La montañera que amaba la ciencia
Perfil ·
La ingeniera, que sustituye a Jesús Quero en el cargo, cree que el punto fuerte de cualquier institución es tener un buen equipo humanoDesde pequeña, Ana Agudo ha tenido dos grandes pasiones: los retos y la naturaleza. La montaña conseguía transmitirle paz, hacerle sentir «que todo encaja» y ... despejar su mente, continuamente ocupada. Los retos, por su parte, la mantenían alerta, entretenida, feliz. «No sabría vivir sin retos. Soy una mujer que necesita ir aprendiendo más y más», explica. Desde pequeña, se cuestionaba cada minúsculo aspecto que veía a su alrededor. Todo le suscitaba interés. Quería descubrirlo todo, necesitaba saber los por qué y los cómo. Deseaba conocer más y más. Y nada era suficiente. «Siempre he sido inquieta. Desde pequeña me lo he cuestionado todo y los retos intelectuales son los que más me han gustado. Por eso soy quien soy hoy en día y he llegado adónde estoy ahora», indica la sevillana de nacimiento y granadina de adopción en una de las estancias de su nuevo lugar de trabajo, la Fundación del Parque Tecnológico de las Ciencias de la Salud (PTS).
Pero ella no es una empleada al uso. Ella es «la jefa». Así lo dicen sus hijos, que pregonan orgullosos allá adonde van que su madre encabeza una gran empresa, pero siguen sin saber explicar bien cuál es este negocio y a qué se dedica. «Solo dicen que soy la jefa y la que manda. La culpable es su abuela, que es quien se lo dice», explica Ana Agudo. Y es que su papel desde el pasado 1 de junio es el de dirigir la Fundación y dar relevo a Jesús Quero, que llevaba en el cargo desde hace 17 años.
«Cuando llegas, no sabes qué te vas a encontrar e intuyes que la gente va a estar nerviosa por tener una jefa nueva. Pero me he encontrado una plantilla muy buena, con ganas de querer a su gerente y con un gran potencial, así que delante de mí vuelvo a tener un reto que quiero afrontar», expresa.
Cuando le dijeron que el puesto era suyo, sabía que estaría capacitada y que haría un gran trabajo gracias a sus conocimientos y a su capacidad de esfuerzo, pero que tendría que ganarse a sus trabajadores porque «no hay nada más importante en cualquier empresa que un buen equipo al que se le saca su potencial y se le encamina para llegar a los objetivos que ellos mismos desean y creen necesarios».
Esto lo ha ido aprendiendo durante su larga trayectoria laboral, junto con la pasión por seguir formándose y experimentando sin tener miedo a arriesgarse para crecer y avanzar. Por ello, dejó su trabajo en el Grupo Abengoa, que llevó a cabo durante más de dos años tras finalizar sus estudios de Ingeniería de Telecomunicaciones, y se fue a Reino Unido a probar suerte. «Solo conocía a un par de amigos, pero aún así me fui porque sabía que, o lo hacía en ese momento, o no lo haría nunca», añade. Cuando no llevaba ni un mes allí, le hicieron una entrevista para British Telecom, «y me cogieron, y eso que entendía el 50% de lo que me decían, pero los ingenieros estábamos tan bien valorados que no les importó».
Se mudó allí con la intención de pasar un par de años. Al final, acabó viviendo en ese lugar más de una década. Pero todo cambió cuando nació su primer hijo. «Ahí lo tuve claro, quería que mis hijos se criaran en Andalucía con esa sensación de hogar que yo anhelaba, porque mi familia siempre ha sido mi gran pilar», indica.
Granada, un gran sueño
Las 'benditas' casualidades han rodeado la vida de Ana Agudo desde siempre. Y una de ellas se le presentó cuando se planteaba volver a Andalucía para al fin echar raíces. Así, apareció un puesto de directora de Innovación Ciudadana en el Consorcio Fernando de los Ríos, también situado en pleno PTS. «Granada siempre había sido un sitio que me había encantado porque ya estaba cansada de ciudades grandes y Granada era más manejable y además tiene lo que más me gusta: la montaña y la playa a apenas unos minutos. Así que cuando me dieron el puesto, sentí que me había tocado la lotería, porque mis niños iban a criarse en un sitio que me encanta y en el que podíamos ser muy felices», asegura la directora gerente de la Fundación del PTS.
Después de este, Agudo fue transitando por diversas empresas hasta acabar montando la suya propia. Cada uno de estos empleos contaba con los mismos componentes, la innovación y la ciencia realizada desde Granada, pero para todo el mundo. Y, sobre todo, sin olvidar que su trabajo, a pesar de la carga técnica que posee, no debe perder el punto de vista humano: «Para mí es importante hacer grandes cosas, pero sin olvidar para quién va dirigido y quién se puede beneficiar. Sin el factor humano, me falta algo».
Y así llegó hasta donde se encuentra hoy en día, dentro del despacho de la directora de la Fundación. «Me dijeron que estaban buscando a alguien para este puesto y no lo pensé: yo quería formar parte del proceso de selección. Pero si me llegas a decir hace dos o tres años que hoy estaría aquí, te digo que ni de broma, que eso no es posible. Pero aquí estoy, intentando hacer el mejor trabajo», asegura.
A Fátima y a María, trabajadoras del PTS, al igual que al resto de sus compañeros, les cundió el pánico cuando conocieron la destitución de Jesús Quero, «a quien todos queríamos y al que estábamos muy vinculados». Y, sobre todo, temían las posibles intenciones o la forma de trabajar de quien viniera. Pero todo cambió cuando conocieron a Ana.
Sabían que el 1 de junio se haría efectivo su nombramiento, pero días antes Agudo ya empezó a pulular por el lugar para conocer el entorno y a sus trabajadores. «Yo sabía que era nueva y que era un poco extraterrestre, porque venía a un sitio que no conocía y en el que había estado durante muchos años Jesús Quero», afirma la directora. Por ello, decidió reunir a todos sus empleados y mostrarse «a corazón abierto». «Nos dijo quién era, nos habló de su vida personal, de su familia y de sus intereses en la empresa. Y nos dijo algo que nos calmó a todos y era que aquí no había venido a echar a nadie, sino que nos necesitaba para que le ayudásemos a ella a sacar esto adelante», explica Fátima. Para María, lo distintivo de Ana es que «te mira a los ojos». «Ella no te oye y desconecta. Te presta atención y te mira a los ojos para que sepas que está ahí», asegura la trabajadora.
Durante su jornada, Ana está constantemente cavilando, pensando, merodeando. Tras un día así, parece imposible desconectar. Pero ella ha patentado su propia fórmula secreta, su familia. «Tienen una capacidad increíble para sacarte del trabajo y que no pienses en nada», dice. Además, tiene otro secreto: el aire libre. Si puede subir una montaña, remojarse en un río o meditar junto a un arroyo, se siente completa. Porque en ese momento, todo encaja. Está donde debe, está haciendo lo que le hace feliz. No necesita nada más.
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