El exitoso método propio con el que la localidad granadina de Íllora ha logrado frenar al coronavirus
El rastreo con técnicas policiales para localizar a los contactos de los seis positivos ha sido un éxito. Han tenido a 200 vecinos aislados y conseguido la tasa de contagio más baja en pueblos de su tamaño
Identificar los casos y rastrearlos para demorar su expansión es la clave del método que ha convertido a Corea del Sur en el modelo mundial ... a seguir para contener el virus por su efectividad. La estrategia asiática se ha basado en test masivos, nuevas tecnologías y responsabilidad ciudadana. A 14.582 kilómetros de distancia si se trazara una línea aérea, en la localidad granadina de Íllora, han logrado lo mismo pero con método propio. Aquí no ha habido test masivos ni tecnología punta pero sí un jefe de la Policía Local apasionado por su trabajo que en estrecha alianza con el centro de salud de la localidad se tomó como una obsesión seguir el rastro del virus y convertir el pueblo en un fortín a golpe de aislamientos.
Adelantarse a la expansión de la pandemia, con cuarentenas antes de que se decretara el estado de alarma ha sido una de las claves del éxito de la estrategia junto a la disciplina de los vecinos. Se ha seguido el rastro de 200 ilurquenses que tenían sospecha de covid-19 o bien eran contactos directos o indirectos de los seis positivos confirmados y se les ha aislado. Todos han acatado religiosamente el encierro casero, bajo seguimiento policial y sanitario. Y ha funcionado.
A día de hoy, Íllora con 10.233 habitantes ya no registra ni un solo caso de coronavirus, tiene la tasa más baja de contagios de su entorno y está a años luz de las estadísticas de las localidades de su tamaño. Los seis positivos del pueblo –solo uno de ellos permanece en el hospital y por fortuna no ha habido que lamentar fallecidos– suponen una tasa de 0,58 contagiados por mil habitantes, frente a la tasa de 3,24 de la provincia granadina (a fecha 10 de mayo) y el 4,82% de España. La comparación con pueblos vecinos es aún más llamativa: en Pinos Puente con 10.718 habitantes la tasa de contagio es del 5,84% y hay diez fallecidos y en Montefrío con la mitad de vecinos de Íllora (5.472) han alcanzado una tasa de contagio diez veces mayor, 6,03% y lloran a tres vecinos, según revela el informe que ha elaborado la Policía Local de Íllora para avalar la eficacia de su método y ofrecer a las administraciones superiores que lo «exporten» porque salva vidas.
«Hemos pecado por exceso antes que por defecto», admite el alcalde de Íllora, Antonio Salazar, que reconoce que la estrategia ilurquense ha supuesto sacrificios para los vecinos y un trabajo extenuante para policías, sanitarios y representantes públicos. Dos días antes de que se decretara el estado de alarma se creaba el Comité de seguimiento del coronavirus de Íllora, integrado por el alcalde, la concejala de Sanidad, el jefe de la Policía Local y el coordinador de Enfemería y la directora del centro de salud, en representación de los profesionales sanitarios.
«Hemos tenido la suerte de no tener un foco en las residencias del pueblo, pero la suerte también hay que trabajarla», comenta el alcalde de Íllora.
El policía rastreador
Las labores de detección y rastreo de casos recayeron en el cabo Cobos, el jefe de la Policía Local. Curtido en el Servicio de Información de la Guardia Civil en el cuartel de Intxaurrondo en los años de la lucha contra ETA, el ahora policía local había practicado muchas detenciones en su vida pero lo de detener al virus invisible era nuevo para él y sin duda una de las misiones de cuyo resultado está más orgulloso.
Para contener la expansión de la pandemia ha practicado protocolos y técnicas de localización de testigos en casos de atentados. «Lo fundamental era detectar los casos, averiguar dónde y cuándo se contagiaron, sus contactos y aislarlos. El método de Íllora es propio y ha funcionado gracias a la cooperación de todos», resume Cobos.
La mayoría de los vecinos en cuarentena han tenido un doble seguimiento sanitario y policial. «Les hemos llamado tres veces diarias, a distintas horas para que no se confiaran», explica Cobos por la parte que le toca. Los casos más problemáticos también se han seguido manera presencial y en más de una ocasión ha habido que mandar a la patrulla de la Policía Local a invitar a alguna vecina 'rebelde' a volver a casa. Los adolescentes aislados también les han dado trabajo. Pero de los 200 ilurquenses sólo uno ha acabado con sanción.
Hasta sacar la basura
Todos los vecinos en cuarentena han tenido además a la Policía Local a su disposición para evitar que pusieran un pie en la calle. Las llamadas diarias no solo eran para controlarles y entrevistarles para conseguir más información sino también para ver qué necesitaban. Los agentes les han llevado a casa desde la compra del súper hasta pilas para los audífonos e incluso les han sacado la basura.
«A la gente del pueblo no te la ganas poniendo multas sino demostrándoles que estás a su lado cuando te necesitan», argumenta Cobos, que cree que, a pesar de todo, «la mayoría de los vecinos están muy agradecidos».
Abuelos que viajaron a Benidorm en cuarentena
El minucioso trabajo de rastreo ha logrado identificar perfectamente dónde y cuándo se contagiaron los seis positivos confirmados del pueblo y aislar a todos sus contactos y otros sospechas de coronavirus sin confirmación por test. Una vecina que viajó a Madrid a ver un musical en el puente de Andalucía y dos sanitarios de Íllora que trabajan en la capital fueron algunos de los primeros casos en saltar. Más difícil fue llegar hasta vecinos que residen fuera del pueblo. Fue el caso de una trabajadora del servicio de ayuda a domicilio de Íllora, que reside fuera y tenía a su padre ingresado por covid. En los primeros días de caos aseguró que a ella «nadie le había advertido» que tenía que guardar cuarentena. Tras conocer el caso, por precaución, el comité municipal de covid decidió aislar a todos los trabajadores y usuarios de ayuda a domicilio, lo que supuso desmantelar el servicio municipal y reorganizarlo por completo en horas. Otro foco de coronavirus fue un viaje de la asociación de mayores del pueblo a Benidorm, del que varios abuelos volvieron con síntomas. El rastreador tuvo fácil ver el nexo de unión pero localizar a la mayoría de las 55 familias, hablar con ellas y explicarles la situación fue más complicado. «Empezamos a las nueve de la noche y a la una ya teníamos a todos identificados», recuerdan Cobos y el alcalde, que ayudó teléfono y padrón en mano. «Creemos que el método de Íllora tiene que exportarse al resto de la provincia porque es bueno. No se puede confiar solo en la buena fe de las personas para que se aíslen», opina el agente. La estrategia andaluza deja el peso del rastreo a la Atención Primaria, pero el policía entiende que es clave la colaboración policial con los sanitarios. «Ellos no pueden hacerlo solos, nosotros podemos aportarles mucho a la hora de enseñarles a rastrear o detectar datos significativos», subraya Cobos.
Una gran dificultad añadida, según explica la directora del centro de salud de Íllora, Amelia Jiménez ha sido colaborar con los rastreos cumpliendo la Ley de Protección de datos, manteniendo la privacidad de los vecinos y evitando por todos los medios que se filtraran fotos o información a las redes sociales. Apenas tres personas han conocido las identidades y cualquier paso que se ha dado ha sido con el consentimiento de los pacientes.
«La gente se lo ha tomado como un estigma social en lugar de como un problema de salud pública», argumenta la médica, que destaca la «excepcional labor» que han hecho los profesionales del centro de salud ante el que ha sido su desafío más duro.
Tras superar los primeros días de vorágine y trabajo extenuante, ahora todos respiran más tranquilos sin casos en el pueblo. Pero no bajan la guardia. «Vamos a seguir con las desinfecciones y con nuestro método, cueste los que nos cueste. Hay que agradecer mucho la responsabilidad mostrada por los vecinos. Ha sido duro pero no podíamos permitirnos que aquí la gente se concienciara porque estuvieran muriendo vecinos», concluye el alcalde.
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