«Mientras mi madre lo consolaba él estaba pensando en matar a su hija»
La hermana de Lorena relata cómo es la vida después de perderla de la forma más cruel y reclama justicia de cara al juicio
María del Mar recuerda a la perfección lo que estaba haciendo cuando recibió la llamada que le destrozó la vida. Acababan de terminar de recoger la aceituna de su cortijo y, para celebrarlo, había organizado una comida aquel viernes, 10 de diciembre de 2021. Nunca llegó a probarla. De hecho, jamás ha vuelto a hacer ese plato. Estando en el coche, junto a su hijo pequeño, sonó el teléfono. «Tu hermana ha discutido con su expareja, está muy mal. Ven, te necesita. Y trae a tus padres», le comunicó un conocido que ya sabía lo que había ocurrido. No quiso decirle toda la verdad para evitar que condujese en un estado de nervios extremo, así que se dieron de frente con la realidad cuando llegaron a la calle Matilde Cantos de Parque Nueva Granada. Allí estaba todo acordonado, lleno de policías. Lorena acababa de ser asesinada a puñaladas por su expareja en el garaje de la urbanización donde residía. Ella se disponía a ir al colegio a recoger a las dos hijas que tenían en común. Nunca llegó.
De aquello hace justo hoy un año. La familia, hundida, reclama que se haga justicia, es su única fijación. Y es que la vida desde entonces ha sido un camino de piedras constante. Cómo olvidar a Lorena, la mujer de la sonrisa permanente, a la que le arrebataron la vida unos meses antes de cumplir cuarenta años. Su hermana menor, María del Mar, tiene tantos recuerdos bonitos a su lado que duelen profundamente. «Era súper alegre y cariñosa, siempre pendiente de que los demás estuviéramos bien. También era muy suya, pero cuando tenía confianza no paraba de hacer bromas. Nos llevábamos cinco años, así que estábamos muy unidas, compartíamos hasta las amigas. Además, el cumpleaños de las dos era en julio, por lo que siempre lo hemos celebrado juntas», asevera. Y era guapa, guapísima. Morena de ojos negros, piel blanquita y pelo corto, con una sonrisa «que destacaba y no olvidará ninguno de los que la conocían». «Le encantaba montar a caballo y siempre fue muy trabajadora, se independizó a los 18 años y ha trabajado de carnicera o camarera, entre muchas cosas», añade María del Mar.
«Su sonrisa destacaba, no la olvidará ninguno de los que la conocían»
Cuando las dos se convirtieron en madres, su lazo se estrechó aún más si cabe. Adoraban a sus sobrinos y siempre estaban haciendo planes conjuntos. De hecho, tras la injusta muerte, las dos hijas de Lorena se crían ahora con sus abuelos maternos, que viven muy cerca de María del Mar. «Las cuidamos entre todos, estábamos tan unidos de antes que creo que por eso les ha costado menos. Mi casa era ya su casa. Afortunadamente se encuentran bien y, lejos de estar más consentidas, son todavía más buenas», confiesa la tía de las pequeñas. Estar con ellas supone recordar todo el tiempo a Lorena: son la viva imagen de su preciosa madre.
Este sábado se cumplen 365 días del fatídico suceso. «Cuando ocurrió solo pensaba: por favor, que pase rápido el tiempo», apunta emocionada María del Mar, que intentaba agarrarse a eso de que el tiempo todo lo cura. No ha sido así, la extraña más que nunca. Le ha dado demasiadas vueltas a qué podrían haber hecho para evitarlo, pero lo cierto es que nunca hubo señales de alerta que pudieran presagiar la tragedia, ni denuncias previas por violencia de género. Lorena se había separado de su agresor y estaba en trámites de divorcio. Mientras, seguía haciendo su vida, recomponiéndose, volcada siempre con sus dos niñas. Incluso seguía haciéndole de comer y lavándole la ropa al hombre que después le quitaría la vida.
La familia lo quería como si fuera un hijo más. Después de casi quince años de relación, se lo habían dado todo. «Nos tratábamos como hermanos, con una confianza enorme, jamás pude imaginar lo que haría», lamenta María del Mar. Tal era el cariño que la familia siguió apoyándolo tras la separación, intentando ayudarle a superar el bache. «Mientras mi madre lo consolaba estaba pensando en matar a su hija», cuenta entre lágrimas. Él no aceptó que ella quisiera seguir con su vida. Y se la arrebató.
Perder a un familiar por una enfermedad o accidente es doloroso, pero cuando detrás de la muerte hay un responsable, la rabia es indescriptible. «Nada lo justifica. A ella la mató, pero el daño ha sido para sus hijas, que se han quedado sin padre ni madre», insiste María del Mar. Desde que Lorena no está, la familia ya no vive, sobrevive. El dolor es inexplicable. Su único motor es criar con el mayor cariño posible a las dos niñas que quedaron huérfanas. Y, ante todo, pedir justicia para el futuro juicio.
Cientos de personas salieron a la calle para pedir justicia
El caso de Lorena conmocionó a Granada, motivando la celebración de varias concentraciones de repulsa que unieron a cientos de personas. En la Plaza del Carmen de la capital, en el Parque Nueva Granada o en Motril, la indignación fue la protagonista de varios actos en los que, sobre todo, se pedía justicia. «¡Nos han asesinado a Lorena!», gritaban los presentes.
El Colegio Ave María San Isidro de Granada, en el que estudian las dos hijas de Lorena, realizó también un homenaje a la víctima, e informó de la puesta en marcha de un programa de atención psicológica y gestión emocional para ellas y el resto de la comunidad educativa del centro, «conmocionada» por el suceso. Cerca de 400 alumnos y todo el claustro de profesores mandaron su apoyo a las dos pequeñas.
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