Una calle de Carataunas, uno de los municipios envejecidos de la provincia. ALFREDO AGUILAR

Granada, más envejecida que nunca

La proporción de mayores en relación con los jóvenes continúa aumentando y está en máximos históricos incluso tras la mortalidad provocada por la pandemia

Lunes, 30 de agosto 2021, 00:25

Ni siquiera la pandemia ha conseguido poner freno al envejecimiento que sufre Granada. Un proceso que comenzó hace ya décadas y que, pese a tener ... su origen en una positiva mejora de las condiciones de vida, se ha convertido en los últimos años en una auténtica amenaza para la sostenibilidad demográfica de la provincia. La proporción de habitantes mayores en relación con niños y adolescentes continuó aumentando en 2020 y se sitúa entre las tres más altas de todo el territorio andaluz.

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La mortalidad provocada por la pandemia, que se ha cebado sobre todo con los grupos de riesgo, entre los que se encontraban las personas de más edad, no ha tenido un efecto significativo en este proceso, ya que la falta de nacimientos durante los últimos años impide que la tendencia se revierta.

De acuerdo con la última edición de la revisión del padrón continuo que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE) y que cuenta ya con cifras estimativas a 1 de enero de 2021, en la provincia granadina hay 147.903 ciudadanos de menos de 16 años, mientras que los mayores de 64 años llegan a ser 169.874. Esto supone que hay 114,86 ciudadanos de la tercera edad por cada 100 de las nuevas generaciones.

El índice más alto de la historia

Esta proporción, que se conoce como índice de envejecimiento, es la que se usa para medir la evolución de este indicador en diferentes territorios. En el caso de Granada, es la más alta de toda su serie histórica, de acuerdo con la información que proporciona el organismo estadístico nacional. Se alcanza esta cota tras trece años seguidos ininterrumpidos de aumento del envejecimiento que coinciden con el inicio y el desarrollo de la crisis económica que comenzó tras el 'crack' bursátil de 2008. Además, desde 2015 esta proporción supera los 100, momento en el que ya se encienden las alarmas sobre el futuro demográfico.

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«La emigración de muchas personas jóvenes tras la crisis de 2008 va a marcar el futuro demográfico de la provincia granadina»

Juan Carlos Maroto Martos

Profesor Geografía Humana UGR

No solo eso;el aumento interanual, es decir, con respecto al dato del año previo, también es el más elevado de la serie histórica, cuya edición más reciente abarca hasta el año 1996. En concreto, fue del 2,66%, un poco por encima del 2,63% de 2019. Un factor importante que influye en este aumento del envejecimiento viene también de la natalidad. La caída de la fecundidad media y el aumento de la edad de nacimiento del primer hijo agravan la situación.

Una de las consecuencias más evidentes de este proceso es que las personas mayores suponen cada vez una parte mayor de toda la población de la provincia. Según las cifras más recientes, casi uno de cada cinco granadinos tiene ya más de 64 años. En concreto, la cota está en el 18,3% Esta proporción, además, ha aumentado en más de dos puntos desde principios de este siglo. Por el lado contrario, los menores de 16 no llegan a ser el 16% de la población, cuando suponían casi tres puntos más en 2002.

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Un problema de interior

En Andalucía, la situación de Granada es una de las tres más preocupantes de la comunidad al inicio del año en curso. Los 114,86 mayores por 100 jóvenes son una cota que se ve superada solo por dos provincias de interior, Córdoba (129,1) y Jaén (132,8).

Es este un patrón habitual en toda España, como señala Juan Carlos Maroto Martos, profesor titular del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Granada (UGR)y experto en procesos de despoblación y envejecimiento. Es por esta misma razón, añade, que aunque los datos de lugares como la provincia granadina sean ya preocupantes a medio plazo, siguen estando muy lejos de la alarma existente en amplias zonas del interior peninsular, las más castigadas por esta situación que sigue agravándose en los últimos años.

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«La capacidad de atraer población joven y ofrecer una pujanza económica debe ser uno de los objetivos para salvar territorios envejecidos»

Juan Carlos Maroto Martos

Son varios los factores fundamentales a los que Maroto acude para explicar el cómo y el cuándo del envejecimiento de las sociedades occidentales. El más importante de ellos es la mejoría en las condiciones de vida, producto de las luchas sociales que ocuparon el espacio público en aquella época, y que revirtió en logros como la conquista de un sistema público de sanidad o una mejor alimentación para la mayor parte de la población, entre otros. Esto lleva a que el investigador describa este resultado como un «proceso natural» dentro de su contexto histórico. Esto tuvo como consecuencia un aumento de la esperanza media de vida, que en España es la segunda más alta del mundo después de la registrada en Japón.

Pujanza económica

Maroto Martos señala, sin embargo, que esta evolución, que afectó más o menos por igual a toda la población del país en el tardofranquismo y el inicio de la etapa democrática, también se ve matizada por otras realidades, como la que describe en términos de «pujanza económica», es decir, la capacidad de ofrecer un futuro a sus habitantes en términos de capacidad de consumo. El profesor señala que el consenso científico es que este hecho está directamente relacionado con la evolución demográfica de un territorio.

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Prácticamente uno de cada cinco granadinos (el 18,3%) tiene ya 65 años o más, según los datos del INE

De nuevo, el problema vuelve aquí a necesitar el análisis de las capacidades del lugar en cuestión. En resumen, cuantas menos posibilidades de progresar ofrezca el sitio en el que vives, más probable es que acabes eligiendo marcharte a otro para intentar mejorar tus condiciones de existencia. El efecto de esto es muy fácil verlo en las estadísticas oficiales:las zonas de interior y las que tienen fuerte presencia del mundo rural, como ocurre en el caso de Granada, suelen ser las más castigadas en estos casos. Mientras tanto, las ciudades grandes y las zonas costeras prosperan; estas últimas gracias al empuje de la industria turística, las primeras por la acumulación de administración pública y grandes empresas.

Cuando los jóvenes se marchan

Quienes no pudieron acudir a estas soluciones tuvieron que verse obligados a emigrar, como muestran las inéditas en décadas cifras oficiales de emigración a raíz de la crisis de 2008. Además, como quienes más se marcharon en términos porcentuales fueron personas jóvenes, las consecuencias se ven inmediatamente en los datos de nacimientos: descendió la fecundidad y el número de hijos nacidos. Una tendencia que no ha hecho sino empeorar en los últimos años, aunque todavía hay quien espera que el confinamiento provocado por el coronavirus acabe desembocando en un pequeño 'baby boom', que las estadísticas oficiales no confirman todavía. Para que eso se produzca, según el consenso investigador, tienen también que darse las adecuadas condiciones económicas, que en este caso no han existido.

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«La capacidad de atraer población joven», resume Juan Carlos Maroto, «será determinante para asegurar el futuro demográfico de provincias como Granada». Pone en este sentido ejemplos como los de Almería y Sevilla, que pese a tener coyunturas diferentes, una más basada en el trabajo agrícola y otra en el de mayor cualificación, han conseguido crecer en los últimos años en un contexto adverso.

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