El milagro de la granadina que ha vencido a un cáncer agresivo tras cinco meses ingresada muy grave
Tras superar la enfermedad, Conchi ha vuelto a casa totalmente recuperada
Sarai Bausán García
Granada
Sábado, 27 de junio 2020, 00:15
En la planta siete del hospital San Cecilio se obran milagros. Historias repletas de imposibles que, con la ayuda de los profesionales del centro ... y de la valentía de sus protagonistas, acaban con el héroe mirando de frente al miedo y a la muerte y saliendo victorioso de la gesta. Y uno de estos milagros lleva el nombre de Conchi.
Conchi Trasierra es valiente, fuerte y guerrera. Cuando su batalla comenzó, tenía todo en su contra. El cáncer se había instalado en su organismo y quería vencerla, pero no le dejó. Quería lograr su «segunda oportunidad de vida». «No voy a mentir, he sentido miedo, muchísimo, y ha habido momento en los que no tenía fuerzas, pero nunca he pensado en morirme, porque no tenía esa posibilidad. Tenía que salir de esta para ver crecer a mi hijo», cuenta esta vecina de Loja.
Todo comenzó 20 días antes de Navidad. Le dolía estómago, tenía molestias en más partes del cuerpo y fiebre. Pero no quería dejar a su hijo solo durante las fiestas, así que aguantó: «Fui al médico de cabecera y me dijo que eso era porque tenía que perder peso, pero yo ya sabía que algo no iba bien. Pero siempre he sido una mujer fuerte, así que decidí esperar para poder abrir los regalos de Reyes con mi hijo».
Pero el dolor iba a más. Apenas podía moverse y su estado no hacía más que empeorar. Fue a urgencias y la derivaron a la planta de Aparato Digestivo del hospital San Cecilio. Tras averiguar que lo que tenía era un linfoma grave que había provocado, entre otros problemas, una úlcera de gran tamaño en el estómago, pasó a la planta siete, destinada a Oncología y Hematología.
«Para mí, ese ha sido el peor momento: pasar a esa planta. Porque ya era consciente de lo que tenía y de la gravedad. Antes incluso de que los médicos me diagnosticaran, yo ya sabía que era cáncer. Creo que las personas que tenemos cáncer tenemos esa especie de capacidad de saber qué es lo que tenemos», dice Conchi.
Tal y como cuenta José Andrés Pérez González, hematólogo del hospital que se ha convertido en el «ángel» de Conchi durante todo este proceso, las complicaciones que padecía la granadina hizo que solo hubiera dos opciones: quitarle casi todo el estómago o empezar con la quimio, con el riesgo que esto suponía a que su dañado estómago empeorase. «Decidimos intentarlo con la quimio antes de operar para ver si podríamos evitar que perdiera el estómago. Lo sorprendente fue que respondió muy bien. Ha sido una luchadora», explica.
«Ha sido increíble. Veía que cada día estaba mejor. Tenía esperanzas de que el linfoma desapareciera, pero jamás pensé que pudiera desaparecer por completo y regenerarse así el estómago. Ha sido increíble, y más a aún después de conocer a Conchi, su historia y cómo es ella», cuenta el profesional.
Conchi intentó no sucumbir al miedo y a la desesperanza, pero no fue fácil. A los tratamientos y las consecuencias de la enfermedad y la quimio le siguió el decreto del estado de alarma por la pandemia y la imposibilidad de que su familia pudiera ir a visitarla. «Hacia videollamadas con ellos, pero echaba de menos tenerlos allí, sobre todo a mi hijo. Pero los profesionales del hospital han sido mi otra familia. Me siento muy afortunada y no solo me llevo de aquí una segunda oportunidad de vida, sino a gente maravillosa», explica.
Unos profesionales que, cuando llegó su cumpleaños, le decoraron la habitación, le hicieron una fiesta sorpresa y le dieron un «pelín» de tarta, una de las primeras cosas que comió tras más de cuatro meses sin probar bocado por el linfoma. «Nunca podré olvidarme de eso. No sé si son consciente de cuánto me han ayudado y lo bien que me han hecho sentir. No solo han conseguido que me cure, sino que me han hecho sentir querida y acompañada».
«En la planta siete del hospital hay pronóstico de vida y conmigo lo han conseguido», explica Conchi. Tras cinco meses de lucha, dolores y miedos, al fin, la pelea acabó. El 6 de junio llegó su gran día: volvía a casa totalmente recuperada. Con sus cejas recién tatuadas en el hospital y su pañuelo en la cabeza, se despedía de su segunda familia para ver a quien le ha dado fuerzas en estos cinco meses: su hijo.
«El momento más feliz, sin duda, fue cuando lo vi. Cuando me diagnosticaron el linfoma no pensaba en por qué a mí, sino por qué ahora, que tenía a mi hijo pequeño y quería verlo crecer. Pero resulta que su nombre significa vida, y eso es lo que me han regalado en el hospital: una segunda vida para ver a mi hijo crecer», cuenta. Gracias a su recuperación, ha podido celebrar el séptimo cumpleaños de su hijo con él, en su hogar. Y ese es solo uno de los miles de instantes que espera poder vivir junto a su hijo: «Solo pienso en disfrutar, en ser feliz y en verle crecer. Cuando te pasan estas cosas te das cuenta de que debes parar, vivir y disfrutar de lo que tienes, y esta enfermedad me ha dado la oportunidad de darme cuenta de ello».
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