La dura lucha de los Bomberos contra un fuego invisible
El personal tiene hoy que tomar más precauciones ante un Covid-19 que ha reducido los incendios pero hace más complejas las salidas
Cinco días llevaba sola en su casa y sin dar señales. Se dieron cuenta el portero y los vecinos. Sobre todo él, pues desde principios de semana no había rastro de la basura de la señora del cuarto. Alertado y consciente de que vivía sola, avisó a las autoridades.
La última hora de Granada
Y allí fueron los Bomberos porque la mujer en cuestión, de ochenta años, no contestaba al timbre. Rápidamente llegaron a su piso, en Gran Vía, entraron por una ventana y allí estaba ella, «sola y deshidratada» en una cama. Al parecer su cuidador se había contagiado de Covid-19 y con las mismas dejó de salir de su casa. Por suerte esta mujer se recompone hoy del susto. Sana y salva.
Su caso es uno más de los que se están produciendo en Granada en mitad de una pandemia que ha hecho más necesaria si cabe la labor de este Cuerpo de funcionarios. Su actividad en lo esencial no ha cambiado pero sí están ahora adaptando su trabajo a las nuevas y tristes circunstancias.
La expansión del virus y el confinamiento han provocado que tengan que extremar, más si cabe, sus precauciones en unas salidas cuya tipología se están viendo modificadas. Los negocios están cerrados, el tráfico ha caído en picado y la gente, salvó las actuales franjas horarias para poder salir, está obligada a pasar su vida metida en casa.
Y esto se plasma en los datos que ha facilitado a IDEAL el Cuerpo de Bomberos de la capital. El mes de marzo sirve como ejemplo. Y se ha dividido en dos mitades: antes y después del confinamiento. Medio mes para cada uno de los dos periodos. La estadística dice que los incendios se han reducido casi a la mitad desde que la actividad se ha paralizado. En la primera quincena se produjeron 43 fuegos, mientras que en la segunda solo 23. Asimismo, también cayeron las asistencias técnicas (asegurar una cornisa, por ejemplo) en las dos semanas de cuarentena.
Se ha pasado de 30 a 22. Por contra, las asistencias sociales aumentaron ligeramente. Estas pueden ser intervenciones como, por ejemplo, abrirle el balcón a una chica de La Chana tras quedarse encerrada en él después de salir a fumar. Ocurrió hace unos días. Este tipo de intervención ha crecido de 17 a 24. Y los datos continuaron por esta senda durante abril, fechas en las que ha seguido vigente la restricción de salir de casa.
En el Parque Norte de Bomberos se comentan las consecuencias del estado de alarma en el que todas aquellas profesiones que no son «esenciales» han tenido que parar hasta nueva orden. Una nueva orden que parece estar ya al borde de la esquina con el proceso de desescalada puesto en marcha ayer.
Una medida radical que, evidentemente, no ha afectado a los Bomberos, cuya labor es indispensable. Los de Granada llevan desde el primer día siguiendo a rajatabla un protocolo para evitar contagios y que se propague un virus entre unos profesionales que de enfermar pondrían en jaque este servicio tan vital para la sociedad.
«No podemos parar»
«Es que nosotros no podemos parar», explica el jefe del servicio de prevención de incendios, Gustavo Molino. Lo hace en su despacho, desde donde queda a la vista la entrada al recinto con su gran garaje de puertas abiertas. Allí están varios bomberos haciendo bromas. Es el relevo que empieza un nuevo turno. Por delante tienen ahora 72 horas de trabajo y guardia ininterrumpidas.
Normalmente no es así. No se trabajan más de 24 horas seguidas en una profesión que es muy dura. Pero las medidas de seguridad y control que se han impuesto en el servicio por el coronavirus lo hacen necesario. Molino explica que con cada cambio de turno se llevan a cabo unas estrictas labores de desinfección en todas las instalaciones. Precisamente son las que ya han comenzado en el Parque.
Se desinfecta todo: las zonas de descanso, los vehículos o el material a utilizar. Alargar los turnos implica que no haya tantas personas compartiendo un mismo espacio en poco tiempo.
Pero también hay otro motivo de peso. Al prolongar los turnos, también se hace con los descansos. Por cada 72 horas trabajadas, corresponden doce días seguidos de libranza, por lo que si alguien se encuentra con síntomas sospechoso, es más fácil para el servicio su aislamiento en casa. Precisamente es lo que ocurrió con un bombero, el único que está bajo confinamiento debido a haber presentado un cuadro de malestar compatible con el Covid-19.
Pero ha habido otros cambios, como la supresión de las labores formativas o de las visitas ajenas al servicio. El personal de oficina está en servicios mínimos y ya que ellos deben estar en guardia siempre, también hay una directriz para que se miren la temperatura a menudo o para que tomen distancia entre ellos a la hora de realizar cualquier actividad. La idea es que el servicio no pare nunca. No puede. Ahora además con más motivo. Y no ha parado.
A las labores habituales, los bomberos les han encomendado desinfectar residencias de mayores. Lo hace un retén de cuatro técnicos ataviados con trajes anti riesgo biológico y el resto de equipamiento recomendado:mascarillas con filtro, guantes y vaporizadores.
Todo se ha protocolizado. Sobre todo las salidas. «No sabemos qué nos podemos encontrar», explica Molino, que habla de que han implantado varios niveles de protección. El primero es en las propias dependencias. Los bomberos tienen que llevar mascarilla quirúrgicas, guantes, deben lavarse las manos con frecuencia y tomar distancia de seguridad.
La segunda es cuando se sale y es posible que pueda haber un caso de contaminación. Entonces, el EPI: mascarilla ffp2, gafas de protección y los guantes. Pero si se confirma la existencia de un contagiado, se añade un traje estanco contra riesgos biológicos, llegando incluso a usar un equipo de respiración autónoma si fuera necesario.
Medidas de seguridad debido al nuevo enemigo invisible y que permiten trabajar con todas las garantías a estos especialistas sin miedo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión