#Mentalizados

«Con la esquizofrenia te toca la china, tienes que andar con ella»

Amador | Esquizofrenia ·

La enfermedad le condicionó desde joven pero gracias a la medicación y a su fuerza ha logrado dejar atrás el dolor y llevar una vida feliz y plena

Viernes, 28 de enero 2022

Amador (Baza, 1961) define la esquizofrenia como una china en el zapato. A él empezó a molestarle cuando cumplió los catorce años y desde entonces ... camina por la vida sufriéndola. Por momentos le ha dejado avanzar con paso firme, otras temporadas ha molestado y en otras el dolor ha sido insoportable. Ahora, por fin, su profundo conocimiento de la enfermedad, el tiempo y los tratamientos médicos adecuados le han ayudado a colocar la jodida china en un rincón de su zapato donde ya apenas duele. No es que haya desaparecido, sigue ahí, pero hace años que no condiciona sus pasos.

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«Al principio te encuentras totalmente despistado, es como si te llevaran al cuento de Alicia en el país de las maravillas», explica Amador, que admite haberse sentido solo, aislado por culpa de su enfermedad y hasta incomprendido por su propia familia en una época en la que sufrir una enfermedad mental era un estigma.

Vídeo. El testimonio de Amador. JAVIER MARTÍN

«Te sientes culpable, que defraudas. Tienes el estigma de los demás pero también el autoestigma. Llegas a pensar si la gente no te quiere por algo será. Yo me autoexcluía y me ponía zancadillas», cuenta este inteligente hombre de mirada transparente y lector voraz de todos los clásicos de la literatura española.

En plena Guerra del Golfo, la televisión se llenó de imágenes extrañas y al Amador de treinta años, que había dejado la medicación, le dio «un miedo atroz»

La de Amador es una historia de esperanza para cualquier paciente de salud mental y para sus familias. Rodeado del cariño de su esposa, familiares y amigos ha conseguido una vida plena y totalmente normalizada.

Atrás quedan muchos años de dolor y sufrimiento y una lucha para dominar su enfermedad que tiene un punto de inflexión, 1991, el año de la peor de sus crisis. En plena Guerra del Golfo, la televisión se llenó de imágenes extrañas y al Amador de treinta años, que había dejado la medicación, le dio «un miedo atroz».

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«Tenía que huir, necesitaba ayuda y no la busqué», rememora ahora desde la estabilidad y la experiencia que le dan sus 54.

«Cada mañana cuando me levanto pienso que hay un sol nuevo y que tengo un día entero para hacer cosas»

Cogió un taxi en Granada y le pidió que le llevara a Barcelona –le costó 80.000 pesetas de la época, el sueldo de un mes–, en busca de la embajada de Estados Unidos. Allí estuvo más de un día deambulando fuera de la realidad, sin teléfono, sin dinero y sin rumbo. La Policía le detuvo en la calle. «Lo bueno que saqué es que me ingresaron durante tres meses en el hospital», recuerda Amador, que no tiene más agradecimiento para aquel equipo buenísimo de profesionales de la sanidad pública que en aquellos meses se enamoraron del paciente granadino. «Ahí empecé a ser yo, fue un tratamiento de choque efectivo». Amador tomó conciencia de la gravedad de su enfermedad, de que tenía que tomarse la medicación tal y como estaba prescrita y se convenció de que, por largo y duro que fuera el camino, iba a encontrar la salida.

«Yo no sé si estoy bien por la medicación, por la edad, por ambas... Lo que se es que perseverando, al cabo del tiempo, uno puede ir viendo luz y salir del túnel, puedes hacer una vida normal, casarte, trabajar, tener amigos..», cuenta el Amador de hoy en día, que es un hombre «empoderado», como suelen decir sus amigos de la asociación Agrafem.

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Rodeado del cariño de su esposa, familiares y amigos ha conseguido una vida plena y totalmente normalizada

«Cada mañana cuando me levanto pienso que hay un sol nuevo y que tengo un día entero para hacer cosas», relata. Estudia fotografía, diseño gráfico, juega al ajedrez, queda con sus amigos, con sus familiares, cocina y pasea a su perro. En todas estas pequeñas cosas está su alegría y su bienestar, pero la pieza clave que ha hecho encajar el puzzle de su felicidad es Pilar, su esposa, con la que se casó a los 45. Como cualquier pareja, se complementan y se apoyan. Cada uno es la brújula que le ayuda al otro a no perder el norte.

Y la china sigue bajo control. Amador se siente muy bien desde hace doce años. «Perfecto», los últimos cinco.

Una llamada de Pilar al teléfono móvil interrumpe sus últimas reflexiones. La entrevista con IDEAL se ha alargado y ella le está esperando, van a salir a almorzar a un restaurante.

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«Ahora mismo me siento muy, muy bien», concluye Amador con una sonrisa.

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