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Santi Ruiz sirve la última cena en Braserito a Silvia y María del Mar. RAMÓN L. PÉREZ
La enésima 'última cena' de Granada

La enésima 'última cena' de Granada

Comensales y hosteleros coinciden en que el adelanto del cierre a las ocho de la tarde de este domingo solo servirá para expandir la fiesta a calles y pisos

Javier Morales

Granada

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Sábado, 17 de abril 2021, 23:53

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Detrás de la barra ya han perdido la cuenta: es el enésimo cambio de horario desde la 'primera' desescalada. A partir de este domingo no podrán servir en los locales copas, tapas o raciones de las ocho de la tarde en adelante, bajarán las persianas y las cocinas solo podrán funcionar para los envíos a domicilio. El coronavirus les arrebata dos horas y media de servicio y la sensación en los bares y restaurantes que en la noche de este sábado sirven su última cena, hasta que remita la cuarta ola, es de 'déjà vu'.

En esta ocasión –¿la cuarta, la quinta?– hay un matiz: coincide con que están aquí el buen tiempo y los días más largos. Los hosteleros argumentan en su último servicio de noche que los jóvenes seguirán saliendo a la calle o a los pisos a beber. Lo mismo que han hecho hasta ahora, sí, pero en mayor medida con la primavera en flor y los estudiantes de vuelta a las aulas.

Por la calle Pedro Antonio de Alarcón asoma la fiesta a diestro y siniestro. Si se comparan las horas de cierre, las ocho de la tarde de un sábado serían las dos de la mañana en mayo de hace dos años. Hay decenas de grupos en las puertas de los establecimientos y en las terrazas, pandillas que van de un pub a otro, y otras que compran comida o bebidas para llevar a los pisos. En algunos pubs –abiertos porque han solicitado licencia de cafetería– hay gente a la espera de entrar, en la puerta. En Ganivet, la situación es idéntica.

En el Centro, los restaurantes encaran el servicio nocturno. Como tienen que cerrar a las diez y media, los últimos comensales llegarán en torno a las nueve de la noche. El ambiente a esa hora en Navas no tiene nada que ver con el de las zonas de marcha. Esta calle, que en cualquier sábado noche estaría abarrotada, tiene solo un par de terrazas llenas. Sin turistas, las mesas están ocupadas por un par de familias y jóvenes.

Entre ellos, pide la palabra Enrique Muñoz:«Cerrar a las ocho me parece que es lo mejor. Aunque creo que deberíamos haber seguido a Ayuso, porque ella ha seguido con los bares. Aquí nos han cerrado. Allí (en Madrid) hay más libertad que aquí. Y ella se está preocupando por los autónomos». Se lanza en carrerilla hasta ser preguntado por el cierre a las ocho de la tarde. «A mí personalmente me fastidia, porque me cortan mi libertad de los 19 años, cuando ya llevo los 18 que no los he podido disfrutar como me gustaría. Pero siendo adultos y responsables es lo mejor:si los casos siguen subiendo, lo próximo va a ser cerrar los bares y que nos encierren otra vez». Asienten sus amigos. Una de ellas, Clara Rojas, lo resume todo en una frase:«Esto, lo de cerrar dos horas antes, no va a marcar el fin del covid».

La fiesta en casa

En esta pandilla, como en muchas otras, tienen claro que la fiesta seguirá en las casas o en los botellones en la calle. Lo mismo piensa la amplia mayoría de los hosteleros. A unos metros de Navas está el Braserito, donde Santi Ruiz se resigna al «nada nuevo, no te voy a decir nada más que lo que te han dicho los compañeros:la cabeza de turco es siempre la hostelería. De los bares se irán a casa, a reuniones sin límite, y luego habrá que seguir cerrando negocios. Nada nuevo. Llega un momento en el que siento impotencia». Anticipa que seguirán subiendo los contagios y los horarios serán aún más restrictivos dentro de unas semanas.

Llama la atención ver a Silvia Velasco y María del Mar Selfa con la mascarilla puesta entre sorbo y sorbo. Es lo que dice la norma;pero es raro verlo en la calle. Santi sale y les sirve la última cena mientras ellas cuentan que sus compañeros de carrera están de fiesta en las zonas de marcha, probablemente sin tanto cuidado como el que ellas demuestran. Han salido a despejarse tras la tarde de estudios –Farmacia yPsicología–, solo para airearse, porque en plena cuarta ola de contagios prefieren extremar precauciones. «Nos da pena, porque muchas veces solo puedes salir a comer. Por la noche te despejas, pero si sales a mediodía pierdes toda la tarde». Creen que la medida del cierre de las ocho será más perjudicial para los contagios que efectiva contra la transmisión de la covid.

Al filo de las diez de la noche los bares empiezan a vaciarse, pero mantienen el mismo pulso que durante el resto del día aquellos que sirven cócteles.

En el Chikito hay un par de mesas ocupadas en toda la terraza. Allí, Daniel Oruezábal cuenta que la caja del histórico restaurante se resentirá especialmente en fin de semana por el cierre (aún más) anticipado. Entre semana se notará menos. Lo que sí les hace daño son los cierres perimetrales que empiezan a multiplicarse.

A las diez y cuarto de la noche llega para los camareros ese momento incómodo en el que tienen que empezar a levantar las terrazas, algunas aún repletas de clientes. No dan pie al remoloneo de sus comensales, porque se exponen a sanciones si la Policía, que no deja de pasar por el Centro y pide los papeles a un violinista que ameniza la noche en el Campillo, les pilla abiertos más allá de las diez y media. Este domingo, por enésima vez –los hosteleros han perdido la cuenta– esa hora vuelve a cambiar. A las ocho, los bares y restaurantes de Granada tendrán que estar despejados. Tras unas semanas de respiro, los hospitales se llenan de pacientes covid y las restricciones se endurecen.

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