Las mil muertes de Chanquete

Lo que llevo en mi maleta ·

Apenas 19 capítulos bastaron para que Verano azul atrapara a todo un país, sobrecogido por el fallecimiento del viejo pescador hasta el punto de que algunos periódicos nacionales se hicieron eco del óbito

Domingo, 19 de julio 2020, 00:17

Vi venir a Pancho desencajado. Moreno, pelazo, cachas y desencajado. Era final de verano y Pancho lucía un moreno pakistaní pero apareció pálido como la ... tapa del váter. Venía corriendo por la playa, devastado, llorando como si le hubiesen encerrado dos horas en una habitación con Carmen Calvo. Se marcó un esprint que le habría reventado los pulmones a Darwin Machís, pero Pancho era mucho Pancho. Centraba todavía mejor. Rompió a hablar y apenas se le entendía, pero soltó un bombazo: «Chanquete ha muerto».

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En ese preciso instante, Arias Navarro se hundió en el ránking de anunciadores de defunciones ilustres. Literalmente, desapareció. Se hizo humo. «Chanquete ha muerto», repetía Pancho, arrasado por las lágrimas. Casualmente, estábamos todos allí. Julia, Tito, Piraña, Bea, Javi, Desi y Quique. Sí hombre, Quique, aquel personaje que se inventó Antonio Mercero, lo metió en el guion con calzador y luego ya nunca supo qué hacer con él.

«Pintas menos que Quique en Verano azul» es un aforismo que debería sustituir para siempre al de follatabiques en el Congreso –con el que guarda una difusa rima, por cierto– pero ni siquiera para eso ha servido el tal Quique.

Pero volvamos a la playa, que es donde mejor se está. Allí, en las calas de Nerja, por las calles blancas de un pueblecito malagueño fronterizo con la costa de Granada, pasamos el mejor verano de nuestras vidas, silbando una melodía incrustada para siempre en la memoria de los momentos felices.

Verano azul fue un hito para los niños de los 80. Las andanzas de esos chavales, las peleas, las reconciliaciones, los bocatas del Piraña, las ocurrencias de Tito, el duelo amoroso entre Pancho y Javi por conquistar a Bea, la insondable complejidad psicológica de Quique... todo eso formó un cóctel arrebatador, coronado por el personaje de Chanquete.

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Más de treinta años labrándose una reputada carrera como actor de teatro, cine y televisión no impidieron que Antonio Ferrandis alcanzara la gloria como Chanquete. Por algo el valenciano tiene una calle en Nerja, donde fue declarado hijo adoptivo.

Verano azul, digámoslo ya, fue pura transgresión. Bajo la corteza de unas aventuras infantiles, la serie abordó asuntos peliagudos como las agresiones al medio ambiente, la especulación inmobiliaria, el divorcio o los conflictos generacionales. Apenas 19 capítulos bastaron para atrapar a todo un país, sobrecogido con el fallecimiento de Chanquete hasta el punto de que algunos periódicos nacionales se hicieron eco del óbito, con más gasto de papel que cuando murió Antonio Ferrandis veinte años después.

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Los niños de entonces no ganábamos para sustos. La muerte de Fofó había sido un varapalo y, cuando ya nos estábamos recuperando, el amigo Félix se estrelló a bordo de un helicóptero. Menos de un año después, lo de Chanquete. Igual por ahí empiezan a explicarse muchas cosas de la actual clase dirigente.

El payaso y el divulgador ecologista murieron de una vez, pero Chanquete ha muerto alrededor de mil veces desde 1982. Las múltiples y tenaces reposiciones de la serie han obrado el sortilegio de que varias generaciones hayan considerado como propia la 'experiencia' de ver Verano azul por primera vez, por mucho que esas reposiciones se hayan solapado con los reencuentros televisados de los protagonistas.

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En esos reencuentros verificamos que el actor que dio vida a Javi fue el único en seguir en el negocio, que Pancho había tenido problemas con la justicia, que Piraña era ingeniero, que Bea ya no estaba tan buena y que Quique... se gana la vida haciendo fotos para ilustrar diccionarios y enciclopedias. De aquellos polvos...

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