"Granada tiene unos recursos mínimos para atender a personas 'sintecho'"
Inés Riera Técnico de desarrollo solidario y directora del comedor de San Juan de Dios | La Orden volverá a atender a más de 100 indigentes en sus instalaciones en Nochebuena y Navidad
La trabajadora social Inés Riera lleva dos años y medio al frente de la obra social de San Juan de Dios en Granada y está ... curtida en mendicidad, en discapacidad intelectual, en enfermedad mental, en inmigración... Es de lágrima dura, pero se quiebra llorando al recordar un momento: «El día que me encontré por primera vez con una familia del colegio de mis niños viniendo a recoger un lote mensual de comida del Banco de Alimentos. Venían los críos con el uniforme escolar y todo, porque la madre no debe tener a nadie con quien dejarlos por la tarde».
Entonces esta mujer menuda, enérgica y expresiva, se recompone en su despacho, salpicado de juguetes de segunda mano pendientes de ser repartidos. Los papeles con asuntos por resolver salpican las mesas mientras ella reflexiona sobre los usuarios del comedor social de San Juan de Dios, donde cada día -incluida la Nochebuena y la Navidad- acuden unas 100 personas pobres a sentarse juntas a la mesa. Parados de media y larga duración, inmigrantes, ancianos sin recursos, 'sintecho', individuos con problemas de salud mental o drogas y otros que por diversos motivos se hallan con profundas dificultades económicas y sociales.
Para ellos, la cena de Nochebuena y el almuerzo de Navidad serán preparados con jamón, langostinos o pavo asado, entre otras cosas. Además los manteles y los adornos navideños serán colocados minuciosamente por los voluntarios, quienes también servirán las mesas.
El 70% de los que acuden a comer de la caridad son hombres de entre 25 y 50 años
«Lo normal aquí es vivir muy justo, sin dinero para pagar los libros de infantil o de bachillerato de tus hijos»
Esa estampa se repite cada año en el comedor de San Juan de Dios de Granada. Y poco tiene que ver con aquella imagen ácida de la película 'Plácido', de Berlanga, en la que familias acomodadas de Madrid participaban en una campaña de caridad navideña patrocinada por una empresa de ollas a presión invitando a cenar a su mesa a un pobre. Lo del comedor social de San Juan de Dios tiene poco de cinematográfico y mucho de crueldad real. La de la vida misma. La de los viudos y pensionistas que cobran una paga minúscula y en cuanto ayudan a sus hijos, abonan el alquiler y los suministros se quedan sin blanca para comer. Estos últimos no suelen aparecer en Nochebuena, pero sí el resto del año.
-¿Cuánto se gastan en mantener abierto el comedor social todos los días del año para 100 personas?
-Pues 343.580 euros, el 62% viene de ayudas de la Junta y del Ministerio y el 38%, de donaciones de bienhechores. 10 voluntarios atienden a diario el servicio del comedor, de un grupo de 68 personas voluntarias. En total, el año pasado atendimos a 3.750 individuos distintos.
-¿Ustedes han notado que la crisis ha acabado?
-Pues nosotros es que tratamos a personas arraigadas en núcleos de exclusión social y eso sigue exactamente igual. Tal vez ha aumentado un poco el número de personas inmigrantes y ha descendido el joven nacional. Pero aunque cambie el perfil, el número de almuerzos que damos sigue siendo el mismo.
-¿Les cuesta encontrar voluntarios para mantener toda la maquinaria solidaria operativa?
-No, nada. Y en Nochebuena tenemos más ofrecimientos aún que el resto del año y la gente quiere dar a los usuarios cercanía, calor, villancicos... un detalle añadido.
-Muchos de sus comensales viven en la calle... ¿por qué no se adaptan a vivir en los hogares públicos para 'sintecho'?
-No es que no se adapten, es que en Granada no hay plazas para las personas sin hogar. No hay nada, salvo la casa Madre de Dios de Cáritas, pero ahí no se dispone de suficientes plazas de baja exigencia. Granada es una ciudad muy bohemia y con mucho atractivo, con mucha población 'sintecho', pero si comparas los recursos con otros, como los de Málaga, apenas tenemos nada. Estamos bajo mínimos en el panorama estatal.
Inés Riera acumula 20 años trabajando en el tercer sector y ha aprendido que las situaciones de necesidad y de exclusión están determinadas en gran parte por la salud mental de los individuos. Cuando hay problemas psiquiátricos, se toca fondo en dignidad y en autocuidado. «Podemos darles cosas materiales, pero lo que más les cura a largo plazo es la cercanía, el trato humano, el sentir que deben rendirle cuentas a alguien que ha dado la cara por ellos, el tener un voluntario pendiente de ellos día a día», concluye.
«En esos barrios hay auténticos dramas y gente digna muy necesitada de ayuda para salir adelante»
«La persona que rehace su vida tras estar en la calle sin rumbo es porque ha encontrado un techo y, especialmente, una relación afectiva, de amistad, de amor, de referencia... que le hace retomar las riendas. Pero eso es muy difícil, porque pierden las habilidades sociales y los casos se complican». De todas formas a Inés le gusta recordar el ejemplo de la señora polaca sacada de la calle para ser tratada en un hospital en su país o al expresidiario y mendigo convertido hoy en un amable y eficaz guardés de finca.
«No juzgar a nadie»
-¿Hay 'profesionales' de la caridad?
-Totalmente, familias especializadas en pedir y comer gratis, en que un mes les pague las facturas San Juan de Dios y al siguiente, su vecino... y así. Pero son los menos, un 5% del total. Para lograr el engaño cero debería haber una relación más estrecha aún entre los servicios municipales, Cáritas, nosotros, Banco de Alimentos, Calor y Café... Aquí para ser atendidos se piden certificados de servicios sociales, pero aún así el control no es 100%.
-¿Existe en Granada una población joven que ha elegido vivir en la calle por jipismo o bohemia y que acude a los recursos sociales?
- Sí. Totalmente. Eso se da en las cuevas del Sacromonte. Es elegido. Antes el comedor estaba en las guías de dónde comer gratis de los 'perro flautas'. Ya lo hemos solucionado. Aquí dejamos entrar sin carnet tres días, a personas de paso, por ejemplo. Pero a partir de ahí, pedimos acreditación de estar dado de alta en búsqueda de empleo, certificado de pensiones... Si hay enfermedad mental grave -y en las entrevistas personales eso lo detectamos- no vamos a impedirle el paso a nadie... pero luego están esos jóvenes europeos de 'yo estoy haciendo la prueba de vivir sin dinero y ser antisistema'... y vengo a San Juan de Dios como si me fuese de Interrail... A estos no les damos carnet. Pero bueno, te diré que los hermanos de la Orden llevan a rajatabla eso de no juzgar a nadie y nos lo inculcan.
«Hay gente que viene con las uñas de gel y el móvil a pedir alimentos. Y tras mucho tiempo he llegado a la conclusión de que eso es la pobreza. Viven sin nada y no saber administrarse. Tienen la psicología de la pobreza. No tienen una educación ordenada de cómo gastar el dinero. Es la falta de recursos mentales. Y sus hijos harán lo mismo. Todos estamos a tres pasos de la pobreza, pero cómo reaccionamos ante ella es la diferencia».
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