Desatada pasión por el amor lorquiano
En Bermudas ·
Una velada en los jardines del Generalife, disfrutando de los mágicos atardeceres granadinos, antes de vibrar con el espectáculo veraniego de Marina HerediaJesús Lens
Jueves, 8 de agosto 2019, 01:20
En ocasiones, soy muy afortunado. Y en este caso no lo digo por lo de viajar por nuestra provincia para contarles a ustedes lo que ... vamos viendo y encontrando. En ocasiones soy muy afortunado por tener la ocasión de colaborar en proyectos creativos diferentes a los habituales.
Les pongo en antecedentes: llamada de teléfono, poco antes de las pasadas Navidades. Se trata de Pedro Chicote. Está trabajando en una propuesta para que la compañía de Marina Heredia protagonice el espectáculo veraniego del Generalife, uno de los mejores y más esperados del año en Granada… y en el resto de España, que son miles las personas que viajan a nuestra ciudad sólo para disfrutarlo. Que si me apetece echarles una mano en la redacción del proyecto, me pregunta Pedro. ¿Se acuerdan de 'El Padrino', cuando decía aquello de 'le haré una oferta que no podrá rechazar'?
Martes. 20.30 horas. Cae la flama sobre el Zaidín. Cambiamos las bermudas por tiros más largos y las sandalias por zapatos cerrados. Ponemos el disco 'Morente sueña la Alhambra' para ir entrando en calor —musical— y, entre el rasgeo de la guitarra, las palmas y la voz del Maestro, ponemos rumbo a uno de los lugares más mágicos del mundo.
Arriba, la temperatura ya ha descendido un par de grados. Es lo que tiene la alquimia de la Alhambra. Cruzamos el torno de acceso y, de inmediato, nos asomamos a las huertas de la ciudad palatina. Nos encontramos en los llamados Jardines Nuevos, en el Paseo de los Cipreses diseñado por Francisco Prieto Moreno. Al fondo, la tarde va cayendo. El sol se pone por detrás de las blancas casas del Albaycín. Resulta imposible no detenerse a cada paso, extasiados con las vistas. Cada dos o tres metros avanzados, un nuevo tesoro aparece frente a nuestros ojos: las torres, los jardines, el campanario de Santa María de la Alhambra, el Parador…
Pasito a pasito, caminando con sigilo y hablando en voz baja para no turbar el silencio al que invita el momento, nos acercamos al bar, pedimos unas cervezas, un plato de queso y jamón y nos instalamos en una de las mesas más próximas al mirador. A medida que la luz va cediendo y la noche se enseñorea del lugar, nos mimetizamos con el entorno, recordando a Leopoldo Torres Balbás: «En el Generalife todo es sencillo e íntimo. No hay nada –arquitectura o naturaleza condicionada por la mano del hombre– que trate de asombrarnos con pretensiones de magnificencia o de monumentalidad».
Son instantes para las confidencias, la cercanía y la intimidad. Aunque estemos rodeados de gente, la belleza del momento nos mantiene encapsulados, aislados de todo y de todos. De vez en cuando, algún desconsiderado cuenta un chiste en alta voz en una mesa vecina. Nadie le hace caso ni le ríe la gracia. Afortunadamente.
A eso de las diez, entramos al teatro abierto, lleno hasta la bandera. Tal y como me cuenta Pedro Chicote, los datos de asistencia son sobresalientes, con llenazos diarios de más de mil espectadores por sesión. El ambiente es de tensa expectación. En los módulos-pantalla, diferentes secuencias de agua contribuyen a refrigerar el ambiente. Mientras Granada arde por la flama, la suave brisa del Generalife nos acaricia y refresca. Sin embargo, en cuanto empieza a sonar la música y los bailarines-centauro se adueñan del escenario, la temperatura ambiente sube unos cuantos grados. Y ya no descenderá en las dos horas que dura el espectáculo 'Lorca y la pasión. Un mar de sueños'.
Cuando vayan ustedes a disfrutar de la gran cita cultural del verano granadino y ojeen el programa de mano, reparen en una frase camuflada entre el negro de la imagen central: 'El que no ama, está muerto'. Justo así, recordando a San Juan de la Cruz, se abría aquel documento de trabajo navideño. Y con una pregunta: ¿Qué es el amor?
«Cada persona tendría una respuesta diferente a esa cuestión. Una respuesta que iría cambiando, además, con el transcurso del tiempo», escribía entonces. La encuentro, ahora, en 'Lorca y la pasión. Un mar de sueños', una vibrante y emocionada reflexión sobre el amor femenino en el universo de Federico García Lorca. «Porque Federico amó durante toda su vida y representar el amor lorquiano es devolverle la vida una y otra vez, hacer que siga habitando en nuestros corazones».
Estamos ante una reivindicación del amor a través de cuatro mujeres significativas de la obra lorquiana. Una reivindicación reflexiva. Una reivindicación, también, muy contemporánea, trayendo algunos de los temas habituales de la obra de Federico García Lorca a la sociedad española del siglo XXI. Son cuatro cuadros diferentes, pero perfectamente hilvanados, en los que Marina Heredia y sus músicos y bailarines pasan de 'El Público' a 'La Casa de Bernarda Alba', continuando por 'Así que pasen cinco años' para terminar en 'Mariana Pineda'. De esta manera se alternan dos de las obras más modernas y desconocidas de Federico García Lorca, su llamado teatro imposible, con otras dos más populares.
'Lorca y la pasión. Un mar de sueños' permite hacer una lectura transversal del universo lorquiano a través de una representación multimedia en la que el cante y el baile se dan la mano con las imágenes filmadas, de las que es responsable José Sánchez Montes. La escenografía presenta diferentes módulos-pantallas y aprovecha todas las posibilidades del Teatro del Generalife, incluyendo la platea y los árboles, a través de una iluminación integradora que da protagonismo a todos los elementos que lo conforman.
En cartel hasta el 31 de agosto, no deben perderse un espectáculo emocionante y conmovedor, repleto de impactos estéticos y musicales sin fin. Y vayan con tiempo. Disfruten de la experiencia completa: la caída de la tarde, la puesta de sol, la cerveza o el vino en la mejor compañía y, después, el amor y la pasión. Es el mejor homenaje posible que, estos días, le podemos hacer a nuestro Federico García Lorca.
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