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Muguruza, durante un partido.
Garbiñe Muguruza, sin nacionalidad pero con identidad
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Garbiñe Muguruza, sin nacionalidad pero con identidad

Entre dos aguas, la hispano-venezolana aún debe elegir a qué país defenderá en la Copa Federación 2015 y en los próximos Juegos Olímpicos

PATRICIA MUÑOZ

Jueves, 29 de mayo 2014, 21:10

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Con el corazón dividido entre dos países y sin nacionalidad aún decidida a la que defender, pero sí con una identidad, por lo menos sobre la pista, claramente definida. «Cuando me veo jugando veo a una rusa, por mis golpes planos y mi complexión». Así se presenta Garbiñe Muguruza, la hispano-venezolana que después de abrumar a la número uno del mundo (Serena Williams) en Roland Garros, se ha convertido en la sensación del torneo. Los focos parisinos apuntan a esta joven de 20 años y no es para menos. El miércoles no dejó jugar a la vigente campeona y le endosó un doble 6-2 en tan sólo 64 minutos que dejó pasmado al público de la Suzanne Lenglen, a la menor de las Williams y a la propia Muguruza.

«Si sigues jugando así puedes ganar el torneo», fueron las palabras de la tenista más laureada de los últimos tiempos a una Garbiñe que no podía creer lo que había conseguido ante, además, una de sus ídolos de la infancia. Profesional desde 2011, Muguruza demuestra, a pesar de su corta experiencia en la élite del tenis mundial, una madurez asombrosa sobre la pista. Arriesga, sus golpes rezuman confianza, es directa, incisiva y decidida. Eso en la cancha. Fuera de ella resulta, sobre todo por su sonrisa, mucho más dulce. No se amilana, lucha, se siente poderosa aunque tenga a la número uno del mundo enfrente y, sobre todo, pone el corazón en cada golpe, como ella misma dice, «con el estilo de una jugadora rusa». Es «emocional y agresiva». Sin embargo, en cuanto a banderas, la decisión es más compleja.

Nació en Caracas, se crió a partir de los seis años en Barcelona, su padre es guipuzcoano y su madre de Venezuela. De ahí la indecisión de la muchacha a la hora de elegir país al que representar. Algún que otro avispado dirá que «la tierra tira», pero es que Garbiñe tiene dos y sabe que la decisión puede hacer que, dicho por ella misma, se gane «muchos enemigos». No obstante, el tiempo se acaba y la hispano-venezolana tendrá como margen hasta el próximo 1 de octubre para decantarse por uno u otro país si quiere disputar la Copa Federación de 2015 y los Juegos Olímpicos de Río 2016. Y es que todo tiene fecha de caducidad, y más la buena suerte. Eso dicen. Sin embargo, no parece ser su caso porque, a la vista de los resultados, el toque de gracia con el que comenzó el año aún le sigue acompañando. Así lo demuestran sus números, especialmente en relación al ránking WTA, en el que no ha dejado de ascender. En 2011 se encontraba en el puesto 249, un año después llegaría al 104 y la temporada anterior la terminaría en la posición 64. Una progresión espectacular, basada en el tesón, el trabajo constante y la entrega a su gran pasión, el tenis, al que se ha dedicado desde muy pequeña, cuando la raqueta era incluso más grande que ella.

Ahora, con una altura de 1,82 metros y como número 35 del mundo, Muguruza ve la red desde otra perspectiva, desde arriba. No sólo por la estatura, sino porque en este 2014 ha conseguido los éxitos más importantes de su carrera. Nunca había ganado un torneo WTA y lo ha hecho, en Hobart (Australia), a principios de año. Nunca se había impuesto a Serena Williams y lo ha conseguido. Nadie había sido capaz nunca de dejar a la estadounidense con cuatro solitarios juegos en un 'Grand Slam' y ella, Garbiñe Muguruza, lo ha logrado. Sin embargo, se mantiene con los pies sobre la tierra. No sólo en la de París, a la que se ha adaptado perfectamente, sino a todos los niveles.

Humildad y modestia

Garbiñe sabe que este año ha cosechado la mejor temporada de su vida, aunque estemos a mitad de curso. Ella lo tiene en mente y parece no afectarle. En su cabeza siempre se oye que uno puede estar un día en lo más alto y al siguiente fuera de las pistas. Ella lo sabe mejor que nadie. La lesión de tobillo, con operación incluida, que la tuvo alejada de las canchas desde finales de julio de 2013 hasta los primeros compases de este año, le ha dejado huella. Una huella marcada a fuego, que sale al exterior en forma de humildad y modestia. «No soy popular, pero lo prefiero». Así se muestra Garbiñe tras la hazaña de haber ganado a Serena, a la que nadie había dejado tan anulada en un inicio de 'Grand Slam'.

Es, quizás, esa humildad la que, como detalle anecdótico, le llevó a encordar una sola raqueta antes del partido, con la idea preconcebida de que el encuentro se resolvería rápido, y no precisamente a su favor. Paradójicamente, esa misma actitud, de no considerarse favorita y de acudir a «hacer lo que pudiera», fue la que le permitió conseguir el primer título de su carrera, el de Hobart. Sería su segundo torneo después de los seis meses de ausencia y fue esa modestia y el tener claro que la presión no estaba en su raqueta lo que le ayudó a llevarse el primer trofeo a casa. No correrá la misma suerte en el partido de este viernes ante la eslovaca Anna Schmiedlova, al que acudirá, irremediablemente, con el cartel de favorita. Y es que ya sabe cómo son estas cosas, después de haber derrotado a la número uno, y encima de la manera en la que lo hizo, la 'obligación' de ganar se inclina hacia su campo. Algunos, incluso, se aventuran a decir que también es favorita para ganar el torneo, pero eso ya son palabras mayores. Aunque si Serena Williams, con 17 'grandes' a sus espaldas y la experiencia de tantos años al máximo nivel, lo tiene claro, no hay por qué rebatir sus palabras y creer, pues, que Garbiñe Muguruza puede dar este año la campanada en Roland Garros.

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