Las personas que viven solas aumentan un 20% en Granada en la última década

Y aunque ellas son las que más viven solas -55.379 frente a 51.258 hombres-, lo cierto es que la distancia entre ambos se ha reducido en la última década. De hecho, llama la atención una diferencia: mientras que hay más del doble de mujeres viviendo solas en el tramo a partir de los 65 años, ocurre lo contrario en los menores de esa edad, son 12.300 más hombres que mujeres.

Detrás de esos 106.637 hogares unipersonales de la provincia hay miles de perfiles e historias, pero José Luis Cabezas, profesor de la facultad de Psicología y Trabajo Social de la Universidad de Granada (UGR), diferencia entre dos grupos: la soledad deseada, elegida por el propio individuo, y la no deseada, cuando la persona quisiera estar acompañado pero no tiene alternativa.

Tanto jóvenes como mayores eligen a día de hoy vivir en hogares unipersonales, y puede estar relacionado con ciertos factores. El psicólogo se refiere a causas psicosociales, es decir, perfiles con personalidades que tienden más a la soledad, como alguien «introvertido», pero hay ciertas diferencias dependiendo de la edad. Los jóvenes, dice José Luis Cabezas, viven ahora «muy rápido» por los nuevos estilos de vida y algunos pueden ser más independientes; preferir estar solos un hogar en el que nadie les moleste.

«El esquema tradicional, en el que el devenir natural era casarse y tener hijos, está cambiando. Muchos prefieren un estilo de vida autónomo, no depender de nadie», agrega. Esta soledad escogida se produce, sobre todo, cuando los aspectos vitales están cubiertos.

Las personas más mayores, por otro lado, pueden encontrarse en esta situación cuando los hijos se van de casa y sienten el conocido como síndrome del nido vacío. Es común también cuando fallece la pareja o algún otro ser querido con el que se convivía. «La soledad se experimenta más ante la ausencia de vida cultural, de hobbies, de tener proyectos y metas en la vida. También depende de las expectativas, si alguien espera recibir dos llamadas y solo le entra una, puede sentirla. Ser dependiente también influye: una de cada cinco personas con discapacidad la experimenta», manifiesta.

Para aquellos que no hayan elegido vivir en soledad y se sientan apenados en ciertos momentos, José Luis Cabezas, que comenzó hace poco en el cargo de director de Compromiso Social de la UGR, recomienda hacer voluntariado o acudir a actos organizados por la universidad. «Con mis alumnos de Trabajo Social hacemos adopciones entre mayores y jóvenes para que tengan amistades de otras edades y evitar esa soledad», apostilla.

Por otro lado, la Proyección de Hogares 2022-2037 del INE estima que de cara al futuro crecerán en España los hogares de una o dos personas, y en menor medida lo harán los de tres personas, mientras que los de cuatro personas experimentarán una reducción. Los hogares en los que vive una sola persona mostrarán previsiblemente el mayor incremento en los próximos quince años, tanto en valores absolutos como relativos. En 2037 se llegaría a 6,5 millones de hogares unipersonales (el 29,8% del total), con un incremento del 27,3% respecto a principios de 2022. El número de personas que viven solas pasaría de representar el 10,7% de la población total en 2022 al 12,5% en 2037.

Los hogares formados por dos personas, por otra parte, seguirían siendo el tipo más frecuente en 2037: casi 7 millones (el 32,3% del total), con un aumento del 22,0% desde 2022.

Asimismo, la Fundación ONCE, en colaboración con Nextdoor, ha elaborado este año el estudio 'El coste de la soledad no deseada en España', que analiza las «amplias implicaciones negativas» que tiene en la salud física y mental y la calidad de vida de las personas, además de sus efectos económicos.

El informe revela que la soledad no deseada representa un coste total de 14.141 millones de euros anuales en nuestro país, lo que representa el 1,17% del Producto Interior Bruto (PIB) de España para el año 2021. Estos costes repercuten fundamentalmente en el sistema sanitario, por el mayor uso de los servicios sanitarios y consumo de medicamentos; y en el sistema productivo, por las pérdidas de productividad, de capital humano y, en definitiva, de reducción en la generación de riqueza.

Por edad, las personas más jóvenes son las que más soledad no deseada sienten, con un 21,9%. En los siguientes tramos de edad va descendiendo, hasta situarse en alrededor del 12%. La franja de 65-74 es la que menor soledad sufre. Sin embargo, en las personas de 75 años y más vuelve a subir, hasta situarse en el 12,2%.

Además, las personas este perfil de ciudadano presenta unas mayores prevalencias en las enfermedades, especialmente en la depresión, la ansiedad crónica y las enfermedades del corazón.