivamente. Esta tienda, con sabor a antaño, ha sabido mantener su estilo. Nunca ha sido desfigurada. Más bien parece un museo de usos y costumbres. Este comercio posee un largo mostrador de madera y unas vitrinas labradas a medida muy antiguas. Sus pesos de platillo y cobre son una joya. Muchos serán los clientes que le echarán de menos porque siempre ha sido un referente importante en el comercio alpujarreño, ofreciendo calidad y buen trato y precio.

Con el cierre de la 'Ferretería Victorino' se acabará un ciclo en la forma de entender la profesión de comerciante, donde la atención al cliente siempre ha estado por encima de los demás intereses. La tienda llama poderosamente la atención. En sus días de esplendor fue todo un alarde de modernidad. «Yo me hice cargo de la ferretería en 1970 y en los últimos años ha estado al frente de ella mi hijo Juan José, que al contraer una enfermedad ha tenido que dejarla», explica el yerno de Victorino Girela Vílchez. «Antes que yo defendió el comercio mi suegro y anteriormente su padre, y al principio Manuel Ayllón», añade. A lo largo de su vida «en este local se han vendido también encajes, telas, componentes funerarios, copias de llaves, salazones, trajes a medida, chaquetas de pana, sombreros de fieltro, muebles, marcos, cristales y un sinfín de cosas más», apostilla Juan José Martín.

El veterano tendero conserva la lista de proveedores que surtían a la 'Ferretería Victorino' antes de la contienda, así como facturas y recibos.

Durante la Guerra Civil tuvo que ser cerrada y marchar su dueño a otra parte porque era republicano y tuvo amenazas de muerte. Entre el centenar de proveedores de la tienda orgiveña se encuentran la Fábrica Antelo, de Granada, que le surtía de gorras; Luis Díaz y Rafael Gutiérrez hacían lo propio con somieres; y Gustavo, de Motril, se encargaba de llevarle tejidos. La tienda abría sus puertas todos los días de la semana. Aún posee este lugar botones de piedra, boquillas de quinqué, alfileres del tiempo de 'María Castaña', tornillos de los que usaban los trabajadores en las minas de Órgiva, entre otras cosas.

Facturas

En la 'Ferretería Victorino' también se conservan facturas muy antiguas, de cuando Victorino (padre) además de defender su negocio era 'semanero' en el Valle de Lecrín y la Alpujarra. Relata Juan José, acompañado de su esposa María Encarnación Girela, que «todos los días Victorino emprendía camino con su burra cargada de encargos para entregarlos a sus clientes y cobrarlos a plazos semanales. Entre sus anotaciones aparecen, por ejemplo, Adela Gijón, de Mondújar, que le compra a plazos un cazo, una olla y una cacerola por once pesetas y quince céntimos; Francisco Ruiz, de Restábal, que le adquiere por siete pesetas y sesenta céntimos dos tenedores, dos cucharas y cuatro platos; u Otilia, de Talará, que le adquiere una olla por siete pesetas y veinte y cinco céntimos», relata.

También cuenta Juan José dos casos muy curiosos ocurridos en su ferretería. «Una vez, estando en la tienda con mi suegro, entró una mujer que dijo que venía de Argentina para conocer la tierra de sus ancestros y para saldar el pago de 230 pesetas que le debía su abuela a mi suegro desde hacía casi 40 años». Otra vez «se acercó un hombre para comprar un cristal cuadrado y dijo que lo cortaran con la siguiente medida: dos cuartas, más la suela de una alpargata, más la caña de un escobón y dos dedillos más. Mi suegro se quedó perplejo y recomendó a su cliente que las medidas las tomase con un carrizo y las señalasen porque eran más fiables».

Agrega que su suegro era muy querido y respetado, porque era serio, cabal y formal. A él, además de encantarle el comercio, le apasionaban los crucigramas, los jeroglíficos e IDEAL, «periódico que nunca ha faltado en nuestro comercio ni faltará en nuestra casa cuando este se cierre», dice finalmente.

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