Esther Ramallo es una sorda que escucha. La intérprete de lengua de signos más destacada de Granada lleva desde que no era más que una niña sacando una fortaleza y un coraje impecables para defender a los que considera los suyos, la comunidad sorda. Con ellos es una más. Interpreta sus palabras, traduce las del resto del mundo, les ayuda en cada faceta de su vida pero, sobre todo, les quiere, les comprende y les ayuda a visibilizar los hándicaps que deben salvar por ser no oyentes.
El fuerte desde el que se enfrenta a todos ellos es, principalmente, la Agrupación de Personas Sordas de Granada (Asogra), en la que lleva la gerencia y los temas administrativos. Pero también lo es el Ayuntamiento de Granada y la Diputación provincial, en los que interpreta los plenos y ayuda con cualquier necesidad que tenga la comunidad sorda, así como la Universidad de Granada y otras tantas instituciones de las que forma parte.
Desde cada uno de estos lugares, Esther tiene que luchar sin pausa por reclamar para su 'familia' lo que cualquier oyente tiene. Cuando se pelea por el acceso a estos recursos, habla de «nosotros, los sordos». «Cuando hablo con alguien me sale decir 'los sordos como yo' y luego tengo que explicar que sí, que soy una sorda que escucha», comenta.
Sorprendió a toda Granada cuando interpretó una saeta con lengua de signos durante la Semana Santa
Este sentimiento nace desde una temprana edad, cuando tenía que plantar cara a vecinos y amigos para defender a su familia materna, en la que la mayoría son sordos. Su madre, su abuelo, sus tíos por parte de madre. Con todos ellos debe comunicarse por lengua de signos y eso le ha posibilitado conocer a la perfección esta forma de comunicación. Pero también le ha ayudado a saber sacar coraje y luchar sin miedo y con fortaleza para acabar con los prejuicios.
En su tierna infancia, tenía que ser ella la que se enfrentara a sus vecinos para que entendieran que su madre no podía oír. Ante la crueldad de algunos compañeros, día a día discutía en el colegio para que vieran que su progenitora «era sorda, no subnormal». Ella luchaba, luchaba y luchaba. Y aún no se ha bajado del ring. No piensa hacerlo hasta conseguir su reto: la accesibilidad y aceptación total de los sordos.
Única emocionando
Los que la rodean aseguran que sus conocimientos y su forma de ser la convierten en una intérprete única que puede hacer cosas que ningún otro puede. Como levantar la emoción más pura y sincera tanto de sordos como oyentes en la saeta que interpretó esta Semana Santa junto al cantante Iván Centenillo.
Esther ya había interpretado teatro, zarzuela, coplas y flamenco, pero nunca una saeta. Y el hacerlo la aterraba, pues la falta de una extensa letra ante el protagonismo de la emoción y los quejíos la hacen un género difícil de interpretar con signos. Pero, como siempre en su vida, no se amilanó ante el reto y, aunque le costó noches de insomnio y horas de preparación, consiguió no solo superarlo sino cautivar a todos los que la vieron.
Un duro esfuerzo
Escuchó saetas por la mañana, por la tarde, por la noche. Le pidió a Iván Centenillo que le grabara un audio para poder conocer no solo la canción sino el propio sentimiento para mostrarlo a la comunidad sorda y que así pudieran oír a través de su cuerpo. Y lo consiguió. «Antes no me gustaba la música. No sabía de qué iba, no podía oírla, así que no me interesaba. Pero cuando vi lo que hizo Esther, me quedé sin sentido. Impresionado. Era la primera vez que la mayoría de nosotros vivíamos algo así. Todos sentimos que podíamos oír la canción», señala uno de los miembros de Asogra.
«Yo al principio no es que tuviera dudas por cómo lo iba a interpretar Esther, porque sé de su profesionalidad, pero sí que no sabía bien cómo iba a salir porque la saeta es mucho sentimiento y mucho quejío y no sabía cómo lo podía trasmitir a través del lenguaje de signos. Pero cuando lo vi, me quedé impresionado. Me pareció que ella, sin un solo sonido, consiguió trasmitir y emocionar incluso más que yo con la voz. Es increíble lo que hace Esther. Es para estar orgulloso», afirma Iván Centenillo.
En el momento en el que finalizó la interpretación, todos los miembros de Asogra que se encontraban en el evento se quedaron sin aliento. Pudieron oír. Y sentir. Y experimentar. No sabían que eso podía pasar. Y todo gracias a la que consideran «un tesoro valioso como el oro». Ella es su arma y su escudo. Su heroína. Su voz. Pero, sobre todo, la intérprete de su mundo de silencios.
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