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J. J. GARCÍA
Jueves, 7 de julio 2016, 02:21
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Para afirmar que no ha sido fácil ver en directo a Javier Paxariño no hay más que relatar que, habiendo nacido en el Realejo y siendo uno de los músicos mas universales de Granada, el martes fue la primera vez que actuaba con su propio nombre en la ciudad que nació: «Ya era hora» como dijo, un músico que ha estado incluso nominado a los Óscar y ha recorrido el mundo entero. Y gracias a estar seleccionado en el programa de ofertas de la AIE 'Artistas en ruta' ha podido 'debutar' en su ciudad, que si no. La cosas de Graná.
Estaba ciertamente emocionado de poder presentarse con su trío, esencia reconcentrada de bandas mucho más amplias con las que se le ha podio ver, por ejemplo en el Parapandafolk. Sí folk, porque su apuesta en directo es folk, evolucionado, y también jazz, y músicas del mundo. y rock incluso.
A Javier le acompañan dos grandes músicos: Josete Ordóñez (de La Piel en los 80) con un surtido de instrumentos de cuerda, incluido sitar, y Manuel de Lucena (Ciudad Jardín) tras un set de batería étnica con darbukas, panderos y cajón en lugar los timbales estándares. Javier por su parte se trajo flautas, alto y saxello (un raro ejemplar del que solo hay dos documentados en España, el otro en manos del granadino Arturo Cid). Tres fuera de serie con compenetración siamesa
En el escenario
Hay grupos que en un escenario se desparraman por la cuatro esquinas, y otros que se aprietan en el centro para notarse cerca y realimentarse mutuamente, el trío de Paxariño se apiña en la mitad y se coloca hombro con hombro y mirada con mirada, empujándose hasta físicamente, recordaban por disposición y energía a otro gran trío: Cream, juntos en maciza formación de tres en fondo lanzados en progresivos desarrollos sin fin. Aquellos y estos, todos unos monstruos de la música en directo.
Paxariño en su carrera solista vuelca su creatividad en el mestizaje en clave de improvisación, de inspiración mediterránea, con ritmos funk, psicodelia, bulerías, tanguillos, ajechaos extremeños, pasodobles magrebíes o ritmos gnawas y bereberes. Y todo junto y también revuelto da forma a la traslación al directo de su trabajo 'Dagas de fuego'. Gracias a su interés en comunicar supimos las interioridades de cada pieza: que 'Juegos con Zaira' está dedicado a su hija, o 'El alma en el suelo' -una suerte de 'Escalera al cielo' del Mare Nostrum- al pueblo palestino, y que 'Fiesta' es un homenaje a su barrio de niño. Como también que 'Rito Solar' está dedicado a la memoria, por si no se notara, de Joe Zawinul, el padre de todas las fusiones. A veces tres son multitud, y su concierto calentó, pero bien, las manos de los espectadores.
Con suerte no hay que esperar otros cuarenta años para volver a escuchar a Paxariño en Granada, a poder ser en un teatro o en un Festival de Jazz como dios manda.
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