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Pablo Delgado socorrista en la playa de Salobreña. JAVIER MARTÍN
«Hay muy poco civismo, los bañistas se quejan pero no cuidan las playas»

«Hay muy poco civismo, los bañistas se quejan pero no cuidan las playas»

Al sol ·

Entrevista a Pablo Delgado, socorrista de playa

mariam romero

Lunes, 12 de agosto 2019, 01:03

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Pablo Delgado, psicólogo y opositor a Guardia Civil trabaja de socorrista en Salobreña cada verano desde hace trece años. En su día a día ha visto desde parejas teniendo relaciones a plena luz del día hasta asaltos con palos de sombrilla. Para poder ejercer el oficio en la playa es necesario tener una acreditación especializada para la zona debido a los riesgos y dificultades que presenta en comparación con piscinas o parques acuátuicos.

Pablo y sus compañeros, cada día al llegar a su puesto, hacen un reconocimiento del estado del agua, el nivel de la marea, la intensidad del viento y la presencia de medusas, para así colocar la bandera correspondiente. Dividen tres zonas de vigilancia, primera línea de agua, desde la orilla del mar hasta las boyas amarillas, la zona de la arena y por último, el paseo marítimo y los edificios en primera línea. Y es que su deber no solo consiste en vigilar el agua sino que si hay cualquier tipo de problema fuera de la playa también será el socorrista quien tenga que ir al rescate.

-¿Cuáles son las dificultades a las que se enfrenta un socorrista de playa?

Diría que entre muchas, la aglomeración de gente, cuando hay muchas sombrillas en la arena nos dificulta bastante la visión. También el área de vigilancia es muy extensa y no tenemos mil ojos, por eso es fundamental la colaboración de los bañistas y que hagan señas con los brazos en caso de que alguién se encuentre en peligro.

-¿Te permite tu horario laboral disfrutar del verano?

-Teóricamente termino de trabajar a las 20.00 horas y por las mañanas no madrugo excesivamente. Pero al final todos los días acaba ocurriendo algo, se te pierde algun niño a última hora y acabo llegando a casa más tarde de lo previsto. Luego desde que me ducho, ceno y todo, al final, como mucho me da tiempo a tomar una cerveza e ir a casa porque, eso sí, tengo que dormir mis ocho horitas para poder rendir al día siguiente. En fin, entre unas cosas y otras acabas viviendo para trabajar y poco se puede disfrutar del verano.

-¿Cuales son los casos más frecuentes a los que te enfrentas a diario?

-Lo más común son los desmayos, hay todos los días prácticamente, también heridas y algún ahogo pero son menos frecuentes que en piscinas o en parques acuáticos. El problema es que cuando los hay, son mucho más peligrosos.

-¿Cuál es la anécdota que más gracia te ha hecho este verano en el trabajo?

Pues hace unos días tuvimos que separar a dos hombres porque uno de ellos quería asaltar al otro con el palo de una sombrilla. Fue bastante surrealista y anecdótico la verdad. También nos encontramos un perro y lo acogimos durante unos días, nos encariñamos todos mucho con él.

-¿Has tenido algún momento embarazoso?

-Siempre que encontramos a alguna pareja manteniendo relaciones sexuales en la playa a plena luza del día y hay que ir a llamarles la atención.

-¿Es verdad que los socorristas ligan tanto como la gente piensa?

-Eso dice la gente, por lo menos en mi caso no ha pasado, yo diría que es una leyenda urbana. Te pueden decir algún piropo, pero poca cosa más.

-¿ Hay algo que te moleste o que te haga sentir presión en tu trabajo?

-Por lo general, las exigencias de la gente por el estado de la playa. Nosotros hacemos todo lo que podemos, pero también pedimos colaboración por parte de todos ya que la playa es un bien común y para mantenerla limpia y cuidada lo ideal es que lo hagamos entre todos. En conclusión, hay muy poco civismo, la gente no cuida las playas, los socorristas animamos a que se cuiden pero la gente, además de dejar latas de cerveza por ahí tiradas, se encara cuando se les pide colaboración. Nos exigen mucho sin ser conscientes de que los responsables son ellos mísmos.

-¿Cómo definirías el trabajo de un socorrista de playa?

-Diría que es una actividad de riesgo, difícil y con mucha responsabilidad, pero al mismo tiempo es muy gratificante.

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