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Carmen Ruiz Repullo.
Miedo en clase a la etiqueta de «guarras o estrechas»

Miedo en clase a la etiqueta de «guarras o estrechas»

Carmen Ruiz Repullo, socióloga, afirma que aunque cada vez más adolescentes se animan a compartir su experiencia lo hacen anónimamente por temor al qué dirán

pilar garcía-trevijano

Domingo, 25 de noviembre 2018, 12:36

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Aún quedan por revisar los mitos que se construyen acerca de las mujeres. Los hombres, especialmente en la adolescencia, continúan componiendo la imagen e identidad de éstas según si se responde o no a sus expectativas y deseos sexuales. «Guarras o estrechas», así simplifican y califican los adolescentes a sus compañeras de pupitre, explica Carmen Ruiz Repullo, socióloga, experta en igualdad, doctora por la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y consultora, asesora, e investigadora en coeducación y prevención de la violencia de género.

Ruiz lleva 20 años dedicándose a estudiar la violencia machista y sus consecuencias en las mujeres jóvenes. La socióloga afirma que las relaciones en la juventud no han cambiado y por regla general mantienen los mismos patrones de antaño. A ellos les pertenece el espacio, se sienten libres para ocupar el recreo con deportes como el fútbol, en cambio ellas suelen disponerse en corro en una esquina y hablan.

La educación ha cambiado y desde 2016 hay planes de igualdad y prevención de violencia de género en las aulas, sin embargo Ruiz sostiene que en su contacto con las menores ha observado que, las que son conscientes de su condición de víctimas de violencia de género, siguen teniendo pánico y terror a compartir sus experiencias: «Les preocupa lo que se piense de ellas y que se las siga culpabilizando». En cierto modo es lo que ocurre. En los talleres que la experta desarrolla en los institutos observa como los jóvenes justifican el acoso, abuso y las conductas violentas hacia las mujeres con premisas como «es que le puso los cuernos». Ruiz intenta hacerles comprender que no hay justificación para la violencia.

«Llegué nueva al colegio con 15 años y había un chico que me molestaba. Me tocaba el culo por los pasillos, se restregaba cuando podía o me agachaba a coger un libro. Yo siempre me defendía y le empujaba, pero no quería decírselo a la profesora por no ser una chivata. Recuerdo que una vez intentó besarme y me cogió la mano para que le tocara sus partes. Le pegué y salí corriendo», narra Ana, nombre ficticio, de 21 años. «Una vez cuando me gritó lo que el consideraba un elogio, se lo dije a un profesor que lo presenció y me dijo que eran tonterías y que sólo le gustaba». «Con el tiempo me dejó tranquila , pero ahora pienso que podría haber hecho algo más», concluye.

Otro de los puntos más frecuentes es que las mujeres no se identifican como víctimas de violencia de género porque no han sido víctimas de agresiones físicas directas: «La actitud de las niñas en general es la misma. Les suele costar mucho afirmar que están en una situación de violencia y contárselo a alguien. Muchas no lo denuncia porque no han sufrido violencia física, sólo han percibido culpabilidad, control y aislamiento por parte del chico», señala.

Violencia en escalera

A raíz del movimiento #MeToo, la indignación ante casos como el de 'La Manada' y la oleada de protestas que se han producido bajo las insignias del feminismo que han conseguido ocupar un espacio inusitado, tanto en la esfera pública como en las redes sociales, las alumnas con las que Carmen Ruiz ha tratado se han animado a compartir sus relatos con ella. Aunque no se atreven a hacerlo públicamente, las menores se acercan al pupitre de Carmen al concluir los talleres que ha dirigido en varios institutos. Las chicas se sinceran con la socióloga y les cuentan sus vivencias personales: «Las compartían conmigo cuando no había nadie cerca».

Fruto de estos testimonios es 'La historia de Pepe y Pepa'. La valorada experta cordobesa fue «tejiendo» el cuento con la experiencia personal de las mujeres y cuando llega a las aulas los codazos y las miradas de unos a otros se suceden porque el alumnado consigue identificarse con el cuento. En la narrativa que ha popularizado Ruiz, la violencia de género es una escalera en la que los dos protagonistas, adolescentes que acaban de iniciar una relación, van subiendo peldaños poco a poco y erigen una relación que se agrava basada en el control y el maltrato psicológico.

También en la facultad

Por desgracia, la experiencia más común que han vivido las jóvenes es la presión que han sentido para tener sexo con sus parejas: «Me cuentan mucho ahora que las obligan a mantener relaciones sexuales o hacer felaciones», dice. En estos casos la asesora las deriva al Instituto Andaluz de la Mujer: «Mi consejo es que asistan a profesionales y las animo a que conozcan de primera mano el programa de atención psicológica del instituto de la mujer. Allí hay una psicóloga que les ayuda a pasar del a mi no me pasa al yo también». Ruiz ha detectado que estas conductas no se quedan solo en la adolescencia. Como profesora de la facultad ha observado que las mujeres deben hacer frente a estas actitudes intimidantes más allá de la etapa colegial, aunque con más herramientas.

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