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rafael vílchez
Miércoles, 3 de junio 2015, 01:12
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La iglesia de Cojáyar se encuentra resquebrajada y clausurada desde hace más de una década por su mal estado de conservación. Desde la calle alpujarreña se distinguen brechas y grietas de gran tamaño. Su reforma permitiría la reactivación del culto en este templo del siglo XVI, consagrado a San Antonio de Padua. Cojáyar fue municipio independiente hasta que en 1927 se fusionó con Murtas. En otros tiempos llegó a tener 600 habitantes. Ahora residen de manera continua un par de docenas de almas.
La cuidadora de la iglesia de Cojáyar, Isabel Fernández, recuerda que «comenzó a deteriorarse mayormente a raíz del terremoto acaecido en esta zona hace poco más de 30 años. Y claro, cuando una cosa no se arregla y se deja, pasa el tiempo y se agrava la situación como así ha ocurrido. Según un técnico de La Curia, la reforma de la iglesia costaba hace años unos 33.000.000 de pesetas. Un albañil dijo que el mismo trabajo lo realizaba por menos de la tercera parte de ese dinero, pero como nadie de fuera nos ayudó la iglesia sigue empeorando y las misas las realizan el cura que viene de otro pueblo en la pequeña sacristía y si es de muerto en la calle», asegura.
La mayoría de los bienes del interior del templo de Cojáyar se encuentran ahora en la sacristía. La fachada de la iglesia presenta daños visibles, parte de ellos debidos a la falta de mantenimiento. Según algunos entendidos se precisan refuerzos en algunas zonas, como por ejemplo, el arco toral, para garantizar la estabilidad del templo. Se trata una iglesia de una nave rectangular y capilla mayor diferenciada mediante un arco toral. Los muros son de ladrillo y cajones de mampostería.
Isabel Fernández señala que «los habitantes de Cojáyar y sus familiares que residen en otros lugares están dispuestos a aportar dinero para las obras de la iglesia, aunque para poder realizar todo el proyecto precisamos ayuda de fuera y no descarto dirigirme al mismísimo papa Francisco para ver si puede ayudarnos a salvar lo que tanto queremos. Y es que con el arreglo de la iglesia volverían a celebrarse los actos y cultos religiosos como Dios manda. Yo, por querer tanto a la iglesia, la cuido, incluida la torre, y con una vecina aportamos el dinero para pagar el recibo de la luz por que nos dio mucha pena cuando la cortaron a cal y canto por falta de pago», manifiesta Isabel.
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