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El arquitecto Rafael Moneo, durante su visita al Museo Thyssen.
Moneo se instala en su casa

Moneo se instala en su casa

El Museo Thyssen, que reformó hace 25 años, dedica una retrospectiva al arquitecto navarro

Álvaro Soto

Lunes, 3 de abril 2017, 20:29

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Probablemente no haya nadie más alejado de la imagen de arquitecto-estrella que Rafael Moneo. Y eso que este tudelano de 1937 podría presumir de haber cambiado con sus obras la fisonomía de las principales ciudades de España. Pero no lo hace. Se limita a escuchar los elogios con la mano tapándose la cara y afirma: «Me siento tan abrumado que me gustaría escaparme de mí mismo». Lo que abruma a Moneo es la sucesión de elogios que le dedican el director artístico del Museo Thyssen, Guillermo Solana; el presidente de la Fundación Barrié, José María Arias, y los comisarios José Manuel Barbeito y Francisco González de Canales. Todos ellos presentan la retrospectiva 'Rafael Moneo. Una reflexión teórica desde la profesión', que acoge desde este martes el Thyssen, el museo al que hace ahora 25 años Moneo insufló alma diseñando su rehabilitación: 121 dibujos, 19 maquetas y 152 fotografías que recuerdan 52 proyectos del primer español en lograr el Premio Pritzker, el Nobel de la Arquitectura, en 1996.

Fue el propio barón Thyssen quien quiso que el arquitecto navarro se encargara de acondicionar el Palacio Villahermosa para que acogiera su colección. Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza había visitado el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, de cuya rehabilitación se encargó Moneo, y quedó maravillado. Un cuarto de siglo más tarde, el Museo Thyssen se ha convertido en una de las obras más icónicas del arquitecto, un hito en una carrera «de continuidad pero sin renunciar a la libertad de interpretar cada lugar», explica Guillermo Solana.

«Mi vida está hecha desde la arquitectura. No soy capaz de explicarme quién soy sin ella», contó Moneo, que hizo una defensa de la profesión entendida como una adecuación entre el talento del proyectista y el entorno en el que debe insertar su trabajo. «Los edificios hay que pensarlos construyendo una ciudad», asegura el arquitecto, que por eso reniega del estrellato que algunos de sus colegas se encargan de fomentar. «Hoy la arquitectura se dibuja mediante hitos individuales y los arquitectos tratan más de exacerbar la particularidad que de pensar en el conjunto de la localidad en la que están», agrega.

Esa es una de las grandes virtudes de Moneo, haber sido capaz de integrar sus edificios en todas las ciudades que le han requerido. La exposición del Thyssen se divide en seis etapas: los años formativos de la Escuela de Madrid, con la Plaza del Obradoiro (1962) como obra más representativa de su funcionalismo; la primera madurez, en la que alumbró el edificio Bankinter (1976) o el Ayuntamiento de Logroño (1981), donde empieza a despuntar su libertad creativa; su primera experiencia internacional, la ampliación del Banco de España (1980) o el Museo de Arte Romano de Mérida (1986); la experiencia americana, en la que, desde su cargo de director del Departamento de Arquitectura de Harvard, diseña la nueva estación de Atocha o el Kursaal de San Sebastián, y finalmente, el regreso a España y su reconocimiento internacional, con obras tan sobresalientes como el Museo de Arte Moderno y Arquitectura de Estocolmo (1998), la Catedral de Los Ángeles (2002) o la Ampliación del Museo del Prado (2007), proyectos todos ellos que se adaptan a las circunstancias de los lugares en los que se instalan. Eso sí, Moneo no ha escapado a algunas polémicas, como la ampliación del Ayuntamiento de Murcia, la del Prado, el diseño de la Plaza del Mercado Grande de Ávila o, actualmente, la restauración del Monasterio de San Francisco, en Santo Domingo (República Dominicana). «Cuando aparecen los problemas, debo resolverlos y a mí me ayudan a entender qué hay detrás de cada proyecto que afronto», cuenta con humildad.

Moneo estudió la carrera en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid y obtuvo su título en 1961. Fue discípulo de Francisco Javier Sáenz de Oiza y en 1963 ganó la beca de la Academia de España en Roma, donde permaneció hasta 1965. Profesor en las escuelas de arquitectura de Madrid y Barcelona, además de en Harvard, ha recibido distinciones como Pritzker (el primer español, al que acaban de tomarle el relevo el estudio catalán RCR), la Royal Gold Medal del Instituto de Arquitectos Británicos o el Príncipe de Asturias de las Artes, en 2012.

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