El premio a la perseverancia

Poco a poco estos empiezan a botar el balón. A cogerlo del suelo con una mano y levantarlo mientras dirigen la silla con la que queda libre. Ahora toca encestar. Meter la pelota en el aro es una de las mejores sensaciones que se pueden vivir cuando juegas por primera vez al baloncesto en silla de ruedas. Consigues algo que hasta hace poco te parecía casi imposible. Y a partir de aquí, sólo quieres repetir la experiencia miles de veces.

Las Escuelas Inclusivas de Fegradi celebraron su último entrenamiento el sábado pasado en las instalaciones de Inacua. Allí, una docena de alumnos dieron rienda suelta a todo lo aprendido durante este primer curso. Cada dos sábados y guiados por una notable pléyade de monitores -técnicos deportivos de Granada Integra-, los chicos y chicas de esta escuela han aprendido a jugar al baloncesto y al pádel en silla de ruedas.

Jóvenes y entusiastas deportistas con espina bífida o con una lesión medular que no sólo han conseguido evolucionar en sus capacidades motrices y deportivas. Sino que detrás de todo su esfuerzo, han logrado algo más. Dice Marta Castillo que se trata de ganar confianza, en autoestima y autonomía.

Y no es poco lo que apunta la presidenta de la Federación Granadina de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Fegradi). «Para estos chicos, apenas hay oportunidad de hacer deporte. Nos cuentan que en el colegio, muchos de ellos no hacen nada en la hora de gimnasia porque ni las instalaciones ni el profesorado está preparado, así que una actividad como esta es fundamental», afirma, sin que le sobre una pizca de razón.

Porque quien ha observado la evolución de este grupo de jóvenes de entre diez y quince años ha podido comprobar que desde el miedo y la timidez han pasado con los días al descaro y la destreza sobre una silla deportiva. Se han trabajado los valores de grupo, como la colaboración en equipo o la empatía con el adversario. También en la parcela individual se ha avanzado. Aquí es muy importante el manejo ágil de la silla, saber ir a por el choque o esquivar el contacto con el rival sin perder de vista el partido.

Inclusión tangible

Aunque quedan deberes para la temporada que viene, «el objetivo final es que esta sea una verdadera escuela inclusiva, es decir, que niños sin ningún tipo de discapacidad física, intelectual o sensorial, también participen y conozcan los deportes adaptados. Este año algunos amigos, hermanos o primos de nuestros alumnos han participado, pero queremos que se animen más y que cada dos sábados vengan a hacer deporte adaptado», dice la promotora de la idea.

La Fundación Alcampo-Juntos por la Juventud ha sido la gasolina que ha financiado el primer año de estas escuelas gracias a que el proyecto de Fegradi convenció al jurado del concurso que a nivel nacional se puso en marcha para dar vida a este tipo de iniciativas. A partir de ahora, tocará buscar apoyos en otros segmentos de la sociedad granadina, para que estos chicos continúen practicando deporte el año que viene.

El sábado, los monitores de Granada Integra dirigieron su última clase antes de premiar a sus jugadores con los diplomas que certifican una temporada cargada de ilusión y aprendizaje. También a los chicos de Alcampo por su apuesta. Sin duda que el esfuerzo ha merecido la pena.