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Alejandro y Daniel posan con sus trofeos.

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Alejandro y Daniel posan con sus trofeos. FOTOS: Pepe Marín

Los dos hermanos granadinos prodigios del cálculo mental

Alejandro y Daniel alcanzaron el podio en el reciente campeonato del mundo de Moscú

JOSÉ IGNACIO CEJUDO

Martes, 21 de agosto 2018, 13:42

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Alejandro y Daniel no son más que niños y hermanos y de sus miradas y sonrisas se desbordan las ganas de jugar. Asoma, no obstante, un brillo indisimulado de inteligencia que a Alejandro se le escapa cuando aporta detalles precisos y olvidados en una conversación que le incumbe. Apenas tienen diez y cinco años, pero estos pequeños granadinos alcanzaron hace unas semanas sus respectivos podios en el campeonato del mundo de cálculo mental que acogió el World Trade Center de Moscú. Alejandro, el mayor, fue tercero en el nivel 9 y Daniel fue segundo en el primero. Ambos realizaron sus ejercicios al mismo tiempo en una impactante sala con 600 alumnos procedentes de 16 países de todo el planeta, treinta de ellos españoles y sólo un granadino más. Si no tienen un don, lo rozan.

Estos dos niños participan en el programa educativo ALOHA de aritmética mental en España, a cuyas clases asisten en la academia Give me 5 un día a la semana para divertirse durante dos horas entre ejercicios y juegos de habilidad junto a una decena de compañeros. Alejandro y Daniel fueron a Moscú para hacer lo mismo que hacen allí y en su hogar: fichas de 70 operaciones matemáticas que han de resolver en cinco minutos con el menor número de errores posible. Esperan la señal, dan la vuelta al folio y calculan casi sin detenerse un ejercicio tras otro con el ábaco que les acompaña en sus cabezas. Manejan el lápiz con determinación y nervio y se apresuran para acabar lo antes posible en busca de un nuevo récord. «¡Ya!», proclaman al cerrar el último resultado. Impresiona.

La cita de Moscú fue para ellos un juego más, aunque al preguntarles contesten con rotundidad que sí, que fueron a competir. Les encanta superarse y aspiran a ser mejores que el resto pero lo siguen haciendo desde una perspectiva lúdica en la que la diversión es lo primero. «Teníamos ganas de estar allí», afirma Daniel. «Fue muy bien, muy divertido, el viaje un poco largo pero se me pasó rápido», desarrolla Alejandro. «Estaban relajados antes de la prueba, se lo tomaban como algo más aunque sí llevaban algo de nerviosismo por el viaje y la emoción de ir a otro país. Sobre todo fueron ilusionados y emocionados», completa su madre Carmen.

«Empecé con fichas como las de mi hermano hace cinco años y cada vez se hicieron más difíciles»

Alejandro

Fueron cinco minutos que recuerdan velocísimos. Un tiempo en el que su concentración es absoluta, algo insólito en niños de su edad. Ya podría romperse el mundo que no levantarían la vista del papel. «Empecé con fichas como las de mi hermano hace cinco años, con sumas y restas, y cada vez se hicieron más y más difíciles de año en año hasta estas, que también tienen sumas y restas pero con decimales y divisiones, multiplicaciones y potencias», explica Alejandro. Daniel, que observa muy curioso los ejercicios de su hermano, admite que tiene ganas de aprender a resolverlos. «Todavía le parecen jeroglíficos», apunta su madre. Pronto le supondrán un juego nuevo.

«Teníamos ganas de estar allí. Fue muy bien , muy divertido, el viaje un poco largo pero se pasó rápido»

Daniel

Carmen y su marido Juan se sorprendieron mucho cuando con apenas dos años Alejandro empezó a preguntarles con insistencia por los números. «Los señalaba y quería saber cuáles eran, cuánto sumaban... siempre le han llamado la atención», recuerda ella. «Mi marido me habló de un programa en el que usaban el ábaco y decidimos probar cuando tuvo cinco años. Le encantó. Al poco de empezar, ALOHA se convirtió en algo intocable para él. Le podíamos quitar cualquier cosa menos ALOHA», cuenta divertida. «Daniel ha visto desde pequeño cómo su hermano hacía las fichas y ha seguido el proceso. Empezaron a hacerlas a la vez, compartiendo esos cinco minutos cada uno en su nivel y con su prueba», comenta.

Normalidad

Carmen y Juan, prudentes, procuran no darle una importancia desmedida a la hazaña de sus niños. «El trofeo vino en la maleta y ahí se quedó», ejemplifica. Pretenden que sigan siendo esos niños revoltosos que alteran el orden del hogar. «Son muy inquietos y juguetones, se buscan mucho el uno al otro y se pelean, pero luego son capaces de concentrarse mucho. Se pican algunas veces pero no está mal siempre y cuando sea sano», valora.

Alejandro, campeón nacional en los dos últimos años, no podrá seguir con el programa ALOHA el próximo curso. Su madre aventura un primer acercamiento a la robótica, un mundo que le atrae muchísimo, como el inglés. Tanto él como su hermano juegan al fútbol, su pasión por encima de los números. Aunque todavía no saben qué quieren ser de mayores, proclaman que futbolistas. «¿Futbolistas?», responde incrédula y con una sonrisa su madre.

Carmen duda a la hora de creer que sus hijos tengan un don. «Algo de habilidad especial deben tener, pero al niño le tiene que gustar porque por mucho don que tenga no va a durar si no le gusta. Otros niños con menos habilidades se enganchan desde el principio y las desarrollan. Al final sólo dedican cinco minutos al día para una ficha, no es nada en comparación a lo que pasan viendo la tele o jugando a videojuegos. Para ellos ya es un hábito», asegura. Por supuesto que animo a otros padres a que apunten a sus niños, no sólo por las matemáticas sino por lo que aprenden a niveles de concentración, atención o creatividad, cualidades más difíciles de alcanzar como adultos», responde. A su lado, Alejandro y Daniel juguetean absortos en su mundo infantil.

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