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Antonio Cabrera recibe emocionado el homenaje de sus colegas, familiares y amigos. Pepe Marín

La huella imborrable de un hombre a imitar

Sanidad ·

A partir de ahora, el laboratorio de Hematología del Hospital Virgen de las Nieves de Granada se llamará Antonio Cabrera, en honor al ilustre médico que fundó este servicio

Sara Bárcena

Granada

Jueves, 20 de octubre 2022, 00:58

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Dejar huella es algo que todo el mundo desea, incluso sin saberlo. Muchos lo consiguen. El doctor Antonio Cabrera, por ejemplo. En 1974, este médico cirujano fundó el Servicio de Hematología y Hemoterapia del Hospital Universitario Virgen de las Nieves. Y ayer, en homenaje a su trayectoria y contribución a la medicina en Granada, compañeros, residentes y familiares se reunieron para celebrar que, a partir de ahora, su huella será imborrable.

El laboratorio de esta especialidad del centro granadino pasará a llamarse 'Antonio Cabrera', en honor al prestigioso galeno, jubilado en 2012 y que actualmente padece alzhéimer, una enfermedad que podrá borrar recuerdos, pero nunca su legado, que desde ahora y para siempre quedará plasmado en las paredes del Hospital.

«No se llega a este momento por casualidad. Antonio es un referente. Siempre ha ido sembrando sus valores y guiando a los demás. Es un hombre a imitar, pero, sobre todo, es una persona a querer», aseguró el delegado territorial de Salud y Familias de la Junta de Andalucía en Granada, Indalecio Sánchez-Montesinos, que trabajó con él en su día y estuvo presente en el acto.

Antonio Cabrera se licenció en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada en 1969. Su primer destino como médico interno fue en el Hospital de San Juan de Dios de Granada, entre 1969 y 1970. Después, se trasladó al Hospital Central de la Cruz Roja de Madrid y, de ahí, al Hospital Universitario Puerta de Hierro, donde ejerció desde 1971 a 1974, año clave en su carrera.

Fue entonces cuando decidió que quería volver a Granada. «Renunció a la Jefatura del Servicio de Hematología en Vigo porque quería venirse a su tierra y hacer algo por ella, algo importante. El doctor Ángel Galdo confió en él plenamente y así surgió el Servicio de Hematología. Juntos, fueron poco a poco fichando médicos y residentes y enseñándoles por ósmosis, por ejemplo, como siempre cuentan sus compañeros», explicó a este periódico su hija, Pilar Cabrera, que acompañó a su padre en el emotivo encuentro.

Según ella, Antonio estaba emocionado y también un poco abrumado. «Él no se esperaba algo semejante después de diez años jubilado. El doctor José Manuel Puerta se acordó de él y de cómo se inició este servicio, de las dificultades a las que se enfrentaron al principio y de cómo mi padre sembró lo que a día de hoy es. Un servicio de calidad, humano, pero muy exigente», señaló su hija, orgullosa a más no poder.

Compañeros que son amigos

Muchos de los compañeros de Antonio, que en su día fueron sus alumnos, aprovecharon la ocasión para rememorar anécdotas y vivencias de todo tipo junto al que durante años fue su maestro. La hematóloga Zoraida Mesa, por ejemplo, fue residente del médico distinguido y ayer no dudó en recordar estas sus sabias palabras: «La clínica no es nada si no tiene un buen laboratorio detrás».

También intervinieron sus coetáneos Pilar López y Antonio Moratalla, que emocionaron a los asistentes con sus palabras. «El doctor Cabrera era muy bueno, pero muy severo. Con él estábamos todo el día estudiando. Siempre nos hacía exámenes y mil preguntas que nadie esperaba», contó divertida la doctora López.

«En una ocasión, la vida casi nos quita a Antonio», recordó por su parte el doctor Moratalla. «Se ve que el tutor celestial, al llegar por allí, no le permitió la entrada. Creyó mas conveniente que se quedará por aquí. La verdad es que menos mal, porque el servicio ha seguido creciendo gracias a su empuje», subrayó.

Así, el equipo directivo del Virgen de las Nieves y cerca de cien profesionales de distintos servicios asistenciales del centro alabaron la labor de Cabrera, que, acompañado de su familia, volvió a visitar el laboratorio de Hematología. Sin embargo, en esta ocasión, algo había cambiado. En la puerta, una placa, reluciente, rezaba: 'Laboratorio de Hematología y Hemoterapia Dr. Antonio Cabrera'.

Ahora, los nuevos residentes preguntarán quién era y sus compañeros, que son amigos, podrán explicarles que fue un gran médico, un hombre a imitar. Esa será su huella imborrable.

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