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Gonzalo Delacámara. IDEAL
«El problema es que se ha desplomado la inversión en infraestructura de agua»

«El problema es que se ha desplomado la inversión en infraestructura de agua»

Entrevista a Gonzalo Delacámara, director académico del Foro de la Economía del Agua | Granada acogerá mañana la décima edición de este encuentro para debatir sobre la economía circular del agua y los retos del sector

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Lunes, 25 de marzo 2019, 00:26

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Gonzalo Delacámara (Madrid, 1973) es el director académico del Foro de la Economía del Agua que se celebrará mañana en el Centro Lorca de Granada, a partir de las 09.00 horas. Vinculado desde hace años a instituciones relacionadas con el estudio del agua, Delacámara es coordinador del departamento de Economía del Agua de la Fundación IMDEA Agua y es profesor de Análisis Económico en numerosas instituciones de postgrado en España y fuera de España. Considera que es necesario colocar la «importancia» de la economía circular del agua en el debate y la agenda política por los beneficios globales que puede aportar a la sociedad reutilizar las aguas residuales regeneradas.

-¿En qué cuestiones se va a centrar el décimo foro Economía del Agua que se celebrará en Granada?

-Fundamentalmente en torno a ese concepto de economía circular, que no es nuevo, pero sí para algunos ciudadanos. Debatiremos sobre la capacidad que tenemos de que todo aquello que es un residuo ahora, a través de determinados procedimientos, puede tener una segunda vida o más. Al final, lo que esto implica es mimetizar el comportamiento de la naturaleza donde nada es un residuo.

-¿Por qué habéis elegido Granada para este evento?

-En buena medida por el caso de Emasagra, la empresa que presta el servicio en la capital y parte del área metropolitana. Es una empresa que recientemente ha recibido un reconocimiento muy importante por parte de Naciones Unidas por su capacidad de ser autosuficiente en términos energéticos con la depuración de las aguas residuales y garantizar un proceso de economía circular.

-¿Van a presentar a Emasagra como un caso de éxito en el Foro de la Economía del Agua?

-Habrá referencias a ello, sí, porque es un caso de éxito en tres sentidos. Por un lado, en la gestión del ciclo urbano del agua, los servicios de abastecimiento potable y el saneamiento es una empresa con una infraestructura muy tecnificada y con logros muy importantes. Además, como el resto del sector a nivel nacional en los últimos 25 años se ha conseguido reducir el volumen de agua que se pierde en el proceso previo al consumo y, en paralelo, se ha avanzado en un modelo de economía circular con un importante esfuerzo en la eficiencia de los recursos (agua, energía y materiales). Y, por último, su carácter mixto, con un acuerdo entre el titular de los servicios e Hidralia, es un buen ejemplo de colaboración entre sectores.

-¿Prevén que sufran especialmente las zonas rurales por la escasez de agua?

-Sí. España es el tercer país de la Unión Europea con más municipios y más del 80% tiene menos de diez mil habitantes. Según un estudio reciente de la Universidad Autónoma de Barcelona, una parte importante de estos municipios está en riesgo de desaparición por la despoblación. Como dificultad añadida el modelo español trasladó las competencias de agua a los ayuntamientos, algo que tiene muchas ventajas pero en ocasiones también algún problema porque no siempre tienen capacidad financiera o recursos humanos. En este sentido, los problemas que nos estamos encontrando no tienen que ver tanto con el abastecimiento sino con el tratamiento de aguas residuales. Y Granada, y Emasagra en particular, ha conseguido convertir este problema en una oportunidad porque no sólo reutiliza el agua; también recupera la energía e incluso reconvierte sólidos que se pueden utilizar como nutrientes para la agricultura.

-¿Cómo valora la infraestructura de abastecimiento y de depuración de agua en España, en general, y en Granada, en particular?

-El sector está altamente tecnificado. Se recogen prácticamente todas las aguas residuales y el 80% alcanza un tratamiento aceptable (secundario), pero el problema está en que solo un tercio pasa por tratamientos avanzados. Ahí tenemos mucho margen de mejora, pero tenemos una dificultad fundamental. El problema es que se ha desplomado la inversión en infraestructuras de agua. Gran parte de las redes se hicieron en las décadas del desarrollo en España, en los sesenta, setenta y algo en los ochenta. En aquellos años se trabajaba con materiales que no eran adecuados, que empiezan a generar problemas y los logros del agua no registrada se ponen en cuestión. De hecho, han repuntado las pérdidas de agua en alta. Anualmente la tasa de reposición de las redes es de un 0,6% y del alcantarillado un 0,3%, por lo que la vida útil de la red en algunos casos podría irse por encima de los cien o doscientos años, algo que no nos podemos permitir. En Granada, por ejemplo, no hay problemas graves en cuanto a la calidad del agua, pero sí hay problemas serios por los nitratos que transporta el agua como consecuencia de la contaminación, que se filtra en la tierra en los municipios de la capital y el área metropolitana.

-En Granada se lleva hablando más de una década sobre la necesidad de que la Junta de Andalucía construya infraestructuras de depuración, pero el avance ha sido escaso. ¿Qué problemas genera este déficit de estaciones de depuración?

-Hay algunos muy evidentes. En municipios pequeños hay incumplimientos por olores o insalubridad, pero a nivel de un área de servicio como la de Granada, con casi 400.000 habitantes, los problemas pueden ser importantes. Cuando se instala una estación depuradora de agua residual se suele hacer para tratar nuestros residuos y otros tipos de aguas que proceden de la limpieza de ropa, de la cocina o de la limpieza de la casa. Para esto la mayoría de estaciones están preparadas, pero hay tres problemas a nivel nacional sobre los que hay que hacer un esfuerzo inversor. Por un lado, están los nutrientes que, en parte, contaminan los acuíferos, terminan en los ríos por las lluvias y las depuradoras deberían eliminarlos y no siempre está ocurriendo. Luego se encuentran los contaminantes emergentes, que todavía no generan un impacto directo sobre la salud pública, pero sobre los que la Comisión Europea ha alertado del impacto sobre la salud pública que pueden generar a largo plazo. El tercer desafío es la gestión de aguas pluviales con lluvias torrenciales en momentos muy concretos que empiezan a generar problemas de inundaciones y nuevas escorrentías que las estaciones no están preparadas para limpiar.

Un gestión de conflictos

-¿Y cómo se pueden transformar estas estaciones de aguas residuales?

-La gestión del agua es una gestión de conflictos, pero cualquier crisis de agua es una crisis de gobernanza y necesita políticas globales. Se deben usar todos los recursos disponibles para garantizar la seguridad hídrica y ser capaces de avanzar en un nuevo acuerdo social. En paralelo, hay que mejorar la gestión de las cuencas y preservar el interés general. Necesitamos generar las condiciones para que los nuevos modelos de gestión se puedan ver en la práctica.

-En el sector agrario se ha implantado la necesidad de convertir las tierras de secano en cultivos de regadío. ¿Es realmente esta una solución para el sector o 'asfixia' al agua?

-Todas las zonas de condiciones climáticas similares tenemos muy buenas razones para tomar malas decisiones. Disponemos de un suelo de buena calidad, muchas horas de sol y la dificultad reside en que nos falta agua. Cuando se produce una sequía los cultivos de secano son los primeros en padecer, pero la transformación a regadío depende de cómo se haga. Lo que observamos es que en 1950 la agricultura suponía un 12-15% del PIB y el 25% del empleo. Ahora el sector supone algo menos de 2,5% del PIB y del 5% del empleo, por lo que ha perdido una importancia relativa muy importante. Sin embargo, sigue siendo el que usa el 70% del agua que se consume a nivel nacional. Los regadíos que se implantan ahora son tecnificados y controlados. El problema es que a veces el uso eficiente genera incentivos para cambiar de cultivos, expandir la actividad o usarla de manera intensiva y los ahorros que se consiguen a nivel de parcela no se trasladan a la cuenca. Pasar de secano a regadío es la tentación inmediata, pero también nos tenemos que plantear si hay capacidad para dar concesiones de agua en la zona.

-En Granada existen zonas propensas a la desertificación. ¿Cómo de lejos o de cerca está este problema?

-Mucho más cerca de lo que nos gustaría. Es un proceso que tiene su origen en la mano humana. El 70% del territorio nacional está en riesgo de desertificación y afecta progresivamente a provincias como Granada. Hay que ser conscientes del desafío que supone y de que el coste de revertir esta situación es altísimo. Si se espera a un evento crítico para tomar decisiones la gama de soluciones será limitada y el coste de las mismas mucho más alto. Hay que trabajar de manera preventiva, en vez de hacerlo de forma reactiva.

-¿Por qué no se abordan las cuestiones de agua a nivel estatal? ¿Por qué hablan ustedes de la necesidad de que exista un regulador del agua estatal?

-No hemos defendido nunca un regulador único estatal porque las competencias son municipales, pero sí apostamos por la necesidad de crear principios únicos de regulación. En la práctica, tienes a cada uno de los municipios generando, a través de ordenanzas, su propio modelo, pero no está tan bien cuando uno se da cuenta de las asimetrías de lo que se paga por vivir en una ciudad u otra. Estamos perdiendo mucha transparencia y el ciudadano no termina de entender bien las diferencias de precios entre unas ciudades y otras, por lo que necesitaríamos avanzar hacia esquemas que permitan una mejor regulación y control público y lograr incentivos para que los municipios que son más pequeños cooperen en las respectivas áreas de prestación de servicios más amplias.

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