Y Eduardo corrió más que el virus
Este granadino se ha pegado 11 meses tratando de escapar de un virus que a punto estuvo de matarlo. Tras su alta, pasó un calvario de secuelas que por fin ha superado
Hace once meses y poco Eduardo pensaba en qué pico quería que dejaran sus «cenizas»; hace nueve, después de haber salido del hospital, no podía hablar más de 15 segundos sin ahogarse; hace seis aún le costaba subir tres peldaños de unas escaleras y hace tan solo tres, su frecuencia cardíaca subía a 180 pulsaciones solo «por caminar».
Todos esos recuerdos se le apelotonaron aquella mañana de febrero. Fue como si alguien hubiera apretado un interruptor. Entonces, se reencontró. Acababa de correr, como antaño, 15 kilómetros por las montañas de Monachil, su pueblo. Y allí mismo se hizo una foto con los brazos levantados en señal de victoria. Estaba emocionado. Tras casi un año de carrera había corrido por fin más que el «puto» virus. No solo había sobrevivido; el triunfo era completo, pues podía decir ya sin miedo que había recuperado su vida de antes, algo con lo que ya casi no contaba.
Eduardo sale en la instantánea de frente mirando al cielo azul. Su perfil recorta un paisaje salvaje. Es como si diera las gracias por haber vuelto;por poder pisar por fin el mismo suelo que perdió de vista en marzo. Aún no había pronunciado Pedro Sánchez aquella frase maldita –«Acabo de comunicar al jefe del Estado la celebración de un consejo de ministros extraordinario para decretar el estado de alarma en todo nuestro país...»– cuando él ya estaba aislado en casa. Recuerda que fue un par de días antes del 14 de marzo.
Tenía los mismos síntomas de los que ya se hablaba por todas partes. Era blanco y en botella. Y se quedó en casa, tal y como le dijeron. Tan obediente fue Eduardo que a punto estuvo de perder su vida. «Tardé bastante en ir al hospital porque por entonces no dejaban de decir que a las personas deportistas y relativamente jóvenes, como yo, el virus no les afectaba, que era como un resfriado. Además, no se podían colapsar las Urgencias...», recuerda ahora este granadino, a quien acabó casi arrastrando su mujer al Clínico San Cecilio tras ver que no le bajaba la fiebre. Enseguida le confirmaron el diagnóstico y un cuadro clínico pavoroso:«Tenía los pulmones encharcados», cuenta Eduardo, que a sus 48 años, deportista y sin patologías previas, presentaba una neumonía bilateral con tormenta de citoquinas.
«Básicamente quiere decir que tu sistema inmunológico se descontrola totalmente y te ataca», resume Paqui Quintana, médico especialista en Medicina Física y Rehabilitación. Ella formó parte del equipo que trató a este granadino durante su estancia en el hospital y también después hasta su recuperación definitiva. Pero esta no llegó de un día para otro. Pongámonos en situación. Él fue de los primeros pacientes covid de Granada. Entró en el hospital cuando nadie sabía bien qué estaba pasando o qué clase de infección estaba causando tantas complicaciones. «Allí todo el mundo tenía miedo. Nadie sabíamos nada, ni siquiera los médicos», apunta.
«Esperemos que funcione»
«Mi situación era muy grave. Me Llevaron a una habitación vigilada, que es como la antesala de la UCI, y allí empecé un tratamiento que me dijeron que se usaba para la esclerosis múltiple, luego otro para la malaria y un tercero para el sida. Y el médico me dijo: 'Esperemos que funcione'», cuenta Eduardo, que evidentemente preguntó si había 'plan B': «¿Y si no funciona?».
No obtuvo respuesta. Le valió con mirar los gestos de su interlocutor para sentir todo el miedo del que tiene ante sí el abismo. Nadie sabía aún cuál era el tratamiento más eficaz para los casos graves. Aún no se usaban los corticoides y el interior del hospital apenas podía contener la avalancha de pacientes que llegaba. «Me cambiaron de habitación tres veces. Nos atendían vestidos con unos EPI que parecían Robocop. Aquello era nuevo para todos y daba miedo», recuerda este granadino, a quien no le fue mal y tras 15 días pudo abandonar, entre aplausos, el hospital. Fue cuando se pegó una «'panzá'» de llorar. Lo recuerda bien. Se había recuperado de la covid... o al menos eso parecía.
Pese a que Eduardo reconoce que sus días en el hospital fueron horribles, tiene claro que el calvario le llegó después. Tras unos días tranquilo en casa comenzó a notar que se ahogaba más que cuando estaba con la enfermedad. Y extrañado volvió al hospital. Habían pasado 20 días desde el alta y le hicieron un sinfín de pruebas, pero no salió nada y volvió a casa, en la que continuó el tormento. «Me tumbaba en la cama, me ponía ventolín y nada. No podía ni vestirme solo, las articulaciones me dolían muchísimo.Estaba muy cansado, tanto que me era casi imposible hablar. Además es que no tenía ganas. Y acabé volviendo otra vez a Urgencias», relata este vecino de Monachil, que ya sabía que 'curado' no estaba.
«Pensé que me iba a morir»
Fue entonces y no en el hospital cuando Eduardo creyó que acabaría perdiendo la carrera:«Pensé de verdad que me iba a morir. No podía respirar y cada vez iba a peor. Estaba muerto de miedo», cuenta. Entonces acabó en el internista, que le recetó por fin corticoides, pues ya se había comprobado su eficacia. Era mayo y poquito a poco fue mejorando. Hasta que l legó junio, el mes de la desescalada, el que lo cambio todo.
«Me llamaron del hospital porque tenían un programa de rehabilitación para los que teníamos secuelas y decidí apuntarme», señala Eduardo, que seguía de baja y casi sin vida. A las sesiones iba dos días a la semana y aquello fue para él como una terapia. Le salvó física y emocionalmente. Conoció a otros granadinos en sus mismas circunstancias y se apoyaron entre ellos. Y luego estaba lo otro: le enseñaron de nuevo a respirar. Sí, han leído bien. La cosa fue tan dura para su organismo, que Eduardo tuvo que aprender a respirar a sus 48 años.
La doctora Quintana lo explica:«Cuando se está con ventilación mecánica, los pacientes no tienen que hacer nada para que entre y salga el oxígeno. Por lo que luego, cuando tienen que hacerlo por ellos mismos, les cuesta mucho porque además toda su musculatura respiratoria se ha quedado muy debilitada». Todos los esfuerzos fueron entonces encaminados a recuperar el vigor corporal y orgánico de Eduardo, algo que es más fácil si se está acostumbrado a superarse corriendo montañas.
Este hombre aprendió a usar el diafragma para respirar y se empeñó en recuperar su vida. Salió tras ella primero con pequeños pasitos, luego trotando y finalmente corrió hasta que un buen día se vio allí delante de su cielo azul. Había hecho 15 kilómetros en su montaña y, claro, gritó a los cuatro vientos que 'sí', que tras casi un año de luchapodía decir que ya estaba curado.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión