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Samuel Lamolda y Emilio Calatayud, ayer en el salón de actos de la Confederación de Empresarios, donde se celebró la Escuela de Padres de IDEAL.

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Samuel Lamolda y Emilio Calatayud, ayer en el salón de actos de la Confederación de Empresarios, donde se celebró la Escuela de Padres de IDEAL. PEPE MARÍN

«Me di cuenta de que no podía gestionar mi vida»

Samuel Lamolda explica en la Escuela de Padres de IDEAL cómo se reinventó para dejar atrás un pasado de adicciones y delincuencia

Jorge Pastor

GRANADA

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Miércoles, 26 de septiembre 2018, 00:34

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La literatura está llena de personajes que tocan fondo y reconstruyen su vida. Pero escuchar en primera persona del singular las aventuras y desventuras -más bien desventuras- de quien ha tenido los dos pies metidos en el fango resulta, cuanto menos, estremecedor. El público que asistió ayer a esta nueva charla de la Escuela de Padres de IDEAL, celebrada en el salón de actos de la Confederación de Empresarios de Granada, tuvo la oportunidad de eso, de conocer el testimonio de Samuel Lamolda, un joven granadino que, adicto a casi todo, supo darse cuenta a tiempo que había tomado el camino equivocado. El camino de la autodestrucción. «Me di cuenta de que tenía que cambiar mi manera de pensar porque no podía gestionar mi vida», comentó Samuel tras una pregunta del juez Emilio Calatayud, que volvió a ejercer de maestro de ceremonias en la Escuela de Padres, una iniciativa de este periódico que este año cuenta con el patrocinio de la Fundación Unicaja.

Y es que Emilio Calatayud y Samuel Lamolda son 'viejos conocidos'. Don Emilio lo condenó a cuarenta horas de trabajos en beneficio de la comunidad por un episodio relacionado con una moto robada. Entonces Samuel era un «choricillo», como dijo Calatayud, y no el hombre hecho y derecho que hoy día escribe libros y cuentos para ayudar a los más pequeños en su desarrollo personal. Y el hombre hecho y derecho que se gana la vida dando conferencias y que está a punto de lanzar Livebook, una red social orientada a que los críos mejoren su rendimiento dentro del ámbito académico y, además, sepan cómo afrontar casos de 'bullying', depresión, ludopatía o controlar sus comportamientos agresivos.

El accidente

¿Cuándo se le encendió la lucecita a Samuel? Pues básicamente se le encendió y se le apagó en varias ocasiones. Pero su hecho biográfico fue hace quince años. Un 21 de septiembre a las 20:45 horas. Cuando Samuel sufrió un gravísimo accidente de tráfico, consecuencia en gran medida de su mala vida, que lo situó muy cerca de la muerte. Padeció un traumatismo craneoencefálico, la rotura de varias costillas que le provocó un encharcamiento pulmonar, perdió cuatro piezas dentales... Fue a raíz de ese percance cuando, tras sentirse rechazado por la sociedad, empezó a beber, a consumir drogas, a fundirse todo el dinero que ganaba en la panadería de sus padres, donde empezó a trabajar tras abandonar los estudios en segundo de la ESO.

Samuel, que entonces jugaba a las máquinas, al bingo -se colaba sin tener la edad legal- y a la ruleta, empezó a remontar el vuelo con dieciocho años, tras montar un negocio de distribución de frutas y verduras para el sector hostelero, una empresa que aún funciona, aunque Samuel está centrado ahora en el lanzamiento Livebook. «La lucidez me vino a los veintiún años», aseguró Samuel. «Me di cuenta de que podía ser el dueño de mi destino; me lo creí y estuve dos años de terapia psicológica», relató Samuel, quien reconoció que ese proceso fue muy duro. De hecho, sufrió varias recaídas.

Fueron los momentos en que Samuel Lamolda sintió la necesidad de escribir. De plasmar sus experiencias vitales negro sobre blanco. Experiencias que conducen hacia la búsqueda continua de la felicidad a través de la inteligencia emocional. Samuel aborda asuntos tan importantes como el respeto, la amistad, el compañerismo, la deportividad o el amor. Y lo hace metiéndose en la piel de un chaval de doce años para evitar que otros chavales de doce años cometan los mismos errores que cometió él. «De manera inconsciente quería llamar la atención». Y entonces vinieron las malas juntas, el fugarse de clase, los vicios... su perdición.

Samuel lo tiene claro. Si pudiera echar la vista hacia atrás, centraría todos sus esfuerzos en controlar su 'conducta asertiva'. La mismas que le llevó darse cuenta de que tenía que respetar a los demás, pero también tenía que respetarse a sí mismo.

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