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Antonio duerme al ras en La Caleta junto a Carlos 'el Negro' (a la derecha bajo la amanta roja) mientras su perro Cobi se guarda entre las mantas. Alfredo Aguilar

Personas sin hogar en Granada: cuando la libertad no tiene techo

Bajo cero. Medio centenar de personas viven en las calles de Granada, huyen de las instituciones y defienden un estilo de vida a cielo abierto sin reglas, horarios ni compromisos

Lunes, 8 de noviembre 2021, 00:20

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Ana Belén es la conserje, recepcionista y sonrisa de un hotel bajo las estrellas, sin techo y sin calefacción, que se ha levantado en los bajos de la carretera de Jaén, la avenida de Juan Pablo II, frente por frente a la entrada a la estación de autobuses y pegada a la cafetería Los Tirasoles. Leonesa dura como el diamante que quiso ser, a sus 39 años, lleva veinte en la ciudad de la Alhambra dando tumbos, dando saltos. Piruetas.

La última le ha traído a dormir en estos soportales y a gestionar la buena vecindad de estos inquilinos. «Me gustó el clima», explica Ana Belén esta noche de sábado a domingo, cuando las previsiones apuntan un grado bajo cero. «Yo no tengo frío, mira cómo voy». Y, la verdad, no lleva cazadora, abrigo o jersey. «En León sí que hace rasca», confirma. «Yo estoy aquí las 24 horas y cuido de que todo esté en orden. A cambio, ellos me dan de todo. Comida, cocacola y porros».

Eva se asea en los baños de la Alsina y, justo antes de dormir, se prepara su pipa de base (caballo mezclado con vete a saber tú qué), y felices sueños

¡Ains! Los porros. «Es que la libertad es muy bonita», comparte Ana Belén. «Mi único vicio son los porros», y apura una buena calada de lo que ya es la colilla de un señor canuto. «Y en los centros sociales no me dejan fumar porros, así que prefiero ser libre aquí en la calle», confirma con una sonrisa y los ojos vueltos del revés. Ana Belén, mientras, espera a Luis. «Es un muchacho que no tiene nada, ni mantas ni ná. Pero como es gay, le dejo dormir conmigo porque sé que no me va a tocar. Así estamos juntitos y calentitos. Calentitos de verdad».

Rompe la escena la aparición de Eva. Viene de punta en blanco, acicalada y con todo el brilli brilli del mundo en su peinado, ropa, complementos y manos, llenas de pulseras y anillos de colores brillantes, estrellas caídas del cielo a sus dedos.

Eva, granadina de 46 años, se acicala antes de acostarse en los baños de la Alsina, como llama a la estación de autobuses, y, justo antes de dormir, se prepara su pipa de base (caballo mezclado con vete a saber tú qué), y felices sueños. «Todo es drogadicción. Si no, no estaríamos aquí», desmenuza su argumento. Recuerda que empezó fumando chinos de heroína, sobre papel de plata. «Me dijeron que era droga de diseño, y me la fumé. Era tan ignorante que me engañaron.Desde entonces soy drogadicta».

Al igual que Ana Belén, a Eva no le hacen nada de gracia los centros sociales para pasar la noche. «No me gustan nada. Tienes que estar a las nueve de la noche, te hacen tests de drogas y te controlan todo. Paso».

Eva muestra sus anillos. Ana Belén en su colchón. Ángel duerme junto a su silla de ruedas. Alfredo Aguilar
Imagen principal - Eva muestra sus anillos. Ana Belén en su colchón. Ángel duerme junto a su silla de ruedas.
Imagen secundaria 1 - Eva muestra sus anillos. Ana Belén en su colchón. Ángel duerme junto a su silla de ruedas.
Imagen secundaria 2 - Eva muestra sus anillos. Ana Belén en su colchón. Ángel duerme junto a su silla de ruedas.

Conciliar el sueño

No todo son las drogas, porros o pipas de base de heroína y cocaína. Antonio duerme al relente junto a la salida del aparcamiento de La Caleta, en la gran explanada del hospital Virgen de las Nieves. Es medianoche y concilia el sueño con el frío con un cigarrito entre los dedos. También revuelve el tiempo con el café. Cuenta que tiene 40 años y que su familia es de aquí, de Granada. Pero que tienen problemas. No cuenta más.

-¿Yno estarás mejor en un albergue, en un centro social?

-Es que no me dejan estar con Cobi, mi perrilla. Me dicen que la deje en la perrera. Yno me da la gana separarme de ella. Así que nos quedamos aquí juntos los dos.

Cobi saca entonces su cabeza por entre las mantas. Yladra cual fiera, para proteger el territorio y al amo ante el extraño mientras el esquema se repite. Si Ana Belén duerme con Luis porque le deja dormir en paz y no le toca;Antonio y Cobi no se separan ni a tiros.

Ángel tampoco se separa, esta vez, de su silla de ruedas. Es minusválido y vecino de Antonio en La Caleta. Junto a Carlos 'el Negro', como llaman a este inmigrante, son algo así como el último escalafón de esta tribu que entiende que la libertad no tiene techo pero que el precio es el frío. «Les ayudamos en todo lo que podemos, cuenta Antonio, pero su situación es mucho peor que la nuestra».

Quizá hay un rayo de esperanza para este colectivo compuesto por unas sesenta personas, según datos de la Asociación Pro Derechos Humanos, que recorre las calles de Granada semanalmente para comprobar el estado de estas personas. Nuria Gutiérrez, concejala de Derechos Sociales en el Ayuntamiento de Granada confirma que las personas vulnerables son una prioridad para el equipo de gobierno municipal. «Las personas sin hogar son una prioridad. Son muy vulnerables. Estamos trabajando para ofrecer más recursos». De momento, el Centro de Alta Tolerancia (CAT) ubicado en la calle Arandas en el barrio del Boquerón se abre el 22 de noviembre. «Hacemos el esfuerzo de tenerlo preparado para la ola de frío», termina la concejala.

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