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El valor de la biblioteca de Joaquín Valverde va más allá de los libros, e incluye sus trabajos de investigación para Radiotelevisión Española.
«Quedé muy impactado cuando descubrí que mi tío era escritor»

«Quedé muy impactado cuando descubrí que mi tío era escritor»

Joaquín Valverde ha sido un testigo privilegiado del cambio de siglo

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ

Lunes, 22 de agosto 2016, 00:10

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Joaquín Valverde es uno de los más privilegiados testigos de la segunda mitad de ese siglo XX de cambalache, que cantaba Gardel. De la época en que los programas de televisión se grababan en magnetoscopios que pesaban tonelada y media. Pasea las calles de su Guadix natal con sus vivencias al lado, no a cuestas, y su casa de la ciudad episcopal, junto con la de Madrid, acogen sendas bibliotecas donde se encuentran no solo volúmenes, sino guiones de múltiples programas y series de televisión -algunos que nunca llegaron a emitirse-, centrados todos ellos en el mundo de la cultura. Aún hoy, ya jubilado, mantiene una relación diaria con los lectores del teletexto, a través de su sección de efemérides, 'Ayer como quien dice'.

Su biblioteca es, pues, la de un investigador, pero también la de un constante y ávido lector, muy interesado en las artes y sobre todo en la historia. Y muy vinculado a su terreno, por cierto, como denota su primera lectura, 'El final de Norma'. de Pedro Antonio de Alarcón, un personaje, que no una sombra, que le ha acompañado durante toda su vida. A esta siguieron historias de héroes lejanos como Guillermo Tell, y otros mucho más cercanos, como su propio tío, Juan José Valverde, una figura a quien emular en su faceta de escritor, descubierta inopinadamente. «Quedé muy impactado al descubrir que mi tío, que era arcediano de la catedral de Guadix, escribía libros. Y no libros cualquiera: novelascon títulos como 'Duelo en las alturas' o 'La bestia del Apocalipsis'», recuerda. Y ello le extrañó porque en su casa se leía lo justo: «Mi padre era un lector somero; no era de los que pasaban horas leyendo IDEAL, que era el periódico que se recibía en mi hogar. Por eso, cuando él terminaba, empezaba yo, que sí que me recreaba en los hechos tanto como en las descripciones»,afirma.

Mucho debieron gustarle al joven Joaquín las letras que leía en el periódico y admiraba en su tío, ya que ha terminado publicando 11 volúmenes de su autoría hasta ahora. El primero, dedicado a Sancho I de León, llamado 'El Gordo' y su cura de adelgazamiento en la corte cordobesa de Abderramán III, y el más reciente -que no el último- llamado 'La rogativa', una novela cargada de humor. Entre medias, por sus páginas escritas han desfilado Juanelo Turriano, ingeniero y relojero del emperador Carlos; Cristóbal Colón, y los Tercios de Nápoles, encarnados en Martín Cossío de Guadix.

Siguiendo con su periplo vital y su relación con los libros, el nexo de unión entre ambos fue un acontecimiento a priori desgraciado, cual fue un revés empresarial paterno, que le obligó a trasladarse a Madrid. Sin embargo, esta mudanza fue su puerta de entrada a la que fue su casa durante décadas: Radiotelevisión Española, y en particular, la televisión pública. Es difícil destacar algún programa de los muchos que guionizó y presentó; quizá por proximidad, uno sobre las Capitulaciones de Santa Fe, que fue todo un éxito nacional emitido en lo que hoy llamaríamos pomposamente 'prime time'.

'La Biblioteca Nacional'

Sobre su afán coleccionista, recuerda con humor cómo su primer anaquel de 19 libros «me pareció la Biblioteca Nacional», ya que en la casa paterna no abundaban. Hoy, entre las joyas de su colección está una edición original del 'Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar', la histórica publicación -mediados del siglo XIX- de Pascual Madoz. Una cuidada selección de 4.000 volúmenes integra una biblioteca que, sobre todo, además de solazarle, le ha servido como apoyo a sus múltiples investigaciones. Él otorga, con todo, el máximo valor a las obras completas de Pedro Antonio de Alarcón, «por su cercanía». En este punto, reivindica a Mira de Amescua, otro ilustre paisano, amigo de Lope, «un personaje al que no se ha dado el relieve que merece».

Autores del siglo XVI como el navegante gallego Sebastián de Ocampo o Ambrosio de Morales, humanista, historiador y arqueólogo, forman parte de una biblioteca en la que también está el primer diccionario de Alonso Fernández de Palencia, personaje clave en el convulso siglo XV castellano. Por cierto que estas colecciones de palabras tienen un papel muy importante entre sus anaqueles, ya que a los ya mencionados se unen el de arabismos de Diego de Guadix o el 'Tesoro de la lengua castellana' de Sebastián de Covarrubias, que sigue consultando con frecuencia.

Quizá, acostumbrados como estamos a devorar las novedades, pueda parecer esta una biblioteca que mira al pasado. Craso error de quien lo piense. Como aquella concejala de Extremadura -recuerda como anécdota-, dispuesta a quemar buena parte de los fondos de la biblioteca municipal -que incluía volúmenes de los siglos XV y XVI- para dejar espacio en los anaqueles para los nuevos autores. Menos mal que un despabilado pasó por allí y compró aquel material destinado al fuego neroniano. No ocurrió hace tanto: estábamos en democracia. ¿El destino de esos tesoros? Es otra historia... para ser contada algún día por este relator accitano que esconde tras su sonrisa un olfato de lince, condición clave para la profesión que se honra en acogerle entre los suyos.

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