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Irán planta cara EEUU
crisis nuclear

Irán planta cara EEUU

REDACCIÓN | MADRID

Sábado, 14 de enero 2006, 01:00

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Irán fue uno de los países que firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear en 1970, así como el protocolo Adicional en 1997 con el que permitía la realización de inspecciones por parte de los funcionarios de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Está fue la razón por la que el mundo entero –y EEUU especialmente– no salió de su asombro cuando se supo, hace más de dos año, que llevaba dos décadas desarrollando su capacidad para obtener plutonio y uranio, obstáculo principal para la creación de un arma atómica.

Según las estimaciones de la OIEA existía la posibilidad de que Irán lograra la fabricación de una bomba nuclear a finales de 2005, una variable que, en opinión de los expertos, podría venir a desestabilizar aún más la región, pues una vez puesto en marcha el programa, las presiones de los clérigos conservadores en el Gobierno de Teherán harían más que difícil su suspensión. Todo ello, junto con el también reciente descubrimiento de transferencia tecnológica nuclear de Pakistán a varios países de la zona es lo que le lleva a Robert Matthews, analista del Centro de Investigación para la Paz, a asegurar que “la proliferación nuclear se avecina como un problema mucho mayor que la exagerada preocupación, que ahora se ha revelado falsa, por las armas de destrucción masiva de Irak. Pero al contrario de lo que hiciera Corea del Norte, otro de los rouge states, Irán ha reiterando que su actuación se limita a actividades nucleares pacíficas”. Un argumento que se viene a sumar a la práctica del gato y el ratón que mantienen recíprocamente Teherán y Washington.

Estados Unidos tiene al Gobierno de Irán en el punto de mira desde la crisis de los rehenes de la embajada norteamericanade1979, motivo por el que aún mantienen suspendidas sus relaciones diplomáticas. Además, los lazos iraníes con el terrorismo de la zona (Hezbolá y Yihad islámica) y con el terrorismo internacional (tras la entrada de las tropas de EEUU en Afganistán, muchos miembros de Al Qaeda huyeron a Irán), junto a su hostilidad declarada hacia Israel, no han ayudado a mitigarlo. A pesar de ello, Irán apoyó la expulsión de los talibán en Afganistán y se comprometió en la conferencia de donantes de Madrid a ayudar a la reconstrucción de Irak.

Presión

Estados Unidos, por su parte, también ha ido variando la presión ejercida sobre Teherán en función de cómo soplaba el viento de sus intereses. Así, la línea dura de la Administración Bush ha basculado desde la presentación de un proyecto de ley para celebrar “un referéndum con supervisión internacional para permitir al pueblo iraní cambiar pacíficamente su sistema de gobierno”, hasta el anuncio, como hizo el entonces secretario de Estado adjunto Richard Armitage en el Senado, de que “el cambio de régimen no es la política estadounidense hacia Irán”.

Tras el seísmo que devastó la ciudad de Bam en diciembre de 2003, EEUU ordenó la reducción temporal del bloqueo económico que sufre Irán para facilitar la llegada de ayuda a las víctimas. Pero a ojos de Teherán la actitud conciliadora sólo duró unas semanas, lo que tardó la Administración norteamericana en pedir la reforma democrática de su sistema político.

Las declaraciones de sus máximos dirigentes tampoco ayudaron mucho. En un artículo publicado hace ahora dos años, el sustituido Colin Powell aseguraba: “Irán ha sentido nuestra presión sostenida y la de nuestros aliados para que suprima su programa de armas nucleares, y ha empezado a hacerlo”. ¿Estaba Powell dando su particular voto de confianza a los iraníes? ¿O estaba convencido del poder de disuasión de EEUU?

Lejos de lo que EEUU pudiera pensar, Irán no se ha sentido intimidado lo más mínimo por el poderío militar de la Administración Bush. Su tamaño(el triple que el de Irak), el desorden que reina en Irak, y los reformistas que co-gobiernan el país hace muy improbable –y muy difícil de hacer creer a la opinión pública internacional– una hipotética intervención en Irán. Y lo que es más importante, EEUU necesita asegurarse la colaboración de la población shií de Irak, sobre laque influye Irán. A pesar de eso, Manuel Coma, investigador principal del área de Seguridad y Defensa de Instituto El Cano, considera que “no es del todo descabellada pensar en una intervención en Irán. Es un tema constante en Washington”. La reelección de Bush y la victoria de los halcones en la cúpula de la Casa Blanca impiden descartarla por completo.

Matthews considera que “es mucho más probable que Irán (y no Corea del Norte, que seguramente ya tiene armas nucleares) siga el ejemplo de Libia y ponga fin a su programa nuclear”. Pero antes exigirá prebendas económicas. Y ahí es donde entra en juego la Unión Europea. Richard

Youngs, investigador de Fride, considera que “Irán está utilizando su programa nuclear para obtener un trato económico preferente con la Unión Europea, y cuyo último objetivo sería la utilización de Bruselas como valedor para la entrada iraní en la Organización Mundial del Comercio algo que también está haciendo con Arabia Saudí y que ya hizo en su momento con China”. Y ahí es donde habría que inscribir el nuevo anuncio de reanudación del programa de enriquecimiento de uranio.

La Oficina de Comercio de Irán ha admitido que el 40% de la población del país –que se ha multiplicado por dos en los últimos 25 años– vive por debajo del umbral de pobreza, porcentaje que algunos diputados del Majlis ha elevado hasta el 60%, la inflación ha fluctuado en los últimos años entre el 40% y el 200%, y el 80% de la economía está controlada por organizaciones que escapan al control del Gobierno.

No son pocos los observadores norteamericanos que consideran que EEUU se equivocó con Irán tras los ataques terroristas del 11-S. En aquella ocasión el ‘frente Jatamí’, cosmopolita, liberal y reformista comenzó a ganar terreno a los estamentos religiosos que manejan realmente los designios de la República Islámica. Era una buena oportunidad para afianzar esa incipiente apertura. En su lugar, Bush incluyó al país en el eje del mal y dejó a los reformistas desamparados. La victoria del ultra conservador Mahmoud Ahmadinejad el año pasado complica aún más, si cabe, la situación.

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