«Pensar que pudo ser él solo añade más dolor»
Antonio González, que perdió su finca de aguacates por el fuego, trata de recuperar los árboles: «ahora son como bebés»
Antonio González Guerrero tiene 72 años y 3.000 aguacates heridos en su mayoría por el fuego de Los Guájares. Las llamas, aquel 8 de ... septiembre, reventaron la ventana pero no consiguieron prender la cama. Así salvó su cortijo. Lo que no salvó fueron sus 14 hectáreas de estos árboles frutales que suponen los ahorros de toda una vida. Con un negocio de reparación de motores se ganó la vida y justo cuando se había retirado, el incendio más virulento de este siglo se comió su futuro y su tranquilidad.
Ahora, a los aguacates que ardieron se les cae la primera capa del tronco como si fuese una piel mudada. Están podados y tienen una especie de resina en las puntas de color azul. Los aguacates todavía siguen en el suelo, calcinados y parecen más bien olivas negras. «Está todo echado a perder. Algunos podrán echar fruto en tres, cuatro años, pero para que la finca vuelva a ser la que era se necesitan más de diez», expresa este agricultor que añade otra desgracia más. «Los árboles quemados maldicen la tierra». Esto que suena tan tristemente poético son las consecuencias de un hongo que transmiten las plantas que se queman y se pudren. Allí en la finca todo es desolación pero Antonio lo lleva bien en la medida de lo posible. «Hasta a mí me ha sorprendido el buen ánimo con el que lo estoy afrontando», asegura.
Desde hace unos meses trabaja sin descanso injertando los aguacates sobre los brotes 'locos' que no llegarían a nada sin la mano del hombre. De la de Antonio. «Tengo que venir a cuidarlos todos los días. Ahora son como bebés», dice con cariño.
Un conocido
Antonio González espera que el sospechoso de haber provocado el incendio no se confirme. «Prefiero que no sea él. De verdad. Lo conozco y nos hemos tomado más de cuatro cervezas juntas. Si fuese él eso sería una gran decepción a la que enfrentarme. Solo añadiría más dolor».
En las palabras de Antonio no hay rencor. Solo mira hacia adelante en su tierra quemada, en la que depositó los 40 años en los que no tuvo vacaciones. Ahora mima a sus aguacates para que vuelvan a dar el fruto de su esfuerzo.
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