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Mireia Belmonte.
Una semana con Mireia en la piscina
juegos olímpicos

Una semana con Mireia en la piscina

La doble medallista en Londres, llena de confianza, inicia este sábado un maratón de seis pruebas

J. gómez peña

Viernes, 5 de agosto 2016, 18:40

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El nadador es un deportista de clausura. Fe acuática. Mireia Belmonte, doble medallista de plata en los Juegos de Londres 2012, anunció hace cuatro años que empezaba a bracear hacia el oro de Río de Janeiro. Y regresó a su celda de agua. Pasó la última Nochevieja en Sudáfrica. Y vive a tiempo parcial en la altitud de Sierra Nevada. Boxea, levanta pesas, vuela en parapente y se sienta en el diván de su psicólogo deportivo para entrenar la mente, para visualizar toda la liturgia previa al disparo que abre la pileta. El oro y el camino que llevan a él lo valen. En eso cree Belmonte, apellido taurino. En la arena. El agua.

Aquí, en esta caótica ciudad, empezó todo: en 2006, con 15 años, deslumbró al lograr dos títulos mundiales en categoría juvenil. Río es su mina. Y este sábado se tira al agua para estar una semana buscando metales en seis pruebas. Es un maratón sólo accesible para alguien a quien le sobra fe en sí misma. La clave es disfrutar de cada competición, asegura.

Intentaré dar el máximo en cada prueba, aunque en 200 metros mariposa y en 400 metros estilos es donde tengo más opciones. Hoy se estrena con los 400 estilos. Según su entrenador desde hace seis años, el duro Fred Vergnoux, tendrá que acelerar en la salida. Mireia suele reservarse para el final. Teme fundirse. El técnico galo le anima a meter el turbo cuanto antes para rematar en estilo libre. Si baja de 4m.31s es medalla, vaticina. Saltará con la tercera mejor marca del año (4m.33s.42).

En Londres se quedó con las platas en 800 metros libre y 200 metros mariposa, su mejor prueba, su mejor carta ahora en Río. ¿Su oro? En el primer tramo de 50 metros, debe dar entre 17 y 19 brazadas, con un subacuático al límite, de 13 o 14 metros. Los siguientes tres parciales deben ser de 21 ó 22 brazadas. Y tiene que prolongar el subacuático lo máximo posible. Si Mireia mejora y nada en 2.03 será oro, apuesta Vergnoux. Eso se sabrá el miércoles. El programa de Mireia se completa con los 400 y 800 metros libre, el 200 estilos y el relevo femenino 4x200 libre. Una semana sin salir del agua.

Eso, el tamaño de su desafío, le estimula. La adrenalina de la competición. Más que nadar, lo que enciende a Mireia es la pelea. Competir. Ganar. En Río tengo muchas rivales. Las estadounidenses, las japonesas, las australianas, las chinas.... Mejor. Más combustible. Supersticiosa y cargada de manías, se liberó con su doble éxito en Londres. Ahora soy más fuerte mentalmente y tengo las metas muy claras. A eso le han ayudado su perfeccionismo y su trabajo de clausura en el agua y el gimnasio. El cuidado de los detalles. Sale mejor, completa los virajes a mayor velocidad y ha pulido su estilo subacuático y también la posta de espalda. Belmonte es un nadadora todoterreno: rápida, fluida, fuerte, resistente y con una enorme capacidad de recuperación pese a tener ya 25 años, edad de jubilado para un nadador olímpico. Ninguna mujer tan vieja se ha colgado el oro. Otro reto. Más chispa para su mecha.

Recuperada de la lesión en los hombros que le quitó el último mundial, nadará en paralelo a las sirenas de los Juegos: Katie Ledecky, la niña prodigio de la natación estadounidenes y sin rival en pruebas como el 800 metros libre; la húngara Katinka Hosszú, dominadora en estilos, y Zhou Yilin, el último producto de la factoría china. Mireia está mejor que nunca, anima Vergnoux. En plena madurez. Lo que ha perdido en resistencia lo ha ganado en aplomo. No se arruga en esa cámara de presión que contiene los momentos previos a una competición. A donde ya no le llega el cuerpo le alcanza la mente. Está relajada, con confianza. Tanta que ha anunciado que va a por el oro.

Se siente especial al competir en seis pruebas. Le gusta esa sensación. Hay que tener desafíos nuevos. Ya no queda nada de aquella Mireia Belmonte que sufría antes de cada chapuzón. El estrés. La responsabilidad le hundía los homros. En Londres se quitó ese saco. Ahora disfruta con lo que antes le angustiaba. Se aísla con sus cascos, escucha reggaeton, se ajusta las gafas para que no entre ni una gota de agua y trata con sus gestos tranquilos de crear inquietud entre sus rivales. Que vean su calma, que sientan su seguridad en esa cámara de aislamiento que es una pileta olímpica. Con cinco años, sus padres decidieron llevarla a una piscina para sanar una incipiente desviación de espalda. No sabían que la niña ingresaba en un deporte de clausura al que, tras tanto trabajo y tensión, ya está hecha. Y a punto para sumar más medallas olímpicas.

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