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Sara Bárcena
Sábado, 4 de noviembre 2023, 00:25
Pocas sensaciones hay más emocionantes que la de ver a un niño caminar por primera vez. Los primeros pasos que se dan en la vida ... siempre marcan un antes y un después. Aunque muchos niños ni siquiera pueden recordar ese momento, para otros sí es realmente especial. Para Mateo lo fue, desde luego. Este pequeño de Granada tiene parálisis cerebral y ayer, a sus nueve añitos, por fin pudo dar los primeros pasos de su vida.
Un exoesqueleto pediátrico hizo posible que el sueño de este niño, y de toda su familia, se hiciera realidad en la gala benéfica organizada por Aspace, la asociación granadina de atención a personas con parálisis cerebral, que se celebró anoche en el Hotel Abades Nevada Palace de la capital granadina. Allí, autoridades, empresas y ciudadanos en general llenaron un amplio salón, expectantes, para ver a Mateo caminar.
El pequeño, el más sonriente del lugar, dio la bienvenida a los asistentes y saludó a sus padres y a su hermano con mucha emoción. «¡Ay, y un saludo a los abuelos!», exclamó. Para Mateo, lo más importante esa noche no era caminar, sino tener y sentir cerca a su familia. «¡Que lo paséis muy guay!», soltó de repente. Y, acto seguido, sus piernas se empezaron a mover. Un paso. Y otro. Y otro. Mateo miraba sus pies con mucha curiosidad, mientras su hermano revoloteaba cerca del escenario sin poder contener la ilusión.
Todo gracias al Atlas 20-30, el primer exoesqueleto pediátrico del mundo que ayer se usó por primera vez en Andalucía. Lo diseñó Elena García, investigadora del CSIC, cuando conoció a Daniela, hija de un compañero que sufrió un accidente y quedó tetrapléjica. Empezó a pensar cómo mejorar su calidad de vida. Tras once años de trabajo, hoy Mateo y otros niños con cualquier patología neurológica o neuromuscular pueden beneficiarse del dispositivo.
El exoesqueleto tiene seis motores, en cadera, rodilla y tobillos, y otros dos que impulsan la movilidad en superficies planas y lisas. Además, se controla desde una tablet en la que se ajustan los parámetros de movilidad. Y, por si fuera poco, gracias al modo activo, ofrece beneficios no solo físicos, sino también emocionales y cognitivos.
Los padres de Mateo nunca pensaron que su hijo podría caminar algún día. «Creía que esto nunca iba a llegar a nosotros. Lo veía una realidad para otras personas», explicó a este periódico su madre, María José. Ella y su marido contactaron con Aspace hace tres años, cuando Mateo cumplió 6 y empezó a necesitar una «atención total».
Es lo que ofrece esta asociación, servicios de fisioterapia, psicología, neurología… Y, ahora, también un exoesqueleto pediátrico, «una herramienta terapéutica fundamental para su desarrollo», según su padre, Rafael.
Así, entre lágrimas de emoción y sonrisas de oreja a oreja, Mateo se convirtió en el protagonista de una noche que nunca olvidará. La noche en la que dio los primeros pasos de su vida. Que no los últimos.
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