Pedro Antonio de Alarcón en su Guadix natal
En bermudas ·
Segunda parte del recorrido en el que buscamos las huellas de Pedro Antonio de Alarcón y de su obra a todo lo ancho y lo largo de la ciudad accitanajesús lens
Miércoles, 21 de agosto 2019, 01:30
Para llegar a la casa natal de Pedro Antonio de Alarcón hay que pasar por una de las calles más arrebatadoramente hermosas de Guadix: ... la evocadora Santa María del Buen Aire, en la que se encuentran nada menos que el Palacio Episcopal, del siglo XVI; el Colegio de la Divina Infantina, del XVIII; y el Palacio de los Marqueses de Villalegre, del año 1592 y escenario de algunos pasajes de 'El niño de la Bola', novela romántica por excelencia, calificada por Manuel de Falla como 'joya andaluza'.
La casa natal del periodista y escritor, el número 6 de una estrecha callejuela, muestra una puerta metálica de color rojo, sin ningún signo distintivo, solo el nombre de sus actuales propietarios en el buzón. Sí existe una placa gris en una casa mayor, a la que se mudó la familia de Alarcón a medida que iba creciendo y haciéndose más numerosa. Nos cuenta Julio García de los Reyes, auténtica enciclopedia viviente y atesorador de un inmenso archivo sobre el periodista y escritor, que tanto él como cada uno de sus nueve hermanos tenían un pequeño huerto en el patio de esa casa grande y que, cuando uno de ellos murió, su trozo de tierra quedó permanentemente cultivado de siemprevivas.
Seguir la huella del escritor por su Guadix natal es pasear por un casco antiguo repleto de edificios majestuosos, algunos rehabilitados y en uso; abandonados otros, en estado semirruinoso. Es el sino de las ciudades y pueblos con más patrimonio artístico y arquitectónico que recursos para mantenerlo y darle vida. El sino, también, de las ciudades y pueblos del interior que, inexorablemente, van perdiendo población; la población más joven y mejor preparada, otro de los dramas de la España del siglo XXI.
Así, podríamos destacar la antigua sinagoga judía, por ejemplo. O la maravillosa balconada de tres picos del rehabilitado Palacio de Peñaflor donde estuvo estuvo emplazada la llamada Sala de Pedro Antonio de Alarcón, antes de su traslado al igualmente espectacular edificio de la Fundación Julio Visconti. O la Alcazaba, restaurada tras la Guerra Civil por vecinos del pueblo gracias al impulso del Obispado, que así dio trabajo a decenas de personas sin un chusco de pan que llevarse a la boca. Esa Alcazaba en la que comienza 'La Alpujarra. Sesenta leguas a caballo precedidas de seis en diligencia', una de las obras fundacionales de la literatura de viajes en España, trufada del delicioso y encantador sentido del humor tan propio del escritor accitano.
Seguimos caminando despacio y charlando animadamente hasta que llegamos al edificio que actualmente alberga la Sala Pedro Antonio de Alarcón, en la antigua casa de los Arias de Medina, un palacio construido en el siglo XVI, sobre un antiguo cementerio musulmán del siglo XIII, con su patio porticado, su aire mudéjar y, en la parte de arriba, el estudio del pintor Julio Visconti.
La Sala dedicada al escritor accitano, que resulta cálida y acogedora, refleja el ambiente de trabajo de su despacho madrileño a través de un centenar largo de sus enseres y objetos de uso cotidiano, del sable y el bastón, colgados en la pared; a su mesa de trabajo, el tintero y la pluma con la que escribía, un complicado y abigarrado bargueño de marquetería o el brasero de picón con el que se calentaba. También hay cuadros, fotografías, esculturas y una amplia variedad de libros, incluyendo primeras ediciones de sus obras.
Se trata de un notable legado de memorabilia cedido al Ayuntamiento de Guadix en el año 2000 que permite viajar en el tiempo y sentir cómo era el espacio de trabajo de uno de los grandes autores de la historia de la literatura española.
Esa mesa, por ejemplo. La mesa sobre la que escribió tantas y tantas obras. Como 'El niño de la Bola' cuyo trágico final, durante el llamado 'baile de rifa' nos conduce a otro de los lugares con más personalidad de Guadix: el barrio troglodita y la plaza junto a la Ermita de Gracia, la Iglesia-Cueva de la capital accitana. El origen más remoto de la ermita se remonta hasta el siglo XVI, cuando tenía el mismo carácter troglodita que las viviendas del entorno. A lo largo del siglo XX sufrió varias modificaciones y en 1964 se inauguró el templo que, anejo a la antigua ermita, se puede ver en la actualidad.
Olvidado y despreciado durante mucho tiempo, el barrio de las Cuevas de Guadix se ha convertido en uno de los más singulares de la ciudad, muy demandado por turistas y viajeros con ganas de comprobar si es cierto lo de la temperatura constante en su interior y, por ende, lo del fresco en verano y el calor en invierno. Además, las vistas desde los miradores del entorno troglodita resultan espectaculares, casi inabarcables, desde la antigua estación de ferrocarril donde se filmó Indiana Jones a la Alcazaba y la Catedral.
Antes de volver a Granada cumplimentamos visita a Don Pedro Antonio en su última morada, en el cementerio de Guadix regentado por los hermanos Fossores de la Misericordia, entregados a la obra de consolar al triste, rezar por los vivos y difuntos y enterrar a los muertos. En la lápida, de granito bruñido, una sencilla inscripción: 'Estoy orgulloso, y se lo digo a todo el mundo, de ser de Guadix… Guadix es mi pueblo, es mi cuna, será si Dios quiere, mi sepulcro'.
Efectivamente, Guadix es su sepulcro. Un sepulcro que la ciudad mantiene vivo y palpitante, honrando la memoria, la vida y la obra de uno de sus hijos ilustres, un grande de la literatura española cuya huella permanece, indeleble, en la ciudad que le vio nacer, crecer y formarse como el hombre culto e ilustrado, el hombre de letras, el hombre del Renacimiento que Pedro Antonio de Alarcón siempre fue.
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