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Los picadores de cuevas empiezan el tajo al amanecer. Pico y pala en las entrañas de los cerros. JORGE PASTOR

El oficio de picar las cuevas

Raíces ·

Excavan los cerros para 'construir' en su interior casas seguras, cómodas, económicas y ecológicas. Así trabajan quienes se buscan el sustento con el verdadero oficio más antiguo del mundo

Jorge Pastor

Granada

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Lunes, 16 de noviembre 2020

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Son las ocho de la mañana en el barrio de la Magdalena, en Guadix. Los primeros rayos de sol despuntan sobre la sierra de Baza cuando llega la cuadrilla en un coche conducido por Pepe. Sacan las herramientas del maletero y cumplen con la liturgia de todas los días antes de empezar el tajo: engrasan los compresores, extienden las alargaderas para encender los focos y distribuyen las piquetas. Se llaman Pepe, Juan, Antonio y Palomo. Son picadores de cuevas. «No hace falta que organice la faena porque todos saben qué tienen que hacer», asegura Pepe mientras enciende el primer pitillo de la jornada. Al fondo se escucha ya el 'zas, zas, zas' de la piocha horadando el cerro.La letanía del verdadero oficio más antiguo del mundo: perforar la montaña para vivir dentro.Lo hacíamos en la prehistoria. Lo seguimos haciendo ahora. La provincia de Granada cuenta con más de 20.800 casas cuevas. De todas ellas casi 2.500 se localizan en Guadix.

Pepe, apellidado dos veces Ruiz, tiene la maestría en el picado y la rehabilitación de estos hogares excavados en la arcilla. Un título ganado a pulso después de tres décadas dándole al pico y más de quinientas cuevas arregladas. Algunas de ellas, verdaderas mansiones con vistas a Sierra Nevadas y piscinas de borde infinito, y la inmensa mayoría de ellas, sencillamente acondicionadas para que las familias puedan residir con todo el bienestar y todas las garantías de seguridad. Como en la que Pepe y su gente trabajaba el día que se hizo este reportaje.

Picando la entrada de una cueva con más de cinco siglos de antigüedad.
Picando la entrada de una cueva con más de cinco siglos de antigüedad. JORGE PASTOR

«Ésta, por donde está situada y por sus características, debe de tener unos quinientos años, de cuando los moriscos vivían en Guadix antes de ser expulsados», estima Pepe. Cinco siglos en que aquella 'oquedad' ha pasado por muchos propietarios hasta la actualidad. «Lo normal es que los sucesivos dueños acometieran reformas para acondicionar el espacio a sus necesidades». Y éste es, precisamente, uno de los imprevistos que suele encontrarse Pepe y su gente cuando se adentran en los intestinos de la montaña. Habitáculos que algún día sirvieron para guardar los animales, por ejemplo, y que de repente salen a la luz. Siempre estuvieron ahí, escondidos.

Hay que andarse con cuidado. El abandono es el enemigo número uno de una cueva. El agua se filtra y se hace barro. Un proceso de deterioro que, en el peor de los casos, puede acabar incluso con el desplome de alguna estancia. «La humedad se mete en la tierra y cuesta mucho sacarla», asegura Pepe. De ahí la importancia del mantenimiento, «de que estén vivas». A pesar de ello, hablamos de unas viviendas estadísticamente seguras –la cifra de derrumbes es insignificante y siempre asociados a cuevas que llevan mucho tiempo cerradas–. «De hecho –comenta Pepe– los riesgos son mínimos en caso de terremotos, tan frecuentes en Granada por su alta sismicidad, porque no son un añadido al terreno, sino que son el mismo terreno».

La cuadrilla, en plena faena. JORGE PASTOR
Imagen principal - La cuadrilla, en plena faena.
Imagen secundaria 1 - La cuadrilla, en plena faena.
Imagen secundaria 2 - La cuadrilla, en plena faena.

Mientras Pepe atiende a la prensa, los currelas siguen a la suyo, dándole con energía al zapapico. Juan anda todo el rato de arriba para abajo desalojando el casquijo con la carretilla, «y lo que haga falta». Antonio yPalomo simultanean el compresor y la alcotana. «Con el primero cunde más que con el segundo». Todos trabajan coordinados. Pico y pala, pico y pala, pico y pala. Y así durante los dos meses que se puede tardar en dejar como nueva una cueva de cinco habitaciones por un precio de unos nueve mil euros.

Un proceso laborioso basado en una de las técnicas constructivas más antiguas, más básicas y más efectivas: la bóveda, donde todo el peso del monte, toneladas y toneladas, descansa sobre los muros. Así se hacían las cúpulas de las iglesias y así se hacen las cuevas. «El resto tiene mucho de improvisación, de ir resolviendo sobre la marcha las contingencias que vayan surgiendo», dice Pepe. Como las 'tierras movidas', que se diferencian de las 'tierras consistentes' en que en algún momento fueron añadidas. Tierras que no forman parte de esos oteros que han tardado millones de años en formarse y cuya estratigrafía puede resultar a veces sorprendente. Es usual, por ejemplo, el hallazgo de fósiles marinos, lo que evidencia el origen de esos territorios situados al Norte de Granada.

Evacuando cascote del interior de una cueva.
Evacuando cascote del interior de una cueva. JORGE PASTOR

Gran parte de los inconvenientes en la restauración de cuevas se derivan de transformaciones anteriores que, en última instancia, contribuyen paradójicamente a su deterioro. Como la incorporación del cemento. «Yo he llegado a ver auténticos disparates, como la aplicación de techos de escayola», refiere Pepe, quien lamenta el olvido de las cuevas por parte de la administración pese a ser un elemento identitario. «No les reporta dinero». A pesar de ello, el hábitat de las cuevas tiene pasado, pero sobre todo tiene presente y futuro como vivienda principal, como segunda residencia o con otros fines como la hostelería y el turismo.

Viviendas confortables

¿Por qué? Pues básicamente por tres razones.La primera por su confortabilidad. Porque en el exterior puede haber cuarenta grados positivos o cuarenta negativos y dentro siempre habrá entre dieciocho y veintidós. La segunda porque, como consecuencia de este confort térmico, las necesidades energéticas son sustancialmente menores –con todo lo que ello implica desde el punto de vista de las economías domésticas y la preservación del medio ambiente–. Yla tercera, nada desdeñable en estos tiempos pandémicos, porque permite un total aislamiento. «La experiencia de dormir en cueva, con un silencio absoluto, es única», resume Pepe.

Arcilla y polvo. El día a día de los picadores de cuevas.
Arcilla y polvo. El día a día de los picadores de cuevas. JORGE PASTOR

Y es que hace mucho tiempo que 'cueva' dejó de ser sinónimo de 'pobreza'. Una imagen alimentada durante muchos años por el Nodo, los tópicos y los estigmas. Partiendo del apriorismo de que siguen existiendo problemas sociales en algunas zonas desagregadas de los principales núcleos de cuevas, muchos de sus moradores las han 'reinventado', por su cuenta y riesgo o de la mano de especialistas como Pepe Ruiz, para que tengan todas las comodidades que puede ofrecer uno de esos coquetos y modernos apartamentos de 250.000 euros la unidad edificados de forma compulsiva durante la época del 'boom'.

Una realidad que no debe ocultar, sin embargo, otra preocupante realidad. Según un informe elaborado por la Diputación de Granada en 2017, más de la mitad de estas 'construcciones', muchas centenarias, no presentan una buena conservación. Este documento, elaborado por los técnicos tomando como base de análisis las 20.252 casas cueva censadas en veintisiete términos municipales de Granada, mostraba que el diecinueve por ciento tenían un estado de mantenimiento que se calificaba como 'regular', el veintitrés por ciento, 'malo', y el dieciséis por ciento, 'ruinoso'. Un dato sociológico muy interesante: la edad media de los dueños supera los sesenta años. Los hijos y los nietos de éstos optan mayoritariamente por alternativas habitacionales más 'convencionales'.

En la rehabilitación de una cueva de cinco habitaciones se suelen invertir unos dos meses de tiempo. JORGE PASTOR
Imagen principal - En la rehabilitación de una cueva de cinco habitaciones se suelen invertir unos dos meses de tiempo.
Imagen secundaria 1 - En la rehabilitación de una cueva de cinco habitaciones se suelen invertir unos dos meses de tiempo.
Imagen secundaria 2 - En la rehabilitación de una cueva de cinco habitaciones se suelen invertir unos dos meses de tiempo.

Guadix es la localidad con más casas cueva de Granada. Concretamente 2.491 distribuidas por nueve barrios, los anejos de Paulenca yBelerda y la entidad menor de Bácor Olivar. En la comarca accitana, la 'Capadocia española', como la han llamado algunos, hay varios pueblos que superan el millar. Es el caso de Cortes y Graena (1.398), Dehesas de Guadix (1.398) y Benalúa (1.097). En la zona de Baza, la mayor concentración se registra en Benamaurel (1.993), Cúllar (1.287) y la propia Baza (1.036).

Y ahí está el bueno de Pepe. Dándolo todo. «Tengo 67 años y estoy tan unido a esto que no sé si algún día llegaré a jubilarme», confiesa mientras enseña su pico, prende el penúltimo cigarrillo y regresa al interior de la cueva... una vez más.

Pepe, en primer plano, junto al resto de compañeros de la cuadrilla. Todos con el pico al hombro. JORGE PASTOR

«Nadie me enseñó el oficio, se aprende a base de picar»

Dándole cariño al perrillo. JORGE PASTOR

José Ruiz tiene 67 años. Aún sigue en el tajo. «Mi teléfono no para de sonar». Pepe es un maestro. Sus pupilos continúan con un oficio ancestral. «Nadie me lo enseñó, esto se aprende a base de picar», asegura. «Lo más importante de una rehabilitación es la seguridad y la funcionalidad;una vez logrado esto, me encanta trabajar la arcilla para crear formas», explica. «Lo más importante –recalca Pepe– es no romper el alma de estas casas, esa especie de energía invisible que emana de la tierra y que las hace mágicas».

Por todo ello, porque lleva media vida entregado a la causa, pide la preservación de este hábitat tan identitario del norte de la provincia de Granada y de la capital. «Si las casas cueva estuvieran en Francia, esto sería Saint Tropez», asegura Pepe.

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