La plaga silenciosa del suicidio entre los jóvenes
Expertos repasan con IDEAL el abordaje de la ideación y conducta suicida desde campos como la educación, la sanidad y la familia
Sufrir en silencio tiene un precio que puede resultar disparatado. Esa invisibilidad del dolor es especialmente peligrosa en quienes apenas han empezado a vivir, los ... jóvenes. La historia reciente de Andalucía es abrumadora. El pasado 14 de octubre, en Sevilla, Sandra Peña se quitó la vida tras supuestamente haber sido víctima de acoso escolar en el colegio en el que estudiaba, Irlandesas de Loreto. Tenía 14 años. Hace solo una semana, dos menores de 15 y 16 fueron halladas muertas en un parque de Jaén. Aunque esta vez el 'bullying' se ha descartado, todo apunta a que se trata de sendos suicidios, pero es pronto para confirmarlo. La investigación judicial sigue en curso.
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Estos han sido los casos más mediáticos en la comunidad este año, pero no los únicos. Las adolescentes de Jaén se conocieron en el IES El Valle. En ese mismo centro estudiaba otro chico que días antes también se quitó la vida. El pasado domingo, otro más lo intentó en Sevilla. Afortunadamente, los serenos, agentes cívicos que patrullan las calles de noche, pudieron evitarlo. La lista de jóvenes fallecidos por esta causa es preocupantemente larga. Según el INE, en Andalucía, en 2024, tres menores de 14 años se suicidaron… pero entre 15 y 29 años fueron 55. En todo el país, Fundación ANAR atendió 5.153 llamadas de menores que pensaban suicidarse; 1.124 estaban en el intento cuando llamaron. La pregunta es, contra esto, ¿qué podemos hacer?
Los expertos lo tildan de «epidemia» y reclaman que se refuercen los sistemas de detección y seguimiento, empezando por lo más básico, lo más cercano a los adolescentes, el centro educativo. La enfermera escolar es clave en el cuidado de alumnos con enfermedades crónicas o discapacidad, pero también está especializada en reconocer conductas que pueden favorecer el suicidio. Esta figura se implantó formalmente en 2020 en Andalucía y desde entonces funciona como enlace con las unidades de salud mental infanto-juvenil del Servicio Andaluz de Salud (SAS).
Desde 2023, los docentes andaluces cuentan con una guía que detalla comportamientos, actitudes y señales que pueden indicar que un estudiante está experimentando pensamientos suicidas o ha comenzado a autolesionarse. También recoge el protocolo de actuación. Deben estar formados para identificar con rapidez los signos de alerta; mantener una comunicación confidencial; intervenir de forma inmediata y derivar a salud mental, y colaborar con las familias de manera respetuosa y siempre que sea apropiado. De tener sospechas, cualquier miembro de la comunidad educativa puede dar la voz de alarma.
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En consulta
Detectado el riesgo, el centro debe garantizar atención médica y psicológica urgente al alumno. Se le ofrecen líneas de apoyo, como el Teléfono contra el suicidio, y es derivado a su médico de cabecera o pediatra, si es menor de 14 años. «Son pacientes muy jóvenes, están desarrollando su personalidad y muchos no son conscientes de lo que les pasa. Les hacemos algunas preguntas para saber si están bien en clase, en casa, cómo usan las redes sociales… y les explicamos que un compañero les va poder ayudar», explica Belén Villarubia, coordinadora de Atención Primaria del Sindicato Médico de Granada.
Conocer al paciente y su entorno facilita el diálogo; la longitudinalidad es fundamental. «Cuando has visto nacer a ese chico sabes según entra por la puerta que no está bien». Aunque muchos jóvenes acuden a urgencias extrahospitalarias. «Vemos si pueden quedarse con su familia, con medicación, y que sean vistos por su médico de cabecera, o si es necesario un traslado urgente, incluso no voluntario, a hospitalización si su vida corre peligro», apunta Julia Vargas, médico en Urgencias de Gran Capitán. Asegura que «todas las semanas» reciben avisos por autolesiones en adolescentes, sobre todo, desde centros educativos, y lamenta que no haya un experto en negociación emocional.
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Los médicos de familia realizan controles presenciales y telefónicos del paciente y del familiar, pero el seguimiento se hace desde salud mental, en atención primaria, en la unidad comunitaria o en la infanto-juvenil. «Aquí se derivan los casos más graves, que son tratados en consulta y si se requiere, ingresados; si no, al hospital de día», indica Cristina García, coordinadora de la unidad de salud mental comunitaria de El Toyo, dependiente del hospital Torrecárdenas de Almería. Según ella, las conductas autolíticas en adolescentes han aumentado «mucho» en los últimos años. «Se nota en la demanda asistencial».
Esta psiquiatra infantil lo relaciona con que «hoy en día es mucho más complicado ser niño o adolescente que hace unos cuantos años». Lo achaca también a las redes sociales, donde su imagen está «muy expuesta» y tienen acceso a información que puede ser perjudicial. Asimismo, aboga por un uso responsable de los medios de comunicación. «A raíz de los últimos sucesos, la información ha afectado mucho y algunos niños se han visto atraídos por un efecto llamada. Es verdad que nos han llegado muchos más casos de intentos autolíticos desde los colegios, que lo han detectado y han activado protocolos», asevera.
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Efectividad «muy limitada»
Los protocolos educativos se implantaron hace dos años y se han ido actualizando, «pero su efectividad es muy limitada, la formación del personal es insuficiente y la coordinación entre servicios sanitarios, educativos y sociales sigue siendo fragmentaria», lamenta el psicólogo clínico Miguel Guerrero, coordinador andaluz de prevención de la conducta suicida. Insiste en que no pueden limitarse a detectar casos y derivar a salud; hay que «fomentar entornos saludables y abordar con determinación el acoso escolar y los riesgos de la realidad 2.0 y crear una cultura de prevención».
«Fomentar entornos saludables y abordar con determinación el acoso escolar y los riesgos de la realidad 2.0 y crear cultura de prevención»
Miguel Guerrero
Coordinador andaluz de prevención de la conducta suicida
El suicidio en jóvenes constituye un «problema grave y persistente» en España a nivel epidemiológico, pero los incrementos «pueden parecer más llamativos de lo que realmente son», opina Guerrero, que pide «responsabilidad» a los medios para evitar el efecto Werther (imitación). Miembro del grupo motor del Plan Nacional contra el Suicidio del Ministerio de Sanidad, que está en desarrollo y consolidación, subraya la necesidad de un protocolo común de vigilancia en todas las comunidades autónomas. Sin embargo, «su eficacia dependerá del compromiso político, ya que la transferencia de competencias puede generar brechas y desigualdades que condicionen los resultados».
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