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«La poesía es patrimonio de todos, no es un lenguaje cerrado de intelectuales»

«La poesía es patrimonio de todos, no es un lenguaje cerrado de intelectuales»

A las librerías acaba de llegar 'Poesía (1997-2017)', un volumen editado por Visor que reúne 20 años de poemas del granadino

Pablo Rodríguez

Miércoles, 1 de febrero 2017, 02:20

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Hace veinte años, Fernando Valverde (Granada, 1980) sorprendió a la crítica con 'Viento favorable', un poemario que cantaba la pérdida de la infancia y que anunciaba la presencia de una voz poderosa y singular. Dos décadas después aquella promesa se ha cumplido y el granadino se ha convertidoen uno de los autores más relevantes de su generación. Asentado ya como profesor en Estados Unidos y tras dejar recientemente la organización del FIP, Valverde vuelve ahora la vista atrás con 'Poesía (1997-2017)', un poemario en el que repasa una brillante trayectoria que le ha permitido incluso ser acreedor de un Grammy junto al cantaor Juan Pinilla.

Aunque está aún lejos de los 40 años, acaba de publicar un libro en el que vuelve la vista a toda su trayectoria. ¿Siente que ya no es un poeta joven o solo una celebración de dos décadas de creación poética?

Empecé a escribir y a publicar muy joven como para sentirme todavía un joven poeta. No soy un recién llegado a la poesía. Después de dos décadas escribiendo, ha sido muy revelador el trabajo de juntarlo todo para poder tener la perspectiva de los aciertos y desaciertos que he tenido. Creo que mi poesía ha crecido conmigo y eso me alegra mucho, porque desconfío de una poesía que no esté apegada a la vida.

Ha recortado muchos de los poemas iniciales. ¿Ha dejado de sentirse identificado con ellos?

Sentí que para el lector podían ser un obstáculo, más que un camino. Mis primeros poemas estaban demasiado llenos de mí mismo, había un yo adolescente que lo ocupaba todo. Con el tiempo uno aprende que en el poema hay que dejar un espacio que pueda habitar el lector. He mantenido una selección de aquellos textos que fueron para mí un aprendizaje y con los que me identifico todavía con la misma distorsión de quien despierta de un sueño.

¿Qué diferencias encuentra entre el poeta de 'Viento favorable' y el de 20 años de poesía en Visor?

Mi voz poética se ha ido trasladando desde el yo hasta el nosotros. La poesía ha ido dejando de ser un idioma con el que explicar mi forma de sentir para convertirse en la manera de hablar del mundo que compartimos y de cómo lo percibimos. He dejado de ponerme en el lugar de mí mismo para disfrutar la diversidad que supone ponerse en el lugar de otro.

El Valverde de 'Viento favorable' cantaba la pérdida; el de 'La insistencia del daño', la dificultad de ser feliz. ¿Dos paradas de un mismo camino?

Desgraciadamente, así es. Cuando se conoce la pérdida se hace mucho más difícil la búsqueda de la felicidad. Acaso cuando creemos encontrarla, nos aborda un miedo inoportuno de perderla. Por eso creo que la felicidad plena sólo es posible en la infancia, ese lugar tan cercano e íntimo para todos al que no vamos a poder volver.

El poeta José Julio Cabanillas distingue entre poetas que usan la infancia como materia poética y los que usan la adolescencia. 'Viento favorable' y 'Razones para huir de una ciudad con frío' lo enmarcan entre los primeros. ¿Está de acuerdo?

Por supuesto, soy de los que piensan que la infancia es la patria del poeta. La adolescencia es demasiado egoísta y engreída para ser el mejor material poético. La poesía se nutre del asombro, esa es su esencia. Conforme crecemos va siendo cada vez más difícil asombrarnos y nos bebemos la vida con la misma costumbre que un vaso de agua. La memoria de la infancia es lo que nos mantiene vivos.

Además de la infancia, su poesía está plagada de referencias geográficas y de viajes. ¿Está la poesía en el lugar o en el viajero?

En el lugar como espejo del viajero. La poesía es luz del mundo y para que la luz exista son necesarios unos ojos que puedan deslumbrarse y una sombras que la conviertan en un acontecimiento asombroso.

Es habitual de países latinoamericanos, ¿qué le ha aportado su cercanía a la poesía de esa tierra?

Mucha conciencia. Por un lado la oportunidad de ver un mundo diferente en mi mismo idioma con el que poder establecer un diálogo complejo. Por otro, una nueva tradición poética que llegó hasta mí de forma inesperada llena de diferentes acentos y ritmos para la poesía. Hoy me siento especialmente influido e inspirado por sus poetas, de quienes trato de asimilar una música que me interesa más que la de la poesía española. Al margen de la poesía, Latinoamérica me ha conmovido muchas veces por su forma de reponerse de las desilusiones y de construir luz entre las tinieblas. Cómo escribió Holderlin, donde crece el peligro, crece también aquello que puede salvarnos.

En diversas ocasiones ha manifestado que la poesía puede contribuir a un mundo mejor, ¿por qué?

Porque la verdadera poesía consiste en mirar el mundo a partir de la mirada de otro, incluso hacia adentro de nosotros mismos. Si aprendemos a ponernos en el lugar del otro, si nos esforzamos por entender su diferencia y por comprender su dolor, habremos ganado una batalla decisiva al odio y a la desigualdad.

Es cofundador del movimiento Poesia ante la incertidumbre, ¿sigue de acuerdo con la visión de promover «una poesía que se entienda, que se humanice y se acerque a la gente corriente»?

Sigo totalmente comprometido con todo lo que significa Poesía ante la incertidumbre. Lejos de haberme distanciado, con los años me he reafirmado en lo que planteamos en 2011. La poesía no es un artificio, la poesía está en el mundo y es patrimonio de todos los seres humanos, no se trata de un lenguaje de intelectuales que ha acabado encerrado en los departamentos de las universidades. La poesía es la forma de comunicación más noble y humana porque nos sirve para hablar de lo que nos resulta complicado porque nos duele o nos avergüenza, de cosas tan íntimas como el miedo, la fe, el amor, la muerte, la decepción o el fracaso.

¿Está en la visión de la Poesía como algo inteligible, elitista y alejada de la gente corriente la causa de su distancia actual del público general?

Cuando preguntamos a un lector medio lo que opina de la poesía nos dirá que no se entiende, que es difícil, que no habla de sus mismos intereses. Hay que dejar bien claro que eso no es la poesía, sino el uso o la manipulación que de ella hacen algunos poetas. La poesía conmueve, la gran poesía del mundo nos emociona y nos habla como un susurro. Lo que sucede es que en un mundo en el que todo el mundo grita tratando de ocupar su lugar se hace cada vez más difícil escucharla.

¿Qué opinión tiene del fenómeno que ha erigido a autores como Marwan o Rayden entre los más vendidos del mercado editorial?

Creo que dentro de la poesía ha explotado un género nuevo, el de la poesía juvenil. Asimilamos la existencia de la poesía infantil sin tanta polémica. También de la narrativa juvenil, que ha resultado ser muy beneficiosa en la formación de futuros lectores. Ahora se han revelado un éxito los poemas escritos para los jóvenes, con códigos muy concretos adaptados a su forma de sentir el mundo y a su lenguaje. No logro entender por qué muchos poetas nobles reaccionan con furia ante eso. Imagino que se trata del miedo a perder determinados privilegios. Yo admiro mucho el trabajo que hacen los nuevos poetas y lo respeto. Estoy seguro de que va a ser muy bueno para el futuro de la poesía y confío en que muchos de los poetas juveniles acabarán por convertirse en poetas valiosos para el público general.

Durante años, ejerció como periodista en cabeceras como El País, ¿qué le ha dejado esa experiencia?

Ha sido una parte fundamental de mi vida. Me mantuvo apegado a la realidad cuando la literatura me llevaba continuamente a las nubes. Gracias al periodismo he tenido siempre los pies en el suelo. También me ha entrenado en la exactitud del lenguaje, en su función referencial. La necesidad de elegir la palabra concreta y de hacerlo desde la imparcialidad me obligó muchas veces a escribir como no hubiera hecho en ninguna otra circunstancia. Siento auténtica admiración por muchos compañeros periodistas dispuestos a dedicar su vida por una vocación. Si hubiera más personas como ellos tal vez la poesía no fuera tan necesaria como resulta ahora.

¿Hay espacio para la poesía en la labor del periodista?

Hay muy poco espacio, pero siempre permanecí atento para despistar a mis editores, que imagino que muchas veces tuvieron una cierta complicidad con mi forma poco convencional de escribir en prensa. En todas mis crónicas de El País traté de dejar algo de poesía en busca de lo verdadero, que muchas veces es invisible desde la corrección de la imparcialidad y la independencia

Acaba de abandonar la dirección del FIP, ¿por qué?

Porque ya no vivo en España y porque creo que a corto o medio plazo no voy a volver. El festival ha sido una parte muy importante de mi vida. Lo fundé con 23 años y lo construimos un grupo de amigos con nuestras propias manos. Ahora queda en las mismas manos que me ayudaron a levantarlo, aunque haya quienes estén tratando de apropiárselo. Afortunadamente, el FIP no deja de ser una iniciativa privada y no hay opción de que pase a ser gestionado por otras personas, a no ser que el gobierno municipal decida nacionalizarlo. Creo que hasta que no se planteen nacionalizar las compañías eléctricas no tienen legitimidad para nacionalizar un pequeño festival de poesía. Me parece miserable que haya quien trate de aprovecharse del trabajo que durante años han realizado dos jóvenes en lugar de tener la dignidad suficiente para comenzar sus propios proyectos. Confío en que se imponga la sensatez de nuestros gobernantes frente a las envidias personales de personajes que han fracasado en sus carreras literarias y que han demostrado su incapacidad de comenzar iniciativas brillantes.

Anclada ahora su vida a la otra orilla Atlántica y cerrando con Poesía un ciclo de 20 años, ¿qué espera del futuro?

Espero poder realizarme profesionalmente y tener una posición acorde a mi formación universitaria en España. En mi país y en mi ciudad me ha sido imposible. Siempre que he intentado acercarme a la universidad de mi ciudad he sentido el desprecio y la hostilidad de algunos que veían amenazados sus privilegios. He aprendido lo mejor y lo peor de la universidad de Granada. En ella he encontrado a verdaderos maestros y referentes pero también a personas que utilizan la institución para servir a sus intereses de la forma más inmoral y desoladora, abriendo las puertas de los departamentos a parejas, familiares y amigos. Afortunadamente, esos métodos no funcionan en todas partes. Creo que estoy en el lugar en el que tengo que estar en este momento de mi vida y me siento feliz y agradecido a mi universidad, a mis compañeros y al país en el que vivo.

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