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María Guardia Gómez, Mariquilla, durante una entrevista con IDEAL. RAMÓN L. PÉREZ
El flamenco en la Universidad

El flamenco en la Universidad

Momentos de Granada ·

La de Granada fue la primera Universidad en dedicar una Cátedra de Flamenco, con la bailaora Mariquilla al frente

TITO ORTIZ

Lunes, 28 de agosto 2017, 01:35

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La década de los ochenta del siglo pasado nuestra Universidad, a las órdenes de José Vida Soria, se abrió más si cabe a la sociedad. Teníamos un valedor para esas acciones de excepción, el vicerrector de Extensión Universitaria, Juan José Ruiz-Rico López-Lendines, un hombre de toga que después investigaría el caso Juan Guerra como miembro del alto tribunal andaluz, pero con grandes inquietudes culturales y literarias, como demostró en su obra 'Al Sur son las hogueras'. En aquella época, la Universidad de Granada organizó una serie de actividades pioneras como, por ejemplo, el ciclo sobre Tauromaquia, impartido por el matador de novillos toros -entonces, porque después se doctoraría en Atarfe- y crítico taurino Juan Ramón Romero, que entre otros participantes trajo a las aulas al matador de toros Rafael de Paula o al ganadero Victorino Martín. Ruiz-Rico, consciente de la importancia del mundo flamenco, no dudó en poner en marcha una Cátedra de Flamenco, depositando sus responsabilidades de enseñanza y divulgación en todas las facetas de este arte en la persona de nuestra genial bailaora sacromontana María Guardia, Mariquilla, quien no dudó en aceptar tan alta responsabilidad.

Actividades docentes

Lógicamente, al ser Mariquilla la responsable de llevar a cabo el proyecto el baile era un plato fuerte en las actividades ya respaldadas por la Universidad, pero la bailaora no dejó atrás los aspectos fundamentales del arte gitano andaluz y abordó con acierto el resto del programa de estudios, en el que tenía un peso específico la enseñanza y divulgación del cante y del toque. Tuve el honor de que María me llamara para iniciar ese aspecto docente con una conferencia y pensé en la posibilidad de ilustrarla con cante, para evitar así a los alumnos la aridez de enfrentarse sólo a la teoría e historia de lo jondo. Yo, la historia del cante flamenco la tenía en la cabeza, pero necesitaba un cómplice que la tuviera en la voz y encontré al mejor. Llamé a mi amigo Enrique Morente, a su casa de Madrid, le propuse el reto y él me lo aceptó. Se trataba de que yo hablara sobre los cantes menos interpretados en los festivales y él demostrara en público los que eran y cómo se hacían. Le pasé una lista de los que yo incluía en mi conferencia para que los repasara. Se trataba de rescatar palos como las marianas, las bamberas, los cantes de columpio, las temporeras, el polo, la caña y sus diferencias, y así hasta una docena de los menos ejecutados por los artistas y desconocidos para un público joven como al que nos dirigíamos.

Noche épica de Morente

La noche que inauguramos las actividades docentes de la Cátedra de Flamenco de la Universidad de Granada el salón de Caballeros 24 de la Madraza estaba a reventar. Tuvimos que sacar altavoces a la escalera y el patio para que la gente pudiera oír pero sin ver lo que allí sucedía. Morente desplegó toda la sabiduría de un gran maestro, conocedor hasta los tuétanos de lo jondo, y a cada introducción que yo hacía con una breve historia del palo y de qué rama del flamenco provenía, Enrique remachaba con una interpretación histórica, ajustada a los cánones más profundos del cante. Los dioses que le dieron todas sus virtudes interpretativas estuvieron esa noche con él en La Madraza y las musas lo rodearon en perfecta sintonía armónica con el genio de la Cuesta de San Gregorio. Nos las vimos para poder salir de allí y refugiarnos, como tantas veces, en el bar Provincias. La noche siguió y cuando yo me despedí de Morente, a eso de las nueve de la mañana, lo dejé cantando en una cueva del Sacromonte con el Cascarilla, que le acompañaba a la guitarra. Levaba toda la noche sin parar de cantar.

El seminario

No podemos olvidar que el flamenco no le era ajeno a nuestra Universidad, puesto que desde muchos años antes se mantenían las actividades del Seminario de Estudios Flamencos, del que yo fui un libre asistente. Lo dirigía el profesor de la Universidad, poeta y dramaturgo, Pepe Heredia, que provisto de un tocadiscos y su propia colección de vinilos, impartía sus clases en el primer ayuntamiento de Granada, ante un auditorio heterogéneo donde los nativos estábamos en minoría.

José Heredia Maya nos introducía primero en el palo que íbamos a escuchar, nos lo hacía oír, y a continuación corregía nuestros errores de concepto, comprobando la validez de nuestros conocimientos adquiridos.

El curso finalizaba todos los años con la presencia en directo de una estrella del flamenco y, clausurando los estudios, yo tuve la oportunidad de ver en directo por primera vez a Camarón de la Isla, o al enciclopédico Antonio Mairena.

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