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«Pasaba los veranos en el cortijo donde vivíamos, se trabajaba igual todas las estaciones»

«Pasaba los veranos en el cortijo donde vivíamos, se trabajaba igual todas las estaciones»

Pilar Monleón, la abuela del atletismo granadino, recibe el aplauso del público cada vez que cruza la meta: tener una infancia dura seguro que le ayudó a curtirse ante la adversidad

ÁNGELES PEÑALVER

GRANADA

Jueves, 16 de agosto 2018, 02:15

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La casa de María del Pilar Monleón, en un barrio de Maracena, es humilde, de esas que echan las persianas todo el día en verano para combatir un calor que jamás se sofocó con aires acondicionados. Ni ella, que cumple estos días 79 años, ni su marido saben leer ni escribir con soltura. Y el moreno caribeño que lucen tampoco es de hamaca playera. «Yo apenas fui un año al colegio porque tenía que ayudar a mi familia y me puse a coser y a recoger patatas, remolachas, ajos...», explica ella. Sin embargo, en las modestas vitrinas de su actual vivienda refulgen copas, medallas, placas de homenaje de oro, plata y bronce. «A veces vienen los niños del barrio y me piden una copa o una medalla y se las damos», bromea la atleta, quien hace apenas unos días volvió a completar la carrera de subida al pico Veleta, en Sierra Nevada.

Pilar lleva corriendo poco más de 25 años -se arrancó cumplido el medio siglo- y es el orgullo del Club de Atletismo de Maracena, capitaneado por Enrique Carmona como uno de los más emblemáticos de Andalucía. En las competiciones, 'la abuela de Maracena' «hace gentes». Siempre suele llegar de las últimas a la meta, pero el público espera a que acabe porque su estampa es la viva imagen de la superación y una inyección de ánimo.

Quizá su infancia la endureció para tal cometido. «Me crié en un cortijo, cerca del cementerio de Maracena. Mi padre era agricultor, recogía trigo, habas, patatas... de lo que había en la temporada. Mi madre, ama de casa con seis hijos. Yo desde los nueve años me puse a coser y a trabajar. Para mí, hasta que me casé, los veranos eran iguales que los inviernos, siempre en el cortijo ayudando. No tengo fotos de niña, la primera es alrededor de los 20 años, ya con mi marido», describe con una sonrisa en la cara.

Esboza esa misma sonrisa cuando cuenta que ahora en verano se levanta muchos días a las seis de la mañana para poder correr un par de horas a modo de entrenamiento. Luego, de la mano del club de Maracena, participa en las carreras del circuito provincial y en otras de provincias andaluzas.

Su andadura deportiva tuvo un principio. «Como el médico siempre te dice que andes, cuando mi marido se quedó sin trabajo en la fábrica empezamos a caminar y un día salí a correr con él. Al principio corría cinco metros y me asfixiaba, se me hinchaban los pies... pero con el tiempo cogí fondo y así llevo más de 25 años. Ahora no me asfixio y no me duele nada, yo voy a mi paso y siempre he terminado todas las carreras en las que he participado. Sólo pienso en que tengo que llegar y en la alegría que te da al cruzar la meta. Esta vida es mejor que estar en la casa, limpiando o cocinando. Te hace conocer a mucha gente que te anima. A Enrique Carmona lo queremos muchísimo, lo conozco desde que era un niño, es como si fuera mi hijo. Me anima mucho. Cuando él cruza la meta se vuelve a por mí y me acompaña hasta el final y va diciéndome que ya queda poco y esas cosas», explica la corredora bajo la atenta y orgullosa mirada de su marido, quien lleva dos años retirado del deporte por una cirugía de pulmón. «Estoy deseando retomar las carreras, a ver si el médico me da el alta», apostilla él, cediéndole todo el protagonismo a su mujer.

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