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Nos engañan

PUERTA REAL ·

Nos atrapan por la nariz y nadie hace nada para remediarlo. (...) Estoy convencido de que alguien nos está manejando por el olor

TITO ORTIZ

Lunes, 13 de agosto 2018, 23:12

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Que conste que solo lo he hecho por si el anuncio era verdad y podía ligar algo. El caso es que he sucumbido a la publicidad y me he comprado una cafetera de cápsulas de las que anuncia este chico de Hollywood que tiene el pelo canoso, que ahora no recuerdo como se llama. El caso es que cuando abres el paquete para extraer la dosis y ponerla en el artefacto, aquello huele a gloria bendita, pero otra cosa es el sabor. Nada que ver con aquel café en grano que compraba mi abuela Juana y que me ponía a convertirlo en polvo en aquel molinillo manual de madera, cuando sacabas el cajoncito y lo echabas en la cafetera, al subir la casa quedaba perfumada de tal forma que los vecinos ya sabían que ese día no tomábamos el de malta, que era el habitual por su bajo precio. El bueno era solo para los domingos. Pero con esto pasa como cuando en el concesionario entras por primera vez en el coche que te vas a comprar, ese olor que desprende te lleva hasta la mesa del vendedor y empiezas a firmar letras con gastos como un loco, como si no hubiera un mañana y te lo pudieran quitar para dárselo a otro.

El caso es que cuando te lo llevas el coche no vuelve a oler así en la vida. Nos atrapan por la nariz y nadie hace nada para remediarlo. Me pasa igual con la cerveza sin alcohol. Hay etapas en que se anuncian más que las que lo contienen, pero yo por más que pruebo todas me saben a agua con bicarbonato, sean de la marca que sean. Debe ser algo psicológico. Te llevan a la compra por el olfato, y después te llevas una decepción. Me pasa con los zapatos de piel. Desprenden un aroma que llegas a la caja como un poseso, los pagas y te los llevas puestos pero pasados unos días es mejor no meter la nariz en ellos. Algo falla en el gancho para comprar. Te compras el piso de tus sueños, hipotecando a tus nietos que seguirán pagándolo y una vez que vives en el, adviertes que en la cocina no entran más de dos personas de canto, que los muebles están altos para tu mujer, que no alcanza a poner las perolas en su sitio, que el cuarto de baño no respira suficiente por esa diminuta rejilla del techo que se empaña cuando te duchas, no te ves en el espejo y cuando haces algo más que pipí tienen que pasar dos días antes de que entre el siguiente o morirá apestado. Y todo tiene que ver con el olor.

No hay cosa que me guste más que la coliflor emborrizada o sola con mayonesa, pero a ver quién es el guapo que aguanta en la cocina durante el tiempo de cocción; parece como si de repente se hubieran abierto todas las alcantarillas del barrio y el olor de los darros ambientara toda la casa. Yo me pirro por los huevos rellenos que hace mi mujer, pero en cuanto empiezan a hervir en la olla, cojo la puerta y me voy a comprar el IDEAL, me lo leo en un banco de la calle y antes de subir llamo, por si ya están enfriándose en el frigorífico. De subir antes, tienes que volver a casa con mascarilla anti-gas. Me pasa igual con los ambientadores. Huelen cuando los abres, pero al rato esa agradable sensación aromática ya ha desaparecido de la habitación, y como no metas la nariz en el cacharro, yo al menos, soy incapaz de olerlo. Estoy convencido de que alguien nos está manejando por el olor o ¿seré yo? que ya estoy más 'pallá' que 'pacá'.

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