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Mario Flores visitó ayer Granada, donde participó en un acto en el Centro Artístico. ALFREDO AGUILAR
«Pinté la Alhambra en el corredor de la muerte»

«Pinté la Alhambra en el corredor de la muerte»

Entrevista a Mario Flores, expreso liberado tras estar 20 años condenado a la pena capital | «Mi primer día en libertad, el 4 de septiembre de 2004, les dije a mis padres que quería ir a un lugar de noche para ver las estrellas»

CARLOS MORÁN

GRANADA

Lunes, 1 de octubre 2018, 00:45

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Mario Flores (Ciudad de México, 1965) fue capaz de meter la Alhambra de Granada en una celda un poco más grande que un ataúd. La comparación no es gratuita: el calabozo, de apenas tres metros cuadrados y sin luz natural, era de verdad un féretro: estaba en el corredor de la muerte de la prisión de alta seguridad de Illinois (Estados Unidos). Allí permaneció Mario durante casi 20 años, esperando que los verdugos le inyectaran veneno en las venas. El exrecluso, que pasaba 23 horas al día en el zulo y ahora es conferenciante, reconoce que llegó un momento en que interiorizó que no saldría vivo del presidio. Se equivocó. Illinois suspendió la aplicación de la pena capital, una decisión en la que tuvo mucho que ver el caso del propio Mario, que fue condenado con indicios muy débiles por el homicidio de un pandillero.

Fue el final de su claustrofóbico cautiverio, un tormento del que se evadía estudiando leyes, filosofía, las religiones y pintando. Entre los lienzos que alumbró en el corredor de la muerte había uno de un patio alhambreño. Cada pincelada fue una fuga.

-¿Por qué pintó la Alhambra mientras aguardaba su ejecución?

-Cuando mis cuadros llegaron a España, a Málaga, mi amigo Francisco de Paula -que emprendió una campaña a nivel nacional para exigir la revisión del caso de Mario- me dijo que tenía temas de aquí para que pintase. Yo, como el típico yanqui, le respondí que no conocía nada que estuviera fuera de las fronteras de Estados Unidos. Entonces me envió un foto de los Montes de Málaga. Y, luego, cuando los cuadros llegaron a Granada, me pidió que pintase algo emblemático de Granada. Entonces me mandó postales de la Alhambra. Y la pinté en el corredor de la muerte. Todos mis cuadros están hechos en el corredor de la muerte. Creo que sólo hice dos en libertad y no salieron buenos como los que pinté allí dentro.

-¿Y eso?

-Allí dentro tienes todo el tiempo: 23 horas al día.

-Veintitrés horas al día en una celda que era angustiosa como un zulo...

-Correcto.

-¿Cómo se mantiene la cordura en esas condiciones?

-Pues a través de la pintura, del estudio, de los libros, de la filosofía, de las religiones... Pero te platico (hablo) más del cuadro de la Alhambra, porque tiene una historia curiosa. Yo ya estaba seguro de que iba a morir. Entonces, Francisco de Paula y César Requesens hicieron aquí en España una exposición de mis cuadros. Y yo ya sabiendo que iba a morir ya dije: 'Bueno, es mi premio de consolación haber expuesto en Europa'. Luego salí en libertad, viajé a Granada y comenté al alcalde y la prensa que el cuadro de la Alhambra era peculiar porque puse en él dos versos del Corán en árabe. Esos versos eran mi despedida del mundo y por eso compró el cuadro el alcalde de Granada.

-¿Qué decían esos versos?

-Uno de ellos decía algo así como: 'La mejor forma de invertir en tu futuro es a través de las buenas obras'. Y el otro: 'Solamente entrará en el paraíso el que lleve un corazón sano y puro'.

-¿Cuánto tiempo le llevó pintar el lienzo de la Alhambra?

-Como unos tres meses.

-¿Qué opinaron los vigilantes del corredor de la muerte de ese cuadro y de su obra en general?

-Parte de mi supervivencia allí se debió a que tenía a mis custodios asombrados. Entré con 19 años y era el más bajito y el más delgadito. Para ellos, era una presa para los leones que había allí. En ese aspecto, me vieron con ojos de compasión o simpatía. También vieron que no me metía en problemas con nadie. Y que me puse a estudiar Derecho y ayudé a compañeros con sus casos. Diez años después, me vieron empezar a pintar óleos y, de vez en cuando, se paraban ante mi celda porque les gustaba el tema. Y ya me decían 'qué bonitos se ven los cuadros'. Ellos eran los que llevaban mis óleos de mi celda a la sala de visitas para que mis padres se los llevaran. Eran los transportistas...

-Y también los críticos de su arte, ¿no?

-Sí, nunca me dijeron que me quedaron mal, ja, ja, ja.

-¿Hizo amigos allí dentro o eso es imposible?

-No es por alardear, pero logré convertir ese infierno en un jardín. Con el transcurso de los años, fui ganando el respeto y la admiración, no sólo de los custodios, sino de los otros internos. Cuando llevaba trece años, ya era abogado y ayudé a varios compañeros a lograr su inocencia pues eso me dio mucho poder dentro de la prisión: poder de liderazgo, poder de vida y muerte... Siempre opté por el camino correcto y así es como te ganas a mucha gente. Había que llevar la fiesta en paz porque ya estábamos condenados a muerte.

-¿Para qué sirve la cárcel?

-La cárcel sirve para hacer un viaje al interior. Cuando vine a España después de salir en libertad, estuve en Valencia y me entrevistaron para dos programas. Antes de empezar, el presentador de uno de ellos me preguntó que cuál era mi canción favorita. Era mayo de 2005 me parece recordar y yo le dije que mi canción era 'El alma al aire' de Alejandro Sanz. Cuando terminó la entrevista, tocó la canción y me preguntó que por qué la había elegido. Y le dije que la celda de un condenado a muerte sólo está aparentemente vacía, porque hay átomos que contienen protones, electrones, oxígeno... Por eso, a un nivel cuántico, le robé el alma al aire...

-¿Qué hizo su primer día en libertad?

-Mi salida de la prisión de alta seguridad de Illinois estaba programada para el 12 de agosto de 2004. Regalé todas mis pertenencias a los presos y los custodios vinieron a por mí. Pero antes de llegar a salir de la prisión, unos custodios de inmigración me esposaron. Luego me procesaron de nuevo para ser deportado a México. Me tuvieron preso dos meses y medio en un centro federal porque yo quería frenar la deportación, era residente permanente legal y no tenía derecho a hacerlo. Entonces me dijeron que si quería seguir apelando tenía que seguir detenido. Por esa razón firmé para que me deportaran a México. Llegué el 4 de septiembre de 2004. Ese fue mi primer día en libertad y les dije a mis padres que quería ir a un lugar de noche para ver las estrellas.

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